El presidente Andrés Manuel López Obrador bien podría retomar esa frase colombiana que está en el argot de los cárteles del narcotráfico al decir: “Coronamos”.
Y es que este fin de semana el mandatario se salió con la suya al lograr que la Cámara de Diputados aprobara con madruguete y mayoriteo la incorporación de la guardia nacional al ejército mexicano.
Sin duda, el gobierno López-obradorista goza de los tiempos de un blindaje que luce contundente al tener en el brazo militar a un gran aliado.
Del otro lado, la especulación crece y supone el pacto velado con el Cártel de Sinaloa que en el presente sexenio gubernamental se ha convertido en el grupo delincuencial intocable a los ojos de los mandos de poder y seguridad.
La fallida guardia nacional ideada en el sexenio de la cuarta transformación, sólo sirvió para perseguir migrantes, huir de grupos delincuenciales y exhibir su inoperancia a la hora de combatir la inseguridad.
La decisión del presidente seguirá levantando mucha polémica en el país en un momento crucial donde la sociedad exige un combate real contra la delincuencia que sigue impune.
El riesgo de militarizar a México advierte la vulnerabilidad en las garantías que son primordiales al hablar de derechos humanos.
Los críticos del mandatario advierten el blindaje a la medida presidencial para preparar una salida cómoda del primer mandato izquierdista en la vida democrática del país.
Sin embargo, tal parece que al presidente AMLO le urge afianzar a sus dos grandes aliados: Por un lado las fuerzas castrenses y por el otro, los grupos delincuenciales que son claves para intimidar o provocar temor social en caso de alguna situación que pusiera en riesgo el mandato en turno.
Preocupa en diferentes grupos de la sociedad civil lo que hoy se vislumbra a corto plazo, sobre todo cuando el presidencialismo sigue siendo un poder absoluto que vulnera los poderes que tendrían que ser democráticos y autónomos como en el caso de la cámara de diputados.
El poder castrense a la diestra de un presidente que en su imaginario colectivo finge ser un demócrata al que a la menor provocación, sucumbe al autoritarismo de doblar poderes para imponer voluntades que hoy ponen en riesgo las garantías democráticas en un país seriamente golpeado por los caprichos de una supuesta transformación.
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