¡Cuando ser la sombra del poder no da derecho a ser el poder en la sombra!
Robert Greene, el decano de la estrategia, el poder y la seducción, ya lo decía en su obra cumbre Las 48 Leyes del Poder: “Nunca le haga sombra al jefe”. Paradójicamente esta frase y/o ley es la primera de las 48 recomendadas por Greene y quizás la única que muchos vicepresidentes olvidan leer. Sin embargo, algunos caen del “poder” por causas distintas.
El término vicepresidente se deriva del latín vice (“en lugar de”). Generalmente esta persona es un funcionario electo, compañero de fórmula del presidente. Excepciones encontramos en países como Chile y Venezuela, donde se establece como un cargo de libre nombramiento y remoción por el presidente. En casi todos los casos, la descripción del puesto viene dada por la constitución, aunque la mayoría de las funciones son adjudicadas o retiradas a través de un decreto presidencial que determinará si este funcionario tendrá un rol operativo o más bien un papel decorativo.
A continuación, analizamos el caso de los 3 vicepresidentes latinoamericanos que por una razón u otra perdieron funciones, entraron en conflicto con el primer mandatario o simplemente perdieron el puesto:
- Jorge Glas (2017-¿?), Ecuador: El 3 de agosto, el presidente de Ecuador Lenín Moreno retiró de sus funciones a su vicepresidente Jorge Glas, por medio de un decreto. Lenin indicaba que Glas no había entendido que el compromiso y la lealtad de la Revolución Ciudadana “implican servir a la patria en unidad de esfuerzos”. La medida tuvo carácter inmediato, teniendo efecto desde la publicación de la misma. Esto significó una ruptura de visión en el partido Alianza País.
Jorge Glas, quien dijo “fui elegido para cuatro años, cumpliré mi mandato”, ha sido objeto de acusaciones de corrupción por su alegada relación con la empresa brasilera Odebrecht. El 3 de octubre a Glas le dictan prisión preventiva por los hechos que se le imputan y un día después Lenín nombra a María Vicuña como Vicepresidenta Encargada.
En una reciente entrevista, el ex presidente ecuatoriano Rafael Correa, dijo que “Jorge Glas es un hombre inocente, que tiemble el mundo, está preso un hombre inocente”.
De acuerdo a la periodista ecuatoriana María Grazzia Acosta Laso, “es una situación compleja que puede cambiar en cualquier momento. Si el vicepresidente tiene éxito en su audiencia de revisión, no solo recuperaría su libertad sino que podría salir fortalecido, cualquier cosa puede pasar”. Acosta Laso indica que su suerte depende de la justicia y de sus fichas políticas en el congreso que prepara un juicio político.
Por otro lado, el internacionalista salvadoreño Andree Cardona entiende que “estamos ante una ausencia de liderazgo que ha conducido a una coyuntura política exacerbada desde la presidencia”.
- Julio Cobos (2007-2011), Argentina: En su primer gobierno, Cristina Kirchner tuvo la casualidad de tener como vicepresidente a una persona que se convirtió en uno de sus críticos más tenaces: Julio Cobos, de la Unión Cívica Radical (UCR). Esta fórmula fue producto de una alianza de partidos en las elecciones de 2007, generándose una ruptura irreparable en el primer año del mandato, ya que Cobos como vicepresidente del país presidía el Senado y había votado en contra de una ley considerada importante para el Ejecutivo, del cual él mismo formaba parte.
- Raúl Sendic (2015-2017), Uruguay: Una estrella en ascenso, con popularidad equivalente a la del presidente Tabaré Vásquez y con el apoyo de su mentor político Pepe Mujica, terminó renunciando a la vicepresidencia a causa del desprestigio generado por las acusaciones de corrupción en el caso ANCAP. Sendic era “la imagen del cambio”.
Excepción a la regla: Michel Temer, de Brasil, fue vicepresidente de Dilma Rousseff, logrando imponerse a su jefa y siendo uno de los promotores del impeachment que derrocó a la presidenta.
La realidad es que la figura del vicepresidente, en el mejor de los casos, siempre será un seguro de vida para la continuación del orden democrático ante la ausencia del presidente, pero no menos cierto es que cada presidente le da un matiz y significado distinto a su “sombra”.
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