Jaime Moncada es el Director de Programas del Consejo Empresarial Colombiano para el Desarrollo Sostenible – Cecodes – (capítulo local del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible, WBCSD), gremio que promueve entre sus empresas afiliadas los diversos temas relacionados con ecoeficiencia.
Tres grandes objetivos
El concepto de desarrollo sostenible nació en 1985, cuando la prestigiosa Comisión Bruntland lo incluyó en su informe sobre “Nuestro futuro común” que en su momento causó profundo impacto en el mundo entero.
Allí se dio la siguiente definición, vigente desde entonces: “Es el desarrollo que satisface las necesidades actuales de la población, sin comprometer las respectivas necesidades de las generaciones futuras”, en tácita alusión a la importancia de conservar el medio ambiente en lugar de destruirlo con prácticas empresariales indebidas.
Por ello mismo –según explica Jaime Moncada, directivo de Cecodes-, el desarrollo sostenible tiene tres objetivos, que son sus pilares fundamentales: crecimiento económico, progreso social y balance ecológico, los cuales en forma integral conforman la sostenibilidad.
Pero, vamos por partes. Sobre crecimiento, es obvio que las empresas deben ser rentables o dar utilidades, sin lo cual no podrían hacer ninguna actividad social o ambiental, los otros dos componentes en mención.
Se requiere, además, el progreso social, entendido como el mejoramiento en la calidad de vida de las personas, quienes tengan incluso, sin excepciones, acceso a los mejores bienes y servicios, no solo a la satisfacción de sus necesidades básicas, trascendiendo así al concepto de equidad social.
Y, por último, está el balance ecológico, el cual tampoco se restringe a la conservación de los recursos naturales. No. La conservación es importante, sí, pero también lo es su debida explotación y hasta la distribución equitativa de la riqueza, lo que alude igualmente a los aspectos económicos y sociales.
De igual manera, el desarrollo sostenible –agrega- exige la participación de los diferentes actores en la vida social: el gobierno, la sociedad civil y las empresas, puesto que ninguno de ellos, cada cual por su lado, conduce a la sostenibilidad deseada.
“Eso es algo que todos debemos alcanzar en conjunto”, dice.
Sostenibilidad y RSE
De acuerdo con lo anterior, ¿es errado –se preguntará- separar la Responsabilidad Social Empresarial de los aspectos ambientales? ¿O la RSE con énfasis en lo social es solo una parte de la sostenibilidad en su mencionada triple dimensión?
Al respecto, Moncada aclara que la moderna concepción de la RSE siempre incluye lo ambiental y, en especial, el medio ambiente en relación con los distintos grupos de interés de la empresa, desde la comunidad hasta los consumidores y proveedores, todo ello en el marco del cabal cumplimiento de la ley.
En definitiva –agrega-, la RSE ha venido absorbiendo temas que antes eran independientes, como los de carácter ambiental y los derechos humanos o laborales, entre otros.
¿Por qué? Basta un ejemplo: algún daño ambiental, provocado por una práctica empresarial inadecuada, causa graves consecuencias sociales a las personas y la comunidad en general.
Y no es que se trate de concentrarse solo en lo ambiental, descuidando los demás aspectos sociales. No. Para él, entre las dos áreas y una alta correlación y dependencia, que obliga de antemano a que las empresas sean social y ambientalmente responsables.
Más aún, lo ambiental y lo social se entrelazan con lo económico, pues los problemas en el medioambiente suelen afectar negativamente a los negocios, aún sus utilidades y el acceso a los mercados, cuando no resultan víctimas de estrictas sanciones legales que en ocasiones llevan al cierre de la compañía.
“Es indispensable tener rentabilidad en armonía con el medioambiente y con la sociedad”, insiste mientras subraya que ahí precisamente aparecen enormes oportunidades para hacer negocios, buenos negocios, que tanto buscan los empresarios.
Negocios, en fin, con eficiencia económica y eficiencia ecológica, ideas que en la jerga especializada ya tienen otro nombre: Ecoeficiencia, donde la economía y la ecología, rivales tradicionales, se integran en el propósito común de obtener utilidades sin afectar al medioambiente ni a la sociedad.
La principal función de Cecodes es precisamente apoyar a sus empresas afiliadas en temas de ecoeficiencia, es decir, lograr eficiencia económica y ecológica con base en los sistemas de gestión para conseguir, verbigracia, certificaciones en seguridad y salud ocupacional o en Responsabilidad Social Empresarial.
En este campo de la RSE, Cecodes da el acompañamiento de rigor para implementar los programas requeridos, como la identificación de los grupos de interés y la adopción de estrategias que dan valor a la empresa en su trabajo con dichos grupos.
Las empresas, a su turno, elaboran reportes de sostenibilidad a partir de la metodología del Global Reporting Initiative –GRI-.
Más rentabilidad y más valor
Según Moncada, esto se traduce en buenos negocios, los cuales van desde el interés cada vez mayor de los inversionistas por empresas socialmente responsables, como lo demuestra el Índice de Sostenibilidad de la Bolsa de Nueva York, Dow Jones Sustainability Index.
“Con desarrollo sostenible, las empresas generan más valor a los inversionistas”, asegura.
Ese valor, además, se deriva de la mayor rentabilidad tanto presente como futura, fruto de la sostenibilidad.
Y esto es válido –precisa- para todas las empresas (aun en micros, pequeñas y medianas –Mipymes-) porque sus sanas prácticas ambientales les permite acceder a nuevos recursos financieros, a los diferentes mercados y a grandes compañías que exigen cada vez más a sus proveedores el estricto cumplimiento de normas legales, laborales, ambientales, etc.
La sostenibilidad, a su vez, hace que las firmas adopten sistemas de gestión para prevenir accidentes ambientales, cuyos costos son por lo general excesivos, y en tal sentido realizan programas de prevención que son bastante efectivos en la lucha contra fenómenos como la contaminación.
De igual forma –añade-, la legislación nacional suele contemplar beneficios tributarios por proyectos ambientales, los cuales tienen la posibilidad de acceder a recursos internacionales con base en el Protocolo de Kioto.
Y, como si fuera poco, las certificaciones ambientales logran abrir mercados como el europeo que en cambio se cierran en caso de no tenerse, al tiempo que la mayor conciencia ecológica de los consumidores a lo largo y ancho del planeta es terreno abonado para ofrecer ciertos bienes y servicios, donde la innovación y la creatividad están en juego.
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