El famoso acuerdo del siglo que firmaron el presidente Donald Trump y el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu para “pacificar” el Oriente Próximo, que le concede derechos históricos a Israel sobre dominios palestinos, además de haber nacido prácticamente muerto por el rechazo inmediato de los palestinos, desata nuevas tensiones entre palestinos y judíos.
Históricamente Israel ha buscado desintegrar a sus vecinos y desde hace varias décadas desarrolla unos planes estratégicos para consolidar su superioridad militar en el Oriente Próximo. Por eso fue clave en la ruptura de la administración de Trump del pacto nuclear con Irán. Su apuesta ha sido la de apoyar e incentivar en alianzas con Estados Unidos, los conflictos políticos, religiosos, tribales y las revueltas populares en el mundo Árabe y entre los persas con el fin de fragmentar a Irán, Irak, Líbano, Libia, Jordania, Turquía, Egipto y Siria.
Sus planes estratégicos son encaminados a crear caos para balcanizar a la región en Estados pequeños y frágiles y así acentuar su poder hegemónico, dado que tiene uno de los arsenales militares más poderosos del mundo. Es el único país que en la región tiene armas nucleares y es una de las razones para que países como Irán y Arabia Saudita, busquen también tener arsenales nucleares por las amenazas que significa el poderío militar Israelí dentro de las correlaciones de fuerzas hegemónicas en el Oriente Próximo.
El ex secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, durante su proceso de confirmación en el Senado en 2006, afirmo que la teocracia de Irán quiere la bomba nuclear porque está rodeado de potencias nucleares Pakistán al este, Rusia al norte, Israel al oeste y Estados Unidos en el Golfo Pérsico.
La política exterior de Estados Unidos en el Oriente Próximo está estrechamente ligada a los intereses estratégicos de Israel en la región y ese ha sido uno de los motivos por los cuales desde 1982 ha vetado 32 resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU contra Israel y ha bloqueado todos los esfuerzos de los países Árabes para que el arsenal nuclear de Israel se ha supervisado por la Agencia Internacional de la Energía Atómica (OIEA).
Israel desde 1952 desarrolla armas nucleares con el apoyo tecnológico de Estados Unidos, Francia, Reino Unidos y Alemania. Se calcula que tiene más de 400 cabezas nucleares y es una de las mayores amenazas para la estabilidad y la seguridad del Oriente Próximo y el mundo Árabe.
Su doctrina militar y su política exterior se han enfocado a evitar que Irán y Arabia Saudita, con quienes rivaliza en la hegemonía en el Oriente Próximo desarrollasen capacidades nucleares. Se acusa a Irán de ser una amena para la estabilidad de la región, pero su presupuesto de defensa el año pasado fue de U$S 6. 300 millones anuales, tres veces menor que el presupuesto de defensa israelí que fue U$S 19.600 millones y 11 veces menor que el de Arabia Saudita que fue de U$S 69.413 millones.
Israel es el único país de la región que no ha firmado el Tratado de No Proliferación de armas nucleares y sistemáticamente se ha opuesto a una inspección de su programa nuclear. Porque junto con India y Pakistán han decidió no firmar el tratado de no proliferación de armas nucleares para no tener que declararse potencias nucleares y evitar las supervisiones de la OIEA. Con Arabia Saudita por sus intereses estratégicos y hegemónicos jugaron un papel clave en las presiones a la administración de Trump para que rompiera el pacto nuclear con Irán. Los centros de poderes de los evangelistas cristianos sionistas, ligados al lobby israelí del partido republicano y el Comité Americano Israelí de Asuntos Públicos, liderados dentro de la administración de Trump por el Secretario de Estado, Mike Pompeo, el ex asesor Nacional de Seguridad, John Bolton, el Secretario de Defensa, James Mattis, entre otros, fueron decisivos en la ruptura del pacto y en las nuevas escaladas de sanciones contra Teherán. Lo paradójico es que mientras la administración de Trump le exige a Irán la suspención de su programa nuclear, al mismo tiempo rivaliza con Rusia y China para que empresas estadounidenses sean las beneficiarías del multimillonario contrato construcción de dos grandes reactores de energía nuclear en Arabia Saudita.
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