La huella e influencia de la comunidad latina en Estados Unidos es cada vez más poderosa. Eso nos llena de orgullo a todos. Tenemos que reconocer que cada uno, reconocido o no, ha aportado a esta comunidad.
A medida que se acercan las elecciones, y mientras resurge la idea del voto latino como el gigante dormido, medir el poder de nuestra comunidad latina desde una óptica puramente cuantitativa y estadística conlleva el riesgo de perdernos si valor cualitativo.
No somos una cifra, pero nunca la comunidad latina ha estado más representada en la política estadounidense como ahora. Nunca estuvo mejor representada. Es un momento histórico que hemos visto a partir de 2018, desde que las minorías -entre ellas los latinos y las mujeres- comenzaron a ganar las primarias en algunos estados en los que tradicionalmente ganaban hombres, especialmente blancos.
La juramentación del Congreso número 116 rompió barreras desde mucho antes que sus nuevos miembros pusieran un pie en Washington, con decenas de historias que son el resultado de una sociedad multicolor y multiétnica que se refleja en el Congreso más diverso étnica y culturalmente, el de mayor presencia femenina de la historia.
Hoy son muchos los latinos que se ven representados por liderazgos como el de Alexandria Ocasio-Cortez, la representante de Nueva York de origen puertorriqueño, una desconocida hasta que derrotó en forma sorprendente a su contrincante blanco.
No podemos sorprendernos de que tengamos legisladores que alguna vez fueron indocumentados, como el representante de origen dominicano Adriano Espaillat. Él es un ejemplo de que cuando se trata de lograr el sueño americano con disciplina, trabajo y ahínco, los finales felices no solo son cosas de los cuentos de Disney. Es precisamente Ocasio-Cortez, quien al estilo de los cuentos de hadas ha desafiado —y hasta ahora hecho tambalear— a un adversario importante, el sistema.
Dicen que el que madruga Dios le ayuda y parece que esto lo aplica muy bien Julián Castro, el primer latino en la contienda demócrata por la nominación a la presidencia de EE.UU. en 2020.
Castro lanzó su campaña a inicios de 2019 y aunque todavía no ha logrado el despegue esperado, se mantiene firme dando la cara por los latinos frente a contendientes con mayor popularidad y con más recursos económicos para la campaña.
Es precisamente ese espíritu luchador de Julián Castro que encuentra similitud perfecta con el latino de a pie, ese que nunca se rinde y que al caerse dos veces se levanta tres.
Los latinos no siempre votan por candidatos latinos. Votan con el corazón por quien se identifique con su comunidad. Al igual que el votante promedio, tienden a votar por los candidatos con más posibilidades de ganar.
En 2016, Julián Castro, que venía de ser un alcalde querido en San Antonio y de haber acumulado experiencia en Washington como el secretario de Vivienda de Barack Obama, fue contemplado como posible compañero de fórmula de Hillary Clinton. Pero la campaña de Clinton optó por un americano blanco que hablaba español, el senador Tim Kaine. Incluso dejando a Castro, la decisión reconoce el arrastre que puede tener la segunda lengua más hablada en EE.UU.
Con la entrada de Joe Biden en la carrera hacia las presidenciales de 2020, Julián Castro se aleja un poco más de su meta final. Sin embargo, su perseverancia sirve de ejemplo de que la comunidad hispana debe mantenerse unida hasta el final. Como sucedió con él en su momento, es necesario que nuestra comunidad aproveche las diferentes plataformas donde nuestras voces puedan resonar con cobertura nacional como él hizo cuando supo brillar durante su discurso de apertura en la Convención Nacional Demócrata de 2012. Luego de eso llegó a ocupar un puesto en el gabinete de Obama y su historia aún no termina. Así somos los latinos y latinas, luchamos hasta el final y como bien dicen los mexicanos nunca nos ‘rajamos’.
Mientras se especula sobre el potencial compañero de fórmula de Joe Biden, ¿será que este aprenderá del posible error de Hillary al no elegir un vicepresidente latino que conecte con el voto del gigante dormido? Lo único que sé es que aún si no lo hace, tendrá otra oportunidad de hacer historia al llevar una mujer de compañera que rompería otra barrera y de paso pagaría otra deuda social. Pero ¿quién podría ser este hombre o mujer?
Recientemente tuve la sorpresa y el honor de ser invitado a formar parte de un jurado encargado de elegir los líderes más influyentes en la comunidad latina de la zona metropolitana de Washington.
La encomienda que se le hizo al comité de jueces no podía ser más seria. Habíamos recibido más de 400 nominaciones y teníamos como única tarea elegir solo a 100 de ellas. Por supuesto, apegados al criterio de imparcialidad y objetividad, independientemente del resultado final consideramos ganadores a todos los nominados por recibir el reconocimiento de sus comunidades, que es el que más importa.
El reconocimiento en cuestión se enmarca dentro de El Powermeter 100 (2019), una iniciativa que viene realizando el periódico capitalino El Tiempo Latino, un medio que hasta 2016 fue parte de The Washington Post.
En el pasado, este Powermeter ha reconocido a figuras destacadas por el gran trabajo que desarrollan, por ejemplo: Luis Alberto Moreno, del Banco Interamericano de Desarrollo; Luis Almagro de la Organización de Estados Americanos; Sonia Gutiérrez, fundadora de la escuela pública internacional Carlos Rosario y única latina con una calle con su nombre en la capital; el famoso chef José Andrés, que se convirtió en un héroe en Puerto Rico tras el paso del huracán María. Ahora, en la versión 2019, una de esas personalidades es Sonia Sotomayor, jueza de la Corte Suprema de EE.UU.
Lo más interesante de esta lista de 100 es que también destaca a líderes menos conocidos, aquellos que día tras día realizan una labor encomiable que impacta a sus comunidades, barrios y ciudades, ya sea desde un aula educativa o la rectoría de la institución, desde la corresponsalía periodística de temas latinos a la dirección de un medio de comunicación o desde el rol de activista comunitario al de presidente ejecutivo de una compañía que invierte directa o indirectamente en nuestra comunidad.
Al momento de iniciar los trabajos, la segunda sorpresa vino cuando tuvimos acceso a los nominados, que es cuando veo mi nombre al lado de gente que respeto y admiro tanto.
En esos casos, con el más alto criterio ético, los organizadores de este evento anual le preguntan al juez si declina su rol de jurado para continuar con la nominación o si renuncia a la nominación para emprender la responsabilidad de contribuir desde el jurado.
No lo pensé dos veces. Como resultado de mi decisión, tuve la oportunidad de conocer historias inspiradoras que se quedan conmigo para siempre y tuve el privilegio de acompañar a un jurado conformado por grandes profesionales como Javier Marín, Rafael Ulloa, Ana Julia Jatar, Abel Núñez, Lyda Vanegas y Grabiela Mossi.
Sueño con que lleguemos a un momento en que no nos sorprendamos con noticias que reflejan la primera vez en que un latino logra un hito determinado (“el primer latino…” o “la primera latina” en lograr…”), sueño con que estas noticias sean parte de la cotidianidad. Pero mientras alcanzamos esa etapa, como comunidad debemos lograr esos reconocimientos y esos espacios en los que podemos aportar ya que la sociedad misma tiene una especie de ‘Powermeter’ que nos recordará por las vidas que mejoramos.
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