Los 1.600 muertos diarios por trabajar demasiado en China son la expresión de algo intolerable. Y sostener que son héroes, según el Estado chino, es la prueba evidente de que no se respetan los más elementales derechos humanos en este país. El respeto a la vida humana y a la calidad de la misma es la base de una actitud civilizada y progresista. Es lo mínimo que se puede exigir a un gobierno democrático. Y que también en Japón se estén produciendo decenas de muertes por exceso de trabajo es también algo increíble.
Parece que la dignidad de la persona desaparece en países en los que no se toman medidas legales y laborales para que esto no siga ocurriendo. El que China tenga una población que supera los 1.370 millones de habitantes no justifica que se infravalore las vidas individuales. Y algo similar se puede afirmar del estado japonés.
No es de extrañar que en la red social china más popular se multipliquen las quejas por estrés. No es admisible que en los empleos se obligue a trabajar horas extraordinarias y que no se disponga de un tiempo suficiente para el descanso y el ocio. Las ocho horas de trabajo es el límite que debe estar impuesto por ley en todos los países del mundo. Y corresponde al Gobierno chino y japonés poner en vigor normas laborales y una inspección laboral minuciosa y rigurosa para que esto no siga pasando.
Si se deja a las empresas sin ningún control por parte de las autoridades pueden explotar a los trabajadores para aumentar sus ganancias a costa de la vida de los empleados. Y esto es muy grave.
Que 600.000 chinos mueran al año por trabajar demasiado es incalificable y vergonzoso. Es como si no existieran leyes laborales o normas y el estado no hiciera nada. Dejando absolutamente abandonados y desprotegidos a los indefensos trabajadores chinos. Que los jefes en China obliguen a sus trabajadores a pasar más tiempo en su actividad hasta tener que dormir en su puesto de trabajo, por falta de tiempo para ir a su casa y regresar, es inconcebible. Y, durmiendo en una especie de cajones grandes o espacios similares, de forma inhumana, en su empresa.
A mi juicio, la ONU debería intensificar sus esfuerzos para que el Gobierno chino tome medidas de protección respecto a los trabajadores chinos para que muchos empresarios no sigan abusando de sus empleados para lograr más beneficios.
En relación con la explotación en el trabajo parece que en los próximos veinte años se van a producir grandes cambios en el mercado y la oferta laboral. Según Ryan Avent «Para competir con las máquinas hay que aceptar salarios más bajos». No estoy de acuerdo, porque tendría que haber una regulación normativa en los próximos lustros que obligue a las empresas y a los empresarios a ofrecer puestos de trabajo con ingresos dignos y adecuados. Con una especie de impuestos por el uso de robots o máquinas se lograría evitar que los empleados tuvieran que aceptar ingresos bajos.
En lo que tiene razón el economista Avent es en que con la revolución digital pueden desaparecer muchos trabajos y aparecer otros nuevos. No comparto la idea de que el empleo escaseará de manera terrible. Porque pueden surgir nuevos tipos de trabajo relacionados con la tecnología y el desarrollo de innovaciones, etc. Además, conviene poner el acento en que los cambios sociales van en direcciones que no son previamente definibles y determinables de un modo absolutamente preciso.
También es cierto que el tema clave es la redistribución de la riqueza para evitar un mundo cada vez más desigual económicamente hablando. Y es una cuestión que deberían abordar todos los estados de cara al presente y al inmediato futuro.
Creo que se puede ser optimista. En los próximos años la digitalización y la automatización así como los grandes avances médicos y tecnológicos cambiarán la realidad humana de una forma muy positiva.
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