Las manadas suelen seguir al león, atisban ferocidad sólo detrás del líder, sucumben a la naturaleza del felino para terminar comportándose como un simple rebaño de ovejas.
Qué drástico doblez ejecutan las mujeres morenistas al guardar un silencio compilador de complicidad, cuando los ejes patriarcales de su messías moral (Andrés Manuel López Obrador) minimiza la violencia de género, invisibiliza el acoso y desdeña los feminicidios.
Hoy muchas mujeres morenistas están convertidas en lo que tanto critican. Se erigen como figuras patriarcales que avalan un discurso hipócrita donde las violencias se ignoran, si apuntan a la ineficiencia de un gobierno de la cuarta transformación que ha hecho del discurso feminista, el gran vacío de palabrerías donde se descalifican e ignoran las voces de las mujeres en México.
¿Dónde están las mujeres morenistas que hablan de igualdad, de la caída del patriarcado, de la defensa en manada, de tomar la voz contra los agresores y acosadores?
¿Dónde quedaron las mujeres insignia de Morena que se bañan con el agua bendita de la pulcritud sin memoria como para ignorar las voces de mujeres violentadas que visibilizan desapariciones y feminicidios?
Están y siguen ahí, calladas, silenciosas, avalando la ignominia de un gobierno que se resiste a mirar la violencia y el acoso de mujeres agredidas incluso por sus propios ideólogos como el inefable Pedro Salmerón.
¿Dónde quedaron las voces de Beatriz, de Claudia, de Tatiana, de Citlalli?
Muchas mujeres de Morena han pasado a ser violentadoras profesionales agazapadas en la calumnia y buscando escudarse en el anonimato para atacar lo que atenta contra la idolatría de sus figuras de sal.
Ellas no sólo se han vuelto patriarcales, también desde los raceros muros de la política, cobran y viven de los recursos que les acercan los violentadores.
Atacar a las mujeres se ha convertido entre las morenistas el argumento para contener, el doloso discurso gubernamental cuando se habla de violencias.
Muchas de ellas hoy avanzan convencidas de ser manada cuando en la realidad se han convertido en parte de un rebaño.
Algunas más, se escudan en la simulación forjada que da el fanatismo de la conveniencia sexenal.
Es una afrenta para las mujeres en México mirar el ala de las izquierdas donde las morenistas se amordazan gustosas para no quebrantar la línea del Tlatoani.
Muchas historias de violentadoras esperan la develación, sobre todo cuando el pasado en cualquier momento corre el riesgo de convertirse en un arriesgado y escandaloso presente.
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