El sida se ha cobrado la vida de unos 36 millones de personas y se calcula que en el mundo hay 35.3 millones de almas infectadas de las cuales 3,34 millones son niños. La mayoría de ellos viven en el África subsahariana. Se calcula que, cada día, más de 700 niños contraen la infección. Así de aterrador es el sida.
Margaret Ogola nació en Kenia. Casada y madre de 6 hijos, falleció víctima de un cáncer con solo 53 años. Desde 1994 hasta el final de su vida fue la directora médica del Cottolengo Hospice, un orfanato para niños con sida. En el momento de su muerte, dirigía la Comisión del Catholic Secretariat que coordina 500 unidades de salud y que atienden alrededor de 5 millones de casos todos los años. La vida de Ogola trasluce una seria y comprometida dedicación a los demás y es fácil deducir que gran parte de ella había quedado volcada entre enfermos incurables, sufrimiento y muerte. Hace unos años, en un vídeo testimoniaba esta experiencia: “Estoy en continuo contacto con la muerte, y esto ha cambiado mi vida de un modo profundo. Ser cristiana, ser del Opus Dei, me ha ayudado a afrontar bien este impacto. Todo esto hace que aprecie en mayor profundidad la vida, porque en el contacto con la muerte se toca también la vida y su belleza”.
Cabe preguntarse si acabaremos encontrando una solución definitiva a la pandemia del sida. “La mortalidad causada por el sida ha disminuido debido a la disponibilidad de tratamientos antivirales cada vez más eficaces. Sin embargo el virus no puede ser erradicado del organismo; en consecuencia la infección sólo puede ser controlada, no curada” El problema es “que las campañas de prevención dejan de ser satisfactorias ya que se centran exclusivamente en el uso de preservativos. Se comete además el grave error de excluir instituciones que apoyan otras medidas preventivas eficaces, tales como una educación sexual sólida acorde con lo que es el hombre y la fidelidad dentro del matrimonio. Las dimensiones de la epidemia del sida son tan dramáticas, que en su prevención nadie sobra”. Margaret Ogola aseveró que: “cuando todos nos empeñemos, el ingenio humano podrá derrotar cualquier tipo de virus”.
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