La cuestión del fracaso escolar en la actualidad ya no depende del número de horas de clase que son impartidas a los alumnos sino de la motivación y del interés por aprender. Algo que se observa en el sistema educativo de Finlandia.
Porque por medio de Internet el conocimiento y la información están al alcance de todos. Sigue siendo indispensable la gran labor de los profesores como orientadores y directores de los procesos de conocimiento de los estudiantes, pero desde una perspectiva que ha cambiado sustancialmente con la ayuda de las nuevas tecnologías de la comunicación.
Considero que la Lomce no acierta en cuestiones esenciales y debe ser derogada y sustituida por una nueva ley educativa que sea la respuesta de la comunidad educativa a los desafíos de la enseñanza en la era digital. Y los que más saben de la situación educativa, porque enseñan en las aulas son los docentes. Las cosas que dicen están fundamentadas en su experiencia de todos los días formando a los alumnos.
Existen muchas medidas que establece la Lomce que, en mi opinión, no son necesarias. Por ejemplo, la séptima hora en el Bachillerato me parece que sobra, ya que hasta ahora no se cursaba y no había problemas de rendimiento académico. Ahora bien, se imparte porque legalmente debe de ser así. En eso no hay duda. Tendría que haber una reorganización de las asignaturas o de su carga horaria y también de la oferta de las optativas para racionalizar el horario.
Otras medida que debería implantarse de forma generalizada en todas las Comunidades Autónomas y no en alguna nada más es la reducción de horario para los profesores mayores de 55 años. Es algo de sentido común y de la aplicación de una mínima lógica de las cosas igual para todos.
Tendría que haber un máximo de 17 horas de clase semanales para los profesores, porque el día no tiene más de 24 horas y los docentes deben descansar y disponer de un tiempo razonable para la vida personal y para la formación continua en su profesión. Y no es suficiente, únicamente, con el sábado y el domingo. El aprendizaje y la investigación de los profesores debe ser compatible con impartir clases, ya que beneficia al sistema educativo. Al igual que los médicos también los docentes siguen aumentando sus conocimientos a lo largo de su trayectoria vital.
Una menor ratio de alumnos por aula es también algo deseable para una enseñanza de mayor calidad. Con un máximo de 25 alumnos por aula creo que sería mejor para todos. En definitiva, más docentes con grupos más reducidos. Y más profesores de apoyo aunque suponga más gasto en educación, porque se amortizará a medio y largo plazo.
También es deseable que exista una menor carga de burocracia en la labor de los docentes que ya tienen mucha tarea con la corrección de exámenes, etc., especialmente si imparten clase a muchos grupos con más de 150 alumnos y en algunos casos con más de 300 alumnos por profesor.
Si a esto se une el tiempo que los docentes emplean en su desplazamiento a los centros educativos en muchos casos se entiende perfectamente que la carga de trabajo que tienen es considerable. Y la realizan con una tenacidad y dedicación realmente magnífica y ejemplar. Es lo que exige la obligación legal y lo que señala también su deontología profesional.
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