Ya ellos saben qué comimos anoche

Ya ellos saben qué comimos anoche

Por Leonardo Padura

Todos lo sabíamos, hace mucho. Y no por haber leído 1984, la fábula futurista de George Orwell que, por décadas, fue asumida solo como un alegato anticomunista, cuando en realidad era el reflejo de algo que hoy llamaríamos “una problemática global”, pues se refería al control y vigilancia de los individuos por los Estados.

Hace años lo supimos, por ejemplo, cuando pudimos leer los files que el FBI había organizado sobre la vida pública y privada de Ernest Hemingway, archivos de los cuales, todavía hoy, existen decenas de páginas mutiladas por razones, dicen, de seguridad nacional.

Lo seguimos sabiendo cuando veíamos los episodios de la serie Whitout a Trace, y la ficción televisiva nos lo confirmaba: los muy eficientes agentes del FBI encargados de buscar personas desaparecidas podían saber, con impune y meridiana facilidad, dónde había estado, qué había comido, con quién había hablado el “missing” de turno. Cámaras grabadoras, computadoras, registros telefónicos, tarjetas de crédito abrían hasta los tuétanos la intimidad del individuo. Solo que se trataba de una intromisión motivada por una buena causa.

Pero el poder, y más un poder capaz de saber todo sobre cada uno de nosotros, no siempre se mueve por buenas causas, aun cuando la lucha contra el terrorismo, contra el narcotráfico o el lavado de dinero fuese la razón esgrimida para someternos a vigilancia, para abrirnos el cerebro y mirar qué tenemos dentro.

Pasado incierto, presente claro

Las personas que hemos vivido en sistemas socialistas somos más capaces de entender que uno puede vivir vigilado y controlado por el Estado. Los mecanismos de vigilancia y control casi no se disimulan y la gente aprende a hablar por señas, a desconfiar de las rutas de comunicación, a no decir lo que piensa sino lo que se supone que debe pensar –la llamada doble moral.

Es un sistema en el que entre lo privado y lo conocido (por quienes deben conocerlo) existe una línea tan delgada que muchas veces está llena de orificios. Por ello se ha llegado a decir que en el socialismo “nadie sabe el pasado que le espera”: tu vida es conocida y tu pasado es revelable, en cualquiera de las miserias humanas, grandes o pequeñas, que hayas podido cometer. No hay mejor ejemplo conocido que el de los archivos de la Stasi alemana, como bien lo demuestra la excelente obra El expediente de Timothy Garton Ash. O la correspondencia que muchas veces yo mismo he recibido, abierta y vuelta a sellar con un cuño que advierte que llegó el mal estado y…

Pero (aunque todos lo sabíamos) las personas que han vivido en las democracias occidentales, donde se pregona la libertad del individuo, el derecho absoluto a la privacidad de lo privado, han sufrido un trauma profundo con las revelaciones que en los últimos tiempos se han hecho sobre los sistemas de vigilancia y control de las personas y que ahora se practican con mayor intensidad gracias a las nuevas tecnologías. Sistemas de cateo que no solo los protegen como ciudadanos –así se pretende justificar- sino que los manipulan, los acechan, los enervan hasta la paranoia, cuando por algún azar (o no) descubren que ya ellos sabían lo que alguien había comido la noche anterior.

Cansancio ciudadano

Un grupo de importantes figuras de las letras universales ha puesto a circular recientemente un documento que pide la eliminación de tales prácticas de vigilancia. El documento, “A Stand for Democracy in the Era of Mass Comunication” ha sido firmado, en el momento en que escribo, por cerca de trescientos escritores del mundo, muchos de ellos de primer nivel, como Martin Amis, Paul Auster, Julian Barnes, John Berger entre otros, y reclama el derecho de cada ciudadano a la privacidad de su información personal. Al final, el documento reclama a las Naciones Unidas la protección de ese derecho civil con la creación de un International Bill of Digital Rights, que debería ser firmado –y respetado- por todos los gobiernos del mundo.

¿Servirá para algo esta cruzada por el derecho civil y humano a la privacidad? En realidad, no tengo mucha confianza en la efectividad de tales peticiones lanzadas como sondas al espacio. Lo más alentador es, a mi juicio, que tales actitudes demuestran un cansancio ciudadano ante la impunidad de los poderes, de todos los poderes, de considerarnos sospechosos, de vigilarnos como presuntos culpables, de llenar files como los de Hemingway o los de las actuales computadoras, con datos sobre nuestras vidas, pensamientos, preferencias, opiniones, incluso de las más triviales. Pues, como sabemos, ya lo hemos aprendido viendo series y películas, todos hemos incorporado a nuestro intelecto que aquello que digamos, llegado el momento, podrá ser utilizado en nuestra contra.

*Leonardo Padura, uno de los novelistas escritores más prometedores e internacionales de la lengua española. La obra de este escritor y periodista cubano ha sido traducida a más de una decena de idiomas.
Premios Hammett, Nacional de Literatura de Cuba, Raymond Chandler, Orden de las Artes y las Letras (Francia) 2013.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI

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