Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
Antonia Taleti nació el 1 de septiembre de 1941 en Rosario, ciudad en la que reside, provincia de Santa Fe, República Argentina. Es Profesora en Letras por la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario y Licenciada en Español como Lengua Extranjera por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral. Ejerció la docencia en instituciones de Enseñanza Media y en la UNR. Fue Miembro de la Comisión que elaboró el Plan de Estudios de la Carrera de Letras en la FHyA, donde tuvo a su cargo las cátedras de Análisis de Texto y Literatura Europea. Fue también miembro fundador del Centro de Estudios Orientales de la UNR y del grupo de gestión cultural “Cuando el río suena”. Participó en coloquios y congresos realizados en su país así como en Brasil, Cuba, México, Puerto Rico, Suecia e Italia. Fue incluida, entre otras, en las antologías “Poetas del Tercer Mundo” (2008), “Italiani D’Altrove” (con epílogo y traducción de Milton Fernández, Italia, 2010), “Cuentos batidos” (compilación de Fabricio Simeoni y Federico Tinivella, 2012) y “Rapsodia obertura” (2015). Publicó el volumen ensayístico “Itinerarios de lectura. La narrativa de María Elvira Zagarzazu”, en colaboración con Graciela Aletta de Sylvas (2003) y los poemarios “La voz que nunca alcanzo” (2004), “Río de paso” (2007) y “Cómplice en la mirada” (2014).
1 — Cómo te habrá llegado la poesía.
AT — El primer recuerdo que conecta con tu pregunta es una anécdota en la que aparezco ceceosa, a los cuatro años, recitando de memoria el “Romance del enamorado y la muerte”, que un familiar, estudiante secundario, repetía en voz alta cumpliendo una tarea escolar. De los siete años guardo la estampa y las sensaciones de un verano en un campo de la provincia de Córdoba, en el que cada atardecer la mamá de una amiga que me había invitado a pasar las vacaciones con ellos, nos leía a sus hijos y a mí “Tabaré”, del uruguayo Juan Zorrilla de San Martín. La poesía me llegó a través de la voz, del ritmo y de las imágenes que producían cierto encantamiento, un todo que no requería interpretación pragmática. La literatura está enlazada con mi vida desde el comienzo: mi padre era distribuidor de diarios, revistas y libros nacionales y extranjeros, y mi madre sigue siendo una voraz lectora. El acceso a material de lectura era cotidiano, y al día de hoy para mí un libro continúa siendo un objeto de deseo. Conservo los volúmenes de la Colección Robin Hood, Billiken, Editorial Molino, etc., con sus hojas amarronadas y algún lomo perdido. Me atrapó ese mundo, puerto de ingreso a todos los mundos posibles. Cursé la escuela primaria y hasta tercer año del secundario en el Colegio Dante Alighieri de mi ciudad, lo que me aportó el acercamiento a la cultura y la lengua italiana. Mi padre nació en Sicilia y mi madrina en Bologna; estas confluencias me instaron a sentir a Italia como mi patria de origen; así lo vivencié la primera vez que crucé el Estrecho de Messina: yo volvía a mi tierra. Me recibí de maestra en el Normal Nº 1; los dos años cursados en esa institución me acercaron a la pluralidad de voces, de ideologías, de elecciones, al significado de tomar una escuela, dormir allí a modo de protesta.
2 — ¿“Letras” te esperaba?…
AT — Era de esperar que ese fuera el paso siguiente, pero no lo fue de inmediato. Algún criterio de matriz laboral y también de sueños de justicia me inclinó hacia Abogacía. Cursé un año, rendí alguna materia, pero en ese entonces, otra vez las palabras sostenidas por la voz, aunque también cargadas de sentido atravesando el cuerpo, me llevaron hacia otro espacio: el teatro. Durante dos años formé parte del grupo de jóvenes que dirigidos por Carlos Mathus, nos nucleamos bajo el nombre de Teatro Independiente del Magisterio (TIM). Interpreté cuentos de Leónidas Barletta en “Y la rueda sigue girando”, poemas de Alfonsina Storni en un espectáculo a ella dedicado, fui Catherine Creek en “El arpa de pasto” de Truman Capote y poco más. No supe resistir la oposición familiar y abandoné. Fue una etapa apasionada y entrañable. EUDEBA (Editorial Universitaria de Buenos Aires) y Proteatro acaban de publicar “TIM Teatro. El audaz magisterio”, escrito por Ana María Rozzi de Bergel, quien integró desde el inicio este grupo teatral de avanzada y participó del desarrollo estético, cuya culminación fue “La Lección de Anatomía”, obra en la que también se desempeñó como directora repositora. Me llega el libro, Rolando, coincidiendo con tu propuesta de reportaje. Dos situaciones que me llevan a la revisión de recorridos, de tramos que pudieron ser caminos y se quedaron en senderos. Desconozco la nostalgia, no pienso en lo que pudo haber sido y no fue, tampoco me detengo en el cálculo del posible mañana, prefiero el gorjeo que escucho en este instante.
Y llegó el momento de empezar a estudiar en la Facultad de Humanidades y Artes. Elegí la carrera porque me gustaba leer y escribir. Nuestro plan de estudios se basaba en la lectura de obras consagradas en el canon de los países centrales europeos, literatura argentina, alguna materia más abarcadora como Historia del Arte, las pedagógicas y griego y latín. Escritura, nada. Algunos seminarios completaban la propuesta. El primero que cursé lo dictó un poeta: nada menos que Hugo Padeletti. Todavía conservo fichas donde compruebo cómo nos enseñó desde enumerar los versos, contar las sílabas, hasta distinguir recursos. Nos acercó a la poesía con una actitud reflexiva, a leer después del impacto, el andamiaje que lo sostenía. Lo reencontré muchos años después, ya no personalmente sino a través de sus poemarios, y desde allí continuó su clase magistral: “…la difícil extracción del sentido / es simple: / el acto claro / en el momento claro / y pocas cosas / verde / sobre blanco.”
Despojada, breve trazo, hendidura en el silencio, que me trae la resonancia de Juan Ramón Jiménez, su tránsito hasta alcanzar una poesía desnuda, no por rechazo a la vida sino por condensación en la palabra; la ilación natural me lleva a la “Generación del 27” con la vuelta a Luis de Góngora, que es adentrarse en el lenguaje mismo, en la exploración de sus límites, en la explosión de sus defensas. Y a la par está Antonio Machado desde “La plaza y los naranjos encendidos…”, la reescritura de proverbios y cantares populares hasta llegar a “El crimen fue en Granada”, porque desde la carne lacerada por la guerra la poesía también vocifera.
Así veo a la palabra inquieta, inquietante, que desacomoda, que a veces se adhiere a los talones del caminante y a veces es la “Flecha en la niebla. Identidad, palabra y hendidura” de Hugo Mugica, escucha de la voz que nunca alcanzo, o de “La pequeña voz del mundo” de Diana Bellessi, conexión con lo frágil, instantes de epifanía. En estos poetas me detengo, en su destreza para dar nombre a lo inasible.
Terminada la carrera de Letras comencé a trabajar en escuelas de nivel medio y posteriormente en el Profesorado “Nuestra Señora de Guadalupe”. En este tramo de mi vida me casé, tuve una hija y un hijo; al día de hoy mantengo el mismo estado, al que se suman tres nietos.
3 — Tramo como profesora y como alumna.
AT — Entre el lugar del maestro y el del alumno, siempre me ubico en el asiento de quien tiene mucho que aprender. Nunca abandoné el lugar de estudiante, por lo tanto cursos, seminarios, grupos de estudio, son espacios frecuentes en mis elecciones. Durante los años del Proceso Militar, cuando la facultad entró en un período oscuro, tuve oportunidad de acrecentar mi formación bajo la dirección del doctor Nicolás Rosa, en los grupos que se formaban fuera de los claustros: un saber de post grado que no anhelaba títulos. De él un frío registro podría decir Doctor en Literatura Comparada (Canadá), Profesor de Teoría y Crítica Literaria, Profesor Consulto de la Universidad de Buenos Aires, pero nadie que haya pasado por sus clases se conformaría con este retazo. Escucharlo era una experiencia de aprendizaje, el desborde del saber y de la palabra, abría espacios, aportaba autores que modificaban paradigmas desde disciplinas que estaban en plena ebullición, lingüística, semiótica, los estudios lacanianos, acercaba la sólida crítica a la ficción, era un placer, un estímulo. Su trabajo en la Facultad de Humanidades y Artes de Rosario fue potente: discípulos, estudios, congresos, sostienen su marca. He sido afortunada, en la década del sesenta alcancé a tener profesores como Oreste Frattoni, que el primer día de clase en primer año empezó a leernos el relato de Franz Kafka “La construcción de la muralla china”; después de algunas oraciones se detuvo a la espera de nuestra interpretación, qué podíamos decir a partir de las primeras imágenes y afirmaciones, y se quedó esperando, sin apuro; entonces aprendí que leer no es andar galopando sobre las palabras, sino detenerse en los indicios. En las clases de Literatura Argentina con el profesor Adolfo Prieto, se nos presentó la conexión entre la obra y el contexto, que años más tarde pudimos apreciar en profundidad con la publicación de la Colección Capítulo (del Centro Editor de América Latina).
Estudio constante y experiencia en el dictado de clases me posibilitaron integrar el cuerpo docente de la Facultad cuando volvimos a la democracia. Congresos, Jornadas, Simposios fueron ocasiones para presentar trabajos críticos y también para graduarme de viajera. Por el país y fuera de él. Ya avanzada mi carrera docente comencé a coordinar talleres de lectura y escritura para adultos. Tarea que al día de hoy sostengo. No he soslayado tareas de gestión con el fin de divulgar autores y obras. Presentaciones de libros, organización de cursos, lecturas y conferencias me encontraron dispuesta a colaborar. La idea de pensar en puentes que permiten pasar de la orilla del no saber a la del conocimiento siempre me atrae. Por esto no dudé en sumarme a la propuesta de Florencia Lo Celso de organizar un espacio de gestión cultural que propiciara lecturas, cursos y presentaciones de libros, atenta a las características de nuestra ciudad río donde arte y literatura tienen tantas voces y requieren espacios de difusión. El grupo de escritoras reunidas en “Cuando el río suena” también produjo una antología de poesía editada por el sello Vinciguerra y una producción audiovisual con imágenes del Paraná rosarino de Damián Giandoménico con nuestras voces y poemas.
Siendo directora de la Escuela de Letras la profesora Sonia Yebara se creó el Centro de Estudios Orientales dentro del ámbito de la FHyA, del que fui miembro fundador, espacio de rico intercambio de saberes del vasto mundo que genéricamente denominamos Oriente, basado en la necesidad de conocer culturas que se nos presentan como lejanas o ajenas; en él organizamos congresos que contaron con la participación de académicos argentinos y extranjeros.
4 — Y llegó la poesía.
AT — Salió a la superficie con forma de escritura. Primero es un modo de mirar, de percibir; a veces condensa en palabras y otras, se queda en pura vibración interior. Es la imagen, aroma, sonido, sabor, figura, contacto, que se resiste al olvido y que nos interroga; es un misterio de sentidos múltiples que procuramos develar poniéndole palabras, que nunca alcanzan. La poesía me acompañó siempre, como repetición primero, después como estudio, más adelante como búsqueda y finalmente, en la edad adulta tomó forma para ser compartida. Los años de estudio me habían dado a conocer a poetas en los libros, pero nada sabía de poetas que mi ciudad reconocía como propios. No existían para la currícula universitaria. En 1998 participé en el IV Congreso de Creación Femenina, organizado por la Universidad de Bayamón, en Puerto Rico. Allí la vi por primera vez, escuché su ponencia, supe que era poeta y rosarina: Concepción Bertone. Más tarde, leí en un diario que ella ofrecía un taller de poesía. Para ese entonces yo ya disponía de suficientes hojas acumuladas y sin destino, como para decidirme a llamarla. Su taller tenía algo de mágico y sagrado, todo confluía para que así fuera: se dictaba en una librería “de viejo”. Concepción mostraba a los integrantes del grupo —Marcelo Juan Valenti, Esmeralda Suhurt, Diego Tejedor y yo— lo mejor que un maestro puede exhibir: su pasión, su convicción por lo que hace. Atesoro el recuerdo de ese tiempo a partir del cual empecé a conocer a mis pares. Una pregunta de Marcelo Juan Valenti —“¿Qué esperás para publicar?”— me ayudó a reflexionar y tomar la decisión de exponerme: “La voz que nunca alcanzo” fue el título. Años después, cuando la poeta Diana Bellessi accedió a leer el borrador de mi segundo libro e hizo las observaciones que ella evaluó necesarias, en ese intercambio se recreó la magia, otra vez la palabra poética trazaba un círculo que encierra algo sagrado. Adentrarse en la palabra del otro, trabajar sus límites y potencialidades, requiere no solo sabiduría sino también delicadeza, porque se roza el misterio de algo íntimamente humano. Concepción y Diana saben lograrlo. Dos experiencias que recuerdo, cuando la duda acecha.
5 — Mencionaste ya a Puerto Rico. Contanos sobre tus participaciones en otros congresos.
AT — Los congresos son instancias de encuentro a partir de problemáticas que nos interesan. Es el cara a cara con el semejante hasta ayer desconocido. Los congresos relacionados con Lengua y su espectro visualizan la extensa trama de personas que en Latinoamérica, por ejemplo, trabajan cotidianamente para que la palabra mantenga su rebeldía frente a la opresión, para que exprese identidades. En el sistema de intercambios que prevalece en nuestra sociedad, solo algunos nombres trascienden la frontera local y alcanzan circuitos más amplios de circulación. Los congresos dan la posibilidad de descubrimientos y difusión. Evoco con gratitud los Encuentros de Escritoras que en varias oportunidades organizó Angélica Gorodischer. Esa labor inmensa nos permitió conocer a tantas mujeres que provenían, en relación a nuestra ciudad, de sitios cercanos o remotos con una obra literaria consolidada en su haber, pero escasamente divulgada entre nosotros. Ya que mencionamos a Puerto Rico, destaco a la narradora Marta Aponte Alsina, y si pienso en México recuerdo el taller de Teoría y Crítica Literaria “Diana Morán”, y dentro de ese espacio a la académica argentina Ana Rosa Domenella (pero no creo que aquí se trate de establecer listados, que siempre resultan mezquinos).
Las ponencias con las que participé elegían como tema la escritura de mujeres, aunque no exclusivamente. Algunos ensayos fueron individuales y otros, en colaboración con la doctora Graciela Aletta de Sylvas.
6 — Fuiste asesora literaria de un programa radial.
AT — “Desobedientes y descalzos” es un programa semanal creado y conducido por la actriz Mónica Alfonso; se difunde por Radio Universidad de Rosario. En el inicio colaboré en la selección de un corpus de cuentos y poemas que ella interpretaba en las audiciones. A la nómina de narradores reconocidos pude sumar nombres de valiosos escritores locales como Delia Crochet y Marta Ortiz, entre otros. En 2010-2011, una vez por mes, me integraba no solo eligiendo un relato sino también efectuando un análisis del mismo, una especie de taller literario al aire.
7 — En tanto en 1998 obtuviste una Primera Mención en el género cuento, en el cuento incursionaste.
AT — Me sobran dedos de una mano para contar las veces que participé en concursos literarios. No tengo nada en contra de ellos, es más, recomiendo a mis alumnos que lo intenten. Personalmente carezco de esa ejercitación para concretar el trámite, no me informo, se me vencen las fechas, me olvido. Sin embargo, hace dieciocho años la Convocatoria del Centro de Estudios Interdisciplinarios sobre las Mujeres (FHyA) me encontró con un cuento que yo acababa de escribir, cuya temática conectaba con la propuesta; también el lugar donde debía llevarlo estaba dentro de mi recorrido habitual y allá fue “Buen día, Selmi”, que obtuvo la primera mención.
Escribo cuentos, a veces. En su mayoría, están inéditos. Tienen un tono muy distinto a la poesía, una resolución más ágil y llana; la poesía está más encriptada. He terminado en estos días un relato que tal vez tantee el arduo camino de la edición.
8 — Tengo conmigo mi ejemplar de “Italiani D’Altrove”. Allí, en tu presentación (en italiano), te referís a figuras y circunstancias significativas.
AT — La invitación a participar en la antología “Italiani D´Altrove”, propuesta del escritor uruguayo Milton Fernández, donde vos y yo hemos compartido páginas, me llevó a reflexionar sobre mi relación con Italia y de allí a consolidarla. En la presentación establezco tres nexos que me unen con la península.
“La primera relación con Italia me llega a través de la figura de mi abuela, de las anécdotas que se contaban de esta mujer fuerte, que murió cuando yo era todavía muy chica y que me dejó en herencia su recuerdo y su nombre: Antonia.
(…)
El segundo nexo con Italia lo establezco a partir del estudio de la Lengua y la Literatura que me ofrecieron en el Instituto Dante Alighieri de Rosario, donde cursé la escuela primaria y parte de la escuela secundaria.
(…)
El último lazo lo debo a mi madrina, una agradable boloñesa interesada en el arte que amaba a los animales y a las plantas y que me enseñó canciones como ‘C´era un grillo nell campo di lino…’.”
9 — Es a la lectora más o menos habitual de literatura en idioma italiano a quien le pregunto qué novelistas, cuentistas, poetas italianos prefiere y porqué.
AT — Luiggi Pirandello podría iniciar el recorrido, por su reflexión sobre el ser, la pregunta filosófica más allá del momento o el lugar donde surja. Uno, nessuno e centomilla. Los escritores que me interesan son aquellos que tienen un trabajo sobre el lenguaje y las estructuras y conectan con una mirada sobre lo social o individual. Es una combustión difícil, el encuentro de cómo escribir el tema irrenunciable para cada autor. En desorden, nombro a Antonio Tabucchi mientras pienso en “Sostiene Pereyra”, a Vincenzo Consolo en “La sonrisa del ignoto marinero”, a Leonardo Sciascia en “El día de la lechuza” y “El caso Moro”, a Andrea Camilleri no solo creador de la serie del comisario Montalbano, sino de historias como “La toma de Macalé”. Releo “Las ciudades invisibles” de Italo Calvino y desearía volver a “Si una noche de invierno un viajero” y a revisar su propuesta teórica. Actualmente, el desafío que propone la New Italian Epic me parece una evidencia de la vitalidad de la literatura italiana.
De los poetas italianos vuelvo a Giacomo Leopardi, Salvatore Quasimodo, Eugenio Montale, Giuseppe Ungaretti pero, preciso aclarar que soy lectora de poesías, no de poetas, lectora de textos, no de autores.
10 — Te transfiero, aunque con formato de preguntas, declaraciones del escritor Marcelo di Marco: ¿El arte tiene que molestar? ¿Ya no hay modelos en nuestra vida cotidiana?
AT — Pienso en el arte como una experiencia de percepción que abre sentidos, que amplía el horizonte, que aporta puntos de vista desde los cuáles reflexionar, donde se sostiene un criterio estético. El arte es creación que no tiene que dejar indiferente, que tiene que movilizar, que desacomodar. Molestar, fastidiar, no es un objetivo, puede ser una consecuencia. La visión de mundo del sujeto creador deja su impronta en la obra. ¿Modelos en la vida cotidiana? Sí que existen, hay modelos a seguir y otros, a destruir. Es la dinámica de las relaciones generacionales.
11 — ¿Algún pormenor respecto a cómo leés cuando algo te entusiasma?
AT — Marco con resaltador amarillo los párrafos que me interesan, efectúo anotaciones en el mismo libro. Es un placer sentarme a leer como si me sentara a escribir. Nada original.
12 — Has publicado tres poemarios: ¿qué considerás común entre ellos?
AT — Los títulos indician un recorrido. En común tienen la búsqueda de la palabra que exprese lo inefable, lo que va más allá de nuestros límites, esa presencia de algo sagrado o divino que a veces vislumbramos. Por eso siempre es intento, interrogación, tratar de escuchar “La voz que nunca alcanzo”. El segundo libro, “Río de paso”, agrega el oxímoron del instante para siempre; por último, la invitación a compartir, a encontrar a los pares en “Cómplice en la mirada”, que conlleva la idea de transgresión relacionada con el par escritura–lectura.
13 — Dentro del género narrativo preferís…
AT — …las novelas. Admiro la capacidad de crear un universo que tienen los novelistas, se asemejan a los directores de cine. Me los imagino por meses habitando en mundos paralelos. Los cuentos de Borges, Cortázar, sí, pero no leo cuentos con frecuencia. Y poesía porque me gusta y porque pretendo escribirla. ¿Podemos entrever la cantidad de libros publicados y fantasear en los que quedan relegados? ¿Lista de autores? Los ya mencionados y los que salen al cruce por recomendación de amigos, de críticos, de libreros. Encontrarse con libros para leer es una casualidad más.
14 — Uno de los personajes de la novela “El mundo deslumbrante” de Siri Hustvedt, declara: “…la simpatía no sólo está sobrevalorada sino que además resulta mucho menos atractiva de lo que suele afirmarse.” ¿Coincidís?
AT — En la base etimológica de la palabra simpatía está la idea de coincidir en la experiencia, de ser solidario, un término positivo. Si lo llevamos a un gesto superficial, se devalúa, pierde solidez. Hay un vocablo que en estos tiempos ha perdido su sentido, y es amigo. El uso impuesto por las redes sociales cambió su significado. ¿Alguien puede creer que tiene 3.500 amigos porque así aparecen en Facebook? Lamento esa pérdida porque la amistad es una relación sutil, generosa, que incluye la simpatía y el conocimiento profundo del amigo, relación que hay que cuidar como todo lo valioso, para que perdure.
15 — ¿Advertís que algunos recuerdos han ido cambiando en vos a través del tiempo?
AT — Creo que puede modificarse la valoración de algunos hechos del pasado. El recuerdo es un relato como la imagen de una foto, queda lo condensado y se desdibuja el original. No estoy pendiente del pasado, tenemos un presente alborotado que consume el tiempo. Mi memoria es arbitraria y desordenada, supongo que es la libertad de mi subconsciente de decir qué conserva y qué deja pasar. Lamento que de mis recuerdos preponderen las impresiones generales.
*
Antonia B. Taleti selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:
A la intemperie
Estaba a la intemperie
cuando el pájaro picoteó
su alimento, toda
sangre, carne, huesos
mientras el río frotaba
las piedras ágilmente.
También pelos y uñas
rodeada por montañas.
A la intemperie
desnuda,
con los ojos abiertos,
tratando de escuchar
la voz que nunca alcanzo.
Alguien plantó el misterio y nos observa
en un juego de ciegos
oler, palpar, lamer
la presa equivocada.
(de “La voz que nunca alcanzo”)
*
Infancia
Bordeaba el margen lluvioso
un charco de enero.
Era chica
supe que ese instante
se condenaba al vacío
si no lo aferraba.
Lo guardé… para alguna vez.
Poesía, memoria de charcos.
(de “La voz que nunca alcanzo”)
*
Tendiste la niebla compacta y leve sobre el río
telones de gasa cubrieron el puente, las islas.
Desde allí llamabas sin manos y sin voz
solo un perfil alentando el secreto
en el ritual de un domingo de mañana.
Sin conocerte avanzo expuesta a esa luz blanda y húmeda
abandonada toda defensa busco tu imagen, tu palabra
y desde la orilla que me retiene ruego
que no sea cierto el perro lanudo, husmeante
los vidrios rotos
los desperdicios
ni siquiera el chasquido de las olas
ni la bandada de largos picos
que el hombre en medio de los charcos
no sabe, no puede nombrar.
Solo vos, entreabierto llamando.
(de “Río de paso”)
*
Húmeda
pegada a las baldosas
de la vereda, la hojita
aferrada al instante se ofrecía
humilde y sabia.
En el umbral, estremecida
yo esperaba.
(de “Río de paso”)
*
Del amor desconocido
me gustan las maneras
a qué budacristoalá
o como lo llamen
dar las gracias por
el árbol florecido
el solcito detrás del vidrio
el abrazo del compañero
la cerveza compartida.
(de “Cómplice en la mirada”)
*
Intermitente gotea el lila
y reverbera en vida desde la vereda.
Es un haz intenso el que atravieso.
¿Quién mira este escenario donde juego
mi breve paso de comedia?
Es octubre azul en Rosario y puedo verlo.
(de “Cómplice en la mirada”)
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las ciudades de Rosario y Buenos Aires, distantes entre sí unos 300 kilómetros, Antonia B. Taleti y Rolando Revagliatti, 2016.
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