A un año de su arribo a la presidencia de México, Andrés Manuel López Obrador mantiene en la balanza los claroscuros de un nuevo régimen gubernamental que tendrá que emprender rutas y cambios sustanciales, para llegar a lo que tanto se ha promovido como la cuarta transformación.
Lo hecho ahí está, por ello es de vital importancia centrarnos en lo que viene y en la voluntad que tenga el mandatario, para corregir toda una serie de errores que durante estos 12 meses han propiciado que la izquierda gobierne a un México muy polarizado.
Frente a las críticas de sus detractores, el Presidente emanado de las filas del Movimiento de Regeneración Nacional tiene en puerta, cerrar las brechas de confrontación que hoy en día se reflejan en las constantes críticas, no sólo de personajes de la política, sino también de los medios de comunicación y líderes de diferentes esferas sociales, quienes señalan los errores y “necedades” de un mandatario que aún no termina de asentar su estilo de gobernanza en un país rebelde y durante décadas golpeado por la corrupción y la inconformidad.
Aquí van algunos de los retos que para el segundo año de gobierno se esperan de un López Obrador cuyo uno de sus mayores activos, sigue siendo la conexión que establece cuando se encuentra cerca de la gente.
- Cambios en su gabinete gubernamental en carteras sustanciales como Seguridad Pública y Gobernación. Los titulares de ambas Secretarías han sido rebasados en varios momentos, por la inercia de los acontecimientos que los deja fuera de las jugadas de reacción inmediata.
- Nuevas estrategias para el combate de la inseguridad y operación de los cárteles del crimen organizado. Lo anterior como una respuesta al fracaso que hasta ahora presenta la operatividad de la Guardia Nacional en el país.
- Mejorar y refrendar una relación de respeto con los medios de comunicación, donde se eviten las mutuas denostaciones.
- Tolerancia a la crítica y a los cuestionamientos sobre acciones erráticas.
- Dejar de responsabilizar a los detractores políticos, quienes se fortalecen cuando el mandatario no controla sus reacciones y fomenta la confrontación.
- Diluir cualquier sospecha o tentación que ponga en duda la independencia de organismos autónomos que no respondan a intereses del propio Presidente de la República.
- Direccionar la política social a más sectores que demandan apoyos para ser competitivos y no sólo centrarse en los grupos de jóvenes y adultos mayores, donde la rentabilidad política se aprovecha de la alta vulnerabilidad.
- Establecer políticas públicas para la protección de Mujeres en México. Lo anterior respondiendo a una ausencia de políticas incluyentes y de género frente a la ola de feminicidios que se registran en varias partes del país.
- Intensificar el combate de la corrupción, no sólo en contra de personajes del pasado reciente. Sino también contra propios morenistas que ejercen gobernanza en condiciones y con acciones similares a las que ejecutaban los políticos de la vieja guardia en PRI, PAN y anexas.
- Aceptar que México en su derecho democrático es libre para ejercer esa diversidad en sus preferencias políticas, respetando que los ciudadanos cuestionen, critiquen y reprueben acciones gubernamentales.
- Evitar sucumbir a la tentación de ser el brazo elector en los poderes legislativo y judicial, lo que hasta ahora, a pesar del nuevo régimen de gobierno, no han podido sacudirse.
- Ser congruente con lo que se promete, se dice y se ejecuta. Mientras el Presidente habla de honestidad y austeridad, varios de sus funcionarios y algunos gobernantes emanados de su partido, se siguen despachando con la cuchara grande.
Tras el enamoramiento viene la realidad.
México está frente a un segundo año en el mandato de un gobierno emanado de izquierda.
Hasta ahora el saldo no es a favor, pero tampoco en contra; digamos que hay una medianía riesgosa si se pierde la capacidad de reconocer errores y no permitir que los jueces para este mandato sean los propios ciudadanos, quienes refrendarán el apoyo a AMLO o le pasarán la factura en los siguientes meses.
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