El último toro ya ha salido al ruedo

El último toro ya ha salido al ruedo

Por José Luis Giménez

Con todo el dolor de mi corazón lo voy a decir por última vez. Y no digo que sea la última vez por miedo, sino por desánimo, por vergüenza ajena, por indignación.

Ya no hay vuelta atrás. El toro ya ha sido metido en el chiquero, de ahí sólo puede salir para ir al ruedo, para ser toreado y sacrificado en aras de una infamia, de una injusticia, de una maldad.

El pueblo español está debatiéndose entre la vida y la muerte, ¡y lo peor es que no se entera!

Empezaron recortando (eliminando, es más correcto y justo) todos los derechos sociales: la sanidad, la educación, los derechos laborales, las pensiones… y ahora llega la puntilla, el descabello, como dirían los “maestros” de la tauromaquia.

La “Ley mordaza”, o “Ley de Seguridad Ciudadana”, nombre con el que se ha disfrazado a este último toro, es la puntilla que faltaba para darle muerte. Hasta ahora, este gobierno del Partido Popular, de “derechas” —aunque dicen que son de centro-derecha, liberales, o dependiendo de los casos de corrupción que salpican al partido, puede camuflar su nombre— había ido poco a poco en lo que a recortes y eliminación de derechos sociales se refiere. O dicho de otra manera; había utilizado la técnica de “la cocción de la rana” según la metáfora del escritor y filósofo Olivier Clerc.

En dicha metáfora, la rana no se daba cuenta de que la estaban cocinando, pues la habían puesto dentro de una cacerola llena de agua fría, por lo que ella se encontraba plácidamente nadando. Al poco tiempo se enciende un pequeño fuego bajo la cacerola, y el agua se empieza a calentar muy lentamente. Poco a poco el agua se va calentando, alcanzando una agradable temperatura que incluso le hace sentirse bien a la rana, por lo que continúa nadando. Mientras tanto, la temperatura del agua sigue subiendo y subiendo, hasta que alcanza una temperatura muy caliente. Esto asusta un poco a la rana, pero como se encuentra muy cansada, prefiere dejarse llevar y no hace nada. Ahora la temperatura ya ha alcanzado su punto más caliente, por lo que la rana termina por morir cocinada.

Si analizamos esta metáfora, veremos que, tal como se ha explicado, era la manera más eficaz de cocinar a la rana pues, si la misma rana hubiese sido introducida directamente en el agua a 50 grados, con un simple golpe de sus patas, habría saltado inmediatamente fuera de la cacerola.

Esta lección nos enseña que, cuando un cambio se produce de un modo suficientemente lento, escapa a la consciencia, sin provocar en la mayoría de los casos ninguna reacción, oposición o revolución.

Esto es precisamente lo que se ha venido produciendo en los últimos siete u ocho años, sino más de diez.

Lo que hace más de 20 años hubiese sido inconcebible, intolerable e inadmisible por la totalidad de la sociedad, hoy día apenas causa disturbios en la mayoría de las gentes, sino es en aquellas personas que poseen consciencia de los hechos y la situación actual.

Mediante el disfraz utilizado por los gobiernos de turno, en nombre de una necesidad económica ficticia o cuando menos interesada por el capital, se están efectuando continuos ataques a las libertades individuales, a la dignidad, a la integridad de las personas y la naturaleza, y sobre todo a los derechos sociales que constitucionalmente impedirían las injusticias cometidas. Pero lenta e inexorablemente, así como incomprensiblemente o de una manera paradójica,  se cuenta con la constante complicidad de las víctimas, inconscientes o quizás ignorantes e incapaces de defenderse.

Para ello, los poderes de facto, representados por los políticos que hacen mal uso de su mandato, se apresuran a diagnosticar oscuras previsiones del futuro de los ciudadanos, intentando convencerles de que lo mejor es hacer como la rana, es decir, rendirse y dejarse llevar, para así acabar cocinada en la cazuela.

Y es así como estos gobiernos al servicio de los poderes fácticos, cuentan con el constante martilleo de los medios informativos puestos a su disposición, encargados de desinformar a la población o de inculcarles subliminalmente la idea que estos poderes de facto necesitan de los ciudadanos.

Y ahora volvamos a este último toro: La Ley Mordaza o “Ley de Seguridad Ciudadana”.

Hasta ahora podíamos saltar de la cazuela, el agua estaba caliente, pero aún teníamos fuerzas para intentar dar el salto. Pero ahora ya no somos esa rana que aún podía saltar, de hecho como rana ya estamos cocinados sin remedio. Sólo nos queda la opción de que salgamos al ruedo como el único toro de vida que nos queda, que luchemos contra el toreo del matador y que consigamos salir airosos de la plaza. Es muy difícil, ya lo sé. No se suelen indultar a los toros cuando ya se ha vendido su carne.

Dicen que España es como una piel de toro, que el toro es un animal noble, bravo, valiente… y que muere en el ruedo luchando por su vida. Únicamente se salva aquel toro que ha demostrado bravura y nobleza, valentía y dignidad.

© España, 30 de junio de 2015 – José Luis Giménez – (quizás mi último toro – artículo).

www.jlgimenez.es

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