MUSE, Myanmar, 4 de junio de 2014 (ACNUR) – La campesina Maran Jar Bu* estaba acostumbrada a los duros días de trabajo en el campo y a las largas caminatas para llegar hasta el mercado de su pequeño pueblo, en el estado de Kachin, al norte de Myanmar. Ahora tan solo se sienta frente al campamento de emergencia, sin poder trabajar o moverse libremente.
A sus 72 años, se encuentra perdida después de haber tenido que huir en repetidas ocasiones del conflicto entre el ejército de Myanmar y el Ejército para la Independencia de Kachin (KIA). Tras 17 años de alto el fuego, este se rompió en junio de 2011, y desde entonces más de 100.000 personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares.
Desde el 10 de abril, y a raíz de los recientes enfrentamientos entre el ejército y el KIA, más de 4.600 personas, sobre todo campesinos, han tenido que huir de sus hogares. Para algunos, este es su segundo o tercer desplazamiento. La mayoría de estos desplazados internos están ahora alojados en los campamentos de Man Win Gyi y Namkham, al sur del estado de Kachin, y en un alojamiento temporal en la ciudad de Muse, en el norte del estado de Shan.
“Este es mi cuarto desplazamiento”, suspira Maran Jar Bu. “Mi hogar… ya no sé dónde está. Supongo que es el último lugar en el que me alojé”. Su hogar actual se encuentra en el abarrotado campamento de Man Win Gyi, que acoge a unas 5.000 personas desplazadas, la mitad de las cuales llegó al campamento en el último mes.
El gobierno local y las organizaciones no gubernamentales, junto con el apoyo de organizaciones internacionales, están respondiendo a las necesidades más urgentes, tales como alimentos, agua potable, letrinas de emergencia y tiendas de campaña. ACNUR ha entregado carpas de emergencia para albergar a los miles de nuevos desplazados. Además, ha distribuido a unas 700 familias que huyeron con pocas o ninguna pertenencia, artículos de emergencia como mantas, utensilios de cocina, colchonetas, chapas de plástico, mosquiteros y kits de higiene.
El principal desafío para la respuesta humanitaria es sin duda la obtención de espacio y la búsqueda de lugares donde construir refugios temporales. La tierra disponible está limitada debido a la geografía de la región y a la constante preocupación sobre la seguridad.
“Estamos muy preocupados por la proximidad de los combates a las viviendas civiles y a los campos de desplazados internos, lo que supone una amenaza para la seguridad y la protección. En algunos casos, las personas desplazadas internamente (PDI) se han visto forzadas a huir dos, tres o incluso más veces, lo que agrava su situación y ocasiona ansiedad”, explica Ayaki Ito, representante interino del ACNUR en Myanmar, durante su visita a los campamentos en las últimas semanas.
Con la situación actual tan inestable, los nuevos desplazados no están seguros de si sus hijos deben comenzar el nuevo año escolar en sus lugares de origen o en los lugares de desplazamiento. También expresan su deseo de regresar cuanto antes, por temor a perder la temporada de siembra en junio.
“Yo ya estoy mayor y merezco pasar mis últimos días sin miedo. Solo quiero poder encontrar un lugar tranquilo; eso sería un gran alivio”, dice Maran Jar Bu, quien a pesar de las dificultades, no pierde la sonrisa.
El representante del ACNUR, Ayaki Ito, se preguntaba cómo podía estar tan positiva habiendo pasado por una experiencia tan terrible. Maran Jar Bu simplemente le respondió: “Me alegra mucho ver que están aquí porque eso significa que no nos han olvidado”.
Recordando sus potentes palabras como fuente de inspiración, Ayaki Ito dice: “El trabajo de ACNUR no solo consiste en meros indicadores de medición o cuántos artículos de emergencia se han distribuido. A veces simplemente consiste en la presencia de personas que escuchan sus historias, que de otro modo serían olvidadas”.
*Los nombres han sido cambiados por razones de protección.
Por Medea Savary en Muse, Myanmar.
Gracias a la Voluntaria En Línea Laura Salguero Esteban por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.
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