Anne Shapiro fue una canadiense que cayó en coma. Despertó 29 años después. El “shock” que vivió fue enfrentarse a un mundo muy distinto, desconocido, con unas personas que no reconocía: ella misma. El amor de Martín, su esposo, la mantuvo viva durante su sueño.
Para muchos partidarios de la eutanasia, el estado de coma es prácticamente un estado de muerte suspendida. Esa aseveración no es cierta ya que la persona en estado de coma duerme, no sufre. Quienes han despertado no tienen recuerdos de dolor alguno, simplemente el tiempo se fue en un soplo, continúan viviendo en el momento en que perdieron el sentido. Pero quienes deciden dar muerte a los enfermos en coma, lo que hacen es dejar de sufrir ellos. Al aceptar la eutanasia, asesinan a un ser querido.
Ante esas actitudes, la realidad los contradice, pues hay casos de personas que salen del coma de pronto, muchas veces sin explicación médica.
Al principio, durante dos años, Anne estuvo totalmente paralizada, durmiendo con los ojos abiertos-. Cada dos horas Martin colocaba colirio en sus ojos para prevenir que se secaran.
Durante su largo sueño el cuerpo de Anne Shapiro se deterioró. Fue operada de cataratas y tuvo una operación de cadera. Todo ello mientras permanecía dormida. A la par, sus hijos se casaron y tuvo nietos. Los padres y hermanos de Anne fallecieron, y tanto ella como su marido se hicieron viejos. Despertó de pronto, y ante el asombro de Martin, se sentó y le pidió ver la televisión. Las sorpresas del nuevo mundo se sucedieron una tras otra: teléfonos móviles… Era como una persona muerta que vuelve a la vida.
El Dr. Glenn Englander, quien la estaba tratando consideró un milagro su recuperación. La mejor parte del milagro fue el renovado romance entre Anne y su esposo Martin, quien cuidó de ella todos esos años. Apenas podíamos caminar, pero quería que la llevara a bailar. Martin murió, falleció también su hijo Marshall, y ella fue llevada al centro de cuidados paliativos del Hospital General North York, en Toronto. Allí vivió los años que le quedaron de vida. Una noche cayó en coma, del cual ya no despertó. Anne Shapiro perdió la conciencia a los 50 años, despertó a los 79, y murió a los 90. ¿Podríamos haber recomendado a Martin que la dejara morir para que no sufriera? Evidentemente que no. Al morir naturalmente muchos años después, tuvo, entonces sí, una muerte digna; lo otro hubiera sido un homicidio, legal. Su sueño del coma fue un ejemplo de vida, no de muerte, Ésa es la lección de Anne.
Los comentarios están cerrados.