El conflicto desatado en Ucrania a partir del Euromaidan y de la reacción pro-rusa a la revuelta nacionalista representa el episodio de tensión geopolítica más significativo en el espacio post-soviético desde la disolución de la URSS en 1991. No solo porque involucra a los dos países más importantes de la región, sino también porque sus alcances son múltiples.
La situación de alta conflictividad que tiene lugar en la nación ucraniana es de carácter multicausal. Se trata de una serie de eventos en los que han incidido tanto actores internos como externos. Siguiendo intereses económicos y geopolíticos concretos. Los cuales han derivado en un capitulo superlativo dentro del marco de la lucha por el espacio post-soviético.
Ucrania es un país en una situación geográfica estratégica. Es un socio vital para la nación rusa y además cuenta con una vasta cantidad de tierra cultivable y de recursos naturales. Se trata del territorio por donde pasan gran parte de los gasoductos a través de los cuales pasa el gas extraido en suelo ruso hacia el resto del viejo continente. Luego de los años en los que tanto la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como la Unión Europea han absorbido dentro de sus fronteras a países que durante la Guerra Fría formaban parte del bloque pro-soviético, Ucrania se ha transformado en un país de gran relevancia en medio de la encrucijada de integrar el bloque occidental o bien formar parte del bloque de integración euroasiática propuesto por Rusia y aceptado hasta el momento por Kazajistán y Belarus (1).
El acercamiento de Ucrania hacia la OTAN y la UE genera alerta en el Kremlin, pues las autoridades rusas no ven con buenos ojos la expansión pro-occidental en lo que ellos reivindican como su zona de influencia. No se trata de una nueva preocupación ya que es una tensión que ha permanecido latente desde la década pasada, cuando la OTAN acordó con países como Rumania, República Checa y Polonia la instalación de escudos antimisiles. Ello fue entendido por Putin como una amenaza a la seguridad rusa y una falta de respeto al Tratado de Fuerzas Convencionales en Europa (FACE), un acuerdo de desarme firmado al final de la Guerra Fría. (2) Lo cual derivo en el abandono ruso del mismo. En esa dinámica, Rusia no quiere dejar librada al azar a Ucrania porque es una nación estratégica para los planes que tiene para la región euroasiática. Un avance de la OTAN y la UE, y la consecuente sumisión de políticas de Estado de ese país a los intereses de Washington y Bruselas sería una derrota flagrante para Moscú.
En el costado social y cultural, Ucrania, una nación que históricamente se ha caracterizado por no tener una identidad nacional definida debido a que a lo largo de la historia casi siempre ha formado parte de otras entidades supranacionales, experimentó los sucesos más importantes en ese sentido desde su independencia en 1991. El Euromaidan, más allá del apoyo y el financiamiento externo indirecto que haya tenido desde EEUU y Europa Occidental, es el símbolo determinante del cambio cultural que han traído las nuevas generaciones luego de una serie de gobiernos, tanto pro-rusos como pro-occidentales, que han fracasado en llevar adelante sus respectivos proyectos. Ello puede notarse en el nivel socio-económico de grandes capas de la población de ese país que aún no logran superar el modesto bienestar social con el que se vivía en los tiempos de la URSS. Los sucesos acontecidos el año pasado en dicha revuelta no han significado hasta el momento un mejoramiento en la materia y la dirección que las nuevas autoridades están dándole al Estado no es un buen indicador en ese sentido, pero en materia de identidad cultural y nacional se ha tratado de la consolidación de un proceso de nation-building (3).
El problema es que las medidas de carácter cultural impulsadas en un principio por las nuevas autoridades surgidas luego de la renuncia y exilio de Viktor Yanukovich, como la supresión paulatina del uso de la lengua rusa (utilizada en un mismo o mayor grado que el ucraniano para diversas áreas), entre otras, ha despertado la reacción de la elite y la población rusófona que reside en el este del país. Entre las cuales ya residía una sensación de descontento por los sucesos del Euromaidan. Ello, sumado a la política económica alineada a los intereses y demandas de Bruselas así como el vínculo creciente con la OTAN, genera un caldo de cultivo complejo para la relación de Ucrania con la vecina Federación Rusa.
Entre dos modelos
El sueño de las democracias liberales y el multilateralismo en todo el mundo encabezado por el bloque triunfante (EEUU y Europa Occidental) en los años siguientes al final de la Guerra Fría no fue una realidad completa, sino parcial. El experimento de introducir el libre mercado en los países que anteriormente habían adoptado un sistema basado en el socialismo real soviético fue negativo para amplias partes de sus respectivas sociedades que vieron empeorar su condición de vida. El multilateralismo y el fin de la historia pregonado por filósofos como Fukuyama se han estrellado en el barro del Realismo Político. Marcado por la consolidación del unilateralismo estadounidense en materia militar y la concentración económica de grupos de poder que ha contribuido a agravar la brecha existente entre sectores de altos y bajos ingresos. Los Estados y la sociedad civil perdieron poder ante el enriquecimiento de grupos económicos que se tornaron sumamente influyentes en la agenda política.
El fracaso de la doctrina neoliberal derivó en el surgimiento, dentro de distintos países, de experiencias políticas y sociales que marcan una diferencia en varios aspectos: Mantener lo bueno del viejo Estado social, inyectar recursos económicos a los sectores de mayor vulnerabilidad y generar puestos de trabajo mediante el agregado de valor en origen de recursos naturales y commodities. Los cuales, gracias a una coyuntura económica global que los revaloriza, se han transformado en fuentes de ingreso clave que han incrementado vertiginosamente el PBI de Rusia y otras naciones emergentes. Una forma diferente de capitalismo.
Rusia, luego de la desastrosa experiencia de gobierno de Boris Yeltsin, impulsor de las medidas económicas de ajuste y la conducta gansteril de los grupos económicos surgidos al calor de las reformas, ha tomado el camino mencionado a través de la consolidación en el poder de Vladimir Putin. Se fortaleció el Estado, surgió una clase capitalista afín al modelo económico implementado a partir del año 2000; Un capitalismo mixto con errores, ineficiencias y torpezas, pero en el que el Estado es rector de políticas sociales que revirtieron relativamente los catastróficos indicadores macroeconómicos de la Rusia noventista.
Ucrania, ante el avance del bloque de la OTAN y la UE cerca de sus fronteras, por un lado y con Rusia buscando reconstruir su poder en el espacio eurasiático mediante la implementación de un modelo de integración común y autónomo por el otro, se encuentra en una posición geopolítica delicada. Es un país que, en el seno de su clase dominante, se reproducen las condiciones externas que la acechan. Con una dirigencia partida en dos: los pro-europeos hacia el oeste y los pro-rusos hacia el este. Un ejemplo exacto que muestra el final de ese consenso geopolítico y económico global de los noventa.
Recuento de hechos
La escalada de tensiones en Ucrania se originó a partir de la negativa del ex presidente Viktor Yanukovich a firmar el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea en noviembre del año pasado. La sorpresiva acción del mandatario zigzagueante entre la postura occidental y la rusa ha derivado en la conformación de un movimiento social amplio en Kiev así como en otras ciudades del oeste ucraniano llamado Euromaidan. Un polo que demanda un mayor acercamiento al bloque europeo y la OTAN. Pero acusado de incluir a extremistas de derecha, recibir dinero y consultoría de diversas ONG como USAID. (4)
La tensión política y social causada por el Euromaidan culminó en la llamada “Revolución Ucraniana” cuyo resultado fue la renuncia y exilio de Viktor Yanukovich. Las nuevas autoridades ratificaron el acuerdo de asociación con la Unión Europea así como el alejamiento y despriorización de los asuntos concernientes al acercamiento e integración con Rusia en un mismo espacio junto a Kazajistán, Belarus y otras ex repúblicas soviéticas.
La reacción del bloque político y económico pro-ruso no se hizo esperar. Pues sectores prominentes de la población rusófona de Ucrania no reconocen a las nuevas autoridades ni la legitimidad de la revuelta (que es considerada, al igual que por el Kremlin, como un Golpe de Estado). Surgieron entonces protestas a favor de recomponer los lazos con Rusia. En algunas regiones, como la península de Crimea, se fue más allá. El Estado ruso, respondiendo al llamado de la colectividad rusa de esa zona, intervino de forma clave para anexarla nuevamente como territorio. Una zona clave, sobre todo, en asuntos militares.
Luego de ese hecho fundamental para el movimiento pro-ruso, emergieron tentativas similares en diferentes jurisdicciones con mayoría pro-rusa. Las protestas a favor de una anexión rusa o la federalización del territorio ucraniano se extendieron en todos esos territorios del sureste. La nota más sensible en el nuevo panorama ha sido la formación de ejércitos y el surgimiento de autoridades pro-rusas proclamadas vía electoral en Luhansk y Donetsk. Donde se constituyeron “Repúblicas Populares” alineadas a Moscú. La tensión inicial alcanzó niveles de beligerancia.
Peligrosidad del conflicto
El movimiento pro-ruso surgido en el este de ucrania es producto de un mismo sentimiento extendido a amplias partes del sector ciudadano con ese origen. El cual se ha fortalecido luego del rechazo del Euromaidan al dominio relativo de la cultura y de la elite pro-rusa en el Estado y parte de los estamentos sociales y económicos del país. Lo que nació como una lucha entre ambas elites (la occidental y la oriental) se extendió a toda la ciudadanía. El antecedente de la revuelta del año pasado ha sido la llamada “Revolución Naranja” en 2004 (5), la cual derivo con un pro-occidental, Viktor Yuschenko, como presidente. No obstante, la situación generada a partir del año pasado es más profunda y ha sido tanto extendida como agravada.
El epicentro de la insurrección pro-rusa, como se mencionó, es en Donetsk y Luhansk. Ambas son regiones industrializadas dominadas por la elite política y económica pro-rusa. Pero la población, a diferencia del consenso en Crimea alineado a la intervención rusa, está más dividida. También se han organizado protestas así como se intentaron constituir gobiernos alineados a Moscú y a favor de la federalización de Ucrania en Kharkiv y Odessa. Pero las tentativas fracasaron frente al avance de las Fuerzas Armadas Ucranianas. El desenlace en Odessa ha sido cuestionado dada la cantidad de muertos (42 manifestantes pro-rusos) que hubo en el proceso (6).
Comparada a la fantasmal toma del poder en Crimea, la revuelta en las mencionadas regiones del sureste de Ucrania se ha tornado sangrienta. En lo que va del conflicto hay aproximadamente 1.500 muertos del bando pro-ruso y 500 muertos del lado ucraniano, además de cientos de desplazados (7). Hay que incluir también la tragedia del avión de Malaysia Airlines volado por un misil Buk disparado desde el área de conflicto: 298 muertos. Aún se desconoce oficialmente quienes han perpetrado el acto. Pero se han instalado dos versiones cruzadas que apuntan por lado a la autoría de los rebeldes pro-rusos (difundida desde Kiev así como de gobiernos como EEUU y medios de comunicación occidentales) y por el otro, a la mano de la armada ucraniana detrás (divulgada desde el Kremlin y la agencia de Inteligencia Rusa FSB, alegando a la posibilidad de un atentado contra el avión que transportaba a Vladimir Putin desde Sudamérica a la capital rusa).
A la Federación Rusa, las acciones llevadas a cabo por los pro-rusos en Ucrania le han costado sanciones varias impuestas tanto por EEUU y países de la Unión Europea que alcanzan a empresas y bancos, algunos de ellos estratégicos. Luego de la explosión del vuelo de Malaysian Airlines la condena de occidente ha aumentado vertiginosamente. La posición de la Unión Europea es delicada en materia de imponer sanciones deliberadamente. Pues Rusia es el principal proveedor de gas del continente. Por su lado, el Kremlin devolvió el gesto imponiendo restricciones a importaciones de productos, principalmente agrícolas, estadounidenses, australianos y europeos.
Una ruptura definitiva de relaciones económicas y comerciales entre Rusia y Ucrania, por su parte, sería altamente costoso para ambas naciones. Que detentan, respectivamente, los dos mayores PBI de la región post-soviética. Las perdidas, en un escenario así, llegarían a los 52 mil millones de dólares (40 mil millones de euros) (8)
La participación de Rusia en el conflicto interno, con la anexión de Crimea (que responde, según el Kremlin, a un acto de reparación histórica (9)) y el aporte tanto logístico como financiero a los gobiernos instaurados en Donetsk y Luhansk, se desarrolla en base a una demanda de la población rusófona de Ucrania. Que se veía amenazada por los cambios de tinte nacionalista registrados en lo alto del Estado de ese país luego del Euromaidan. Esa intervención, si bien responde a intereses que, desde el lado rusófilo, pueden ser considerados legítimos, resultan cuestionables desde Kiev y desde parte de la opinión pública internacional que es operada de forma parcial, a favor de una alineación definitiva de Ucrania a la UE y la OTAN y que ven a la injerencia rusa como un acto de dominación en “su patio trasero”.
Los métodos de la intervención rusa son cuestionados. Pero no hay que dejar en penumbras lo que ha sido la participación de las Fuerzas Armadas ucranianas. Cuya intervención en la zona de conflicto no ha contribuido a buscar la pacificación sino todo lo contrario. Los más de 1.500 muertos en el bando pro-ruso hablan elocuentemente de ello. La actitud del gobierno electo de Petro Poroshenko no ha sido lo debidamente orientada a buscar poner un final al enfrentamiento bélico interno.
La salida: Federalización o balcanización
La situación en el este de Ucrania se encuentra en un punto de estancamiento. Los enfrentamientos bélicos en el marco de la llamada Guerra del Donbass (por la región donde se encuentran Donetsk y Luhansk), si bien no han elevado el grado de violencia, tampoco han mermado. Como producto de ello, hay cientos de familias desplazadas y se está gestando una crisis humanitaria Ambas partes; Gobierno de Ucrania y rebeldes pro-rusos que proclaman la Federación de Novorossiya (que conforman las “Repúblicas Populares”) están tomando posiciones tendientes a la radicalización. Poroshenko, el presidente de Ucrania, busca descabezar el movimiento pro-ruso, mientras que los rebeldes siguen determinados a lograr, como mínimo, la instauración de un régimen constitucional federal en Ucrania, en donde la minoría rusa sea respetada en paralelo con la priorización de la identidad nacional ucraniana. O en el extremo de los casos, oficializar la Federación de Novorossiya como Estado aparte alineado a Moscú.
El Gobierno ruso, en un principio, no parecía dispuesto a aceptar el giro del gobierno ucraniano hacia el camino tendiente a integrar, en el mediano plazo, la Unión Europea ni mucho menos la OTAN. De todas maneras, la situación en las regiones del este se ha agravado de manera tal que la única vía es la negociación entre Putin y Poroshenko de cara, en la medida de lo posible, a un acercamiento de intereses. Lo cierto es que, dadas las fuertes posturas de cada una de las partes, parece algo difícil. La salida más potable y que lesionaría menos la situación en Ucrania es una reforma constitucional que de un marco federal a ese país. En el cual sean integradas institucionalmente las demandas tanto de la parte occidental como la región donde la población rusófona es una relativa mayoría. En ese hipotético escenario, para la estabilidad de la región, Ucrania debería ser un puente entre el espacio de la UE y el euroasiático. Llegar a un escenario nacional de cohabitación que represente a ambas posturas y tienda lazos hacia fuera con ambos polos de poder geopolítico.
Si no existe una propuesta basada en la federalización o algún modelo similar, es difícil que el enfrentamiento armado pueda detenerse. Lo cual sería nefasto no solo para Ucrania sino también para Rusia, el resto de la región euroasiática y Europa. Ya se han visto las consecuencias del trágico desmembramiento de la nación yugoslava en la década del noventa; un país que se sumió en una guerra civil sangrienta y partido en siete nuevos Estados débiles bajo condiciones socioeconómicas asimétricas. Lo racional, entonces, es restaurar el orden y buscar una solución que beneficie a todas las partes involucradas en el conflicto.
Fuentes consultadas:
(1) “Unión Económica Euroasiática: Señal para la UE, , Alarma para EEUU” http://actualidad.rt.com/actualidad/view/129763-union-economica-euroasiatica-senal-ue-alarma-eeuu
(2) “Rusia abandona tratado que limita número de armas convencionales” http://eldia.es/2007-07-15/internacional/2-Rusia-abandona-tratado-limita-numero-armas-convencionales.htm
(3) “La “Nueva Ucrania” y su construcción nacional” http://www.passim.eu/la-nueva-ucrania-y-su-construccion-nacional/
(4) Euromaidan fue organizado por autoridades estadounidenses http://voiceofrussia.com/news/2014_04_07/Euromaidan-was-organized-by-the-US-authorities-American-researcher-1955/
(5) “La Revolución Naranja de Ucrania” http://www.foreignaffairs.com/articles/60620/adrian-karatnycky/ukraines-orange-revolution
(7) http://en.wikipedia.org/wiki/2014_pro-Russian_unrest_in_Ukraine
(8) “El coste de la ruptura de relaciones entre Rusia y Ucrania” http://es.rbth.com/economia/2014/08/07/el_coste_de_la_ruptura_de_relaciones_entre_ucrania_y_rusia_42521.html
“Putin firma la anexión de Crimea a Rusia” http://internacional.elpais.com/internacional/2014/03/18/actualidad/1395125826_603105.html
Los comentarios están cerrados.