Parece que la fallida investidura de Pedro Sánchez abre un nuevo periodo de negociaciones y también de dudas e incertidumbre. A mi juicio, la formación liderada por Pablo Iglesias y Errejón afronta una etapa decisiva. Ya que, si no se logra un pacto de izquierdas en los dos próximos meses, las aspiraciones del partido morado se centrarán en aumentar, muy considerablemente, el número de escaños que ya ocupa en el Congreso. Porque, si el partido socialista sigue negándose a pactar con Podemos, da la impresión de que no se puede hacer nada para resolver el bloqueo.
Si se tienen que celebrar nuevas elecciones el 26 de junio, algo que considero probable, es de esperar que los ciudadanos voten teniendo en cuenta lo que ha sucedido estos meses. Por tanto, viendo el fracaso de los intentos de superar la investidura y de formar gobierno, los españoles, quizás, quieran concentrar más su apoyo en dos fuerzas políticas. Y si esto no sucede, podemos volver a una situación parecida, a lo que ha ocurrido el 4 de marzo de 2016.
Ciertamente, es un día histórico, porque en nuestra democracia no se había producido algo similar. Las luchas de poder, y, a mi juicio, la errónea estrategia de Pedro Sánchez han mantenido la inestabilidad política. Los graves problemas sociales y económicos del país no pueden esperar. Y en este sentido, tienen plena razón Podemos e Izquierda Unida.
Se puede ser conformista, y seguir con un gobierno en funciones durante un tiempo indeterminado, pero no es lo más deseable y razonable. El bien general de los ciudadanos es más importante que las disputas internas de cualquier partido. El PSOE creo que va a perder votos en las próximas elecciones de junio, porque ha imposibilitado un gobierno de izquierdas, algo demandado por unos diez millones de ciudadanos. Y eso cuesta votos.
Ya se irá viendo lo que dicen los sondeos y las encuestas. Lo que está claro, a mi juicio, es que el partido que es más coherente con lo que afirma en sus campañas electorales es Podemos. Su intención de formar un gobierno progresista ha sido rechazada por Sánchez. Y no es algo lógico ni sensato, después de lo que se dijo en los actos electorales del PSOE. A mi juicio, la mayor responsabilidad en el fracaso estrepitoso de la investidura la ha tenido, sin duda, el partido socialista, por su intransigencia, por no querer explorar la vía que le abrían Alberto Garzón e Iglesias. Dudo mucho que Pedro Sánchez acabe conformando un pacto progresista de izquierdas. Ya ha dado demasiados pasos en otra dirección. Aunque, también es cierto, que, en política, todo es posible. Ante este panorama la estrategia de Podemos tal vez tenga que insistir más, si cabe, en que representan el voto útil e imprescindible, para el cambio económico y social que demandan, parece ser, la mayoría de los ciudadanos.
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