El valor no es algo puramente subjetivo, ya que es objeto de argumentación racional. No existe una dicotomía tajante entre hecho y valor. El gran filósofo norteamericano Hilary Putnam la critica en su libro el desplome de la dicotomía hecho-valor y otros ensayos. Parte de la acertada afirmación de la imbricación de los hechos y valores éticos en la realidad cotidiana y en las acciones que se realizan y en las conductas y decisiones.
Es evidente que los juicios están condicionados por la cultura y el contexto social, pero buscan la validez objetiva. Y es algo lograble con racionalidad y capacidad de análisis desde un enfoque ético coherente que respete la dignidad humana.
Como escribe Putnam «La solución no es ni abandonar la posibilidad misma de discusión racional ni buscar un punto arquimédico, una “concepción absoluta” ajena a todo contexto y situación problemática, sino –como Dewey enseñó a lo largo de toda su vida- investigar, discutir y tantear las cosas de una manera cooperativa, democrática y, por encima de todo, falibilista». Y la aplicación de la imbricación de los conceptos éticos densos con las actitudes o conductas económicas pertinentes es una tarea que puede producir enormes beneficios sociales.
Es lógico que el mismo Putnam de a entender que los planteamientos de Amartya Sen son los deseables para la consecución de una confluencia mayor entre la ética y la economía. Ya que Sen escribe en el párrafo final de Sobre ética y economía «Pero la argumentación a favor de acercar más la economía a la ética no descansa en que ello sea cosa fácil, sino más bien en las recompensas de esta práctica.
Tal como he argumentado, puede esperarse que estas recompensas sean bastante grandes». La moral trata sobre cuestiones de hecho o fácticas. Se entiende que un filósofo como Hume que se oponía al cognitivismo en ética o al predominio de la razón en los asuntos morales afirme la existencia de una cierta sabiduría ética basada en el arte de pensar sobre las acciones humanas, de modo imparcial y coherente.
Sería lo que justifica su emotivismo moral fundamentado en el sentimiento de aprobación o desaprobación de los comportamientos concretos. Bueno sería lo que aprobarían la mayor parte de los sujetos bien informados e imparciales. Ante los actos negativos el sentimiento de censura sería algo inevitable aplicando un sentido común bien informado.
La distinción entre hecho y valor no debe servir para la eliminación de la discusión racional y del pensamiento, todo lo contrario. La justificación de los juicios de valor es lo que reafirma la necesidad de los buenos comportamientos de las personas.
Es perfectamente entendible que Putnam diga: «He argumentado que los juicios de razonabilidad pueden ser objetivos y que poseen todas las características de los juicios de valor». Desde una perspectiva filosófica pragmatista parece evidente que el conocimiento de los hechos presupone el pensar en los valores.
Existen exigencias que nos imponen los valores éticos. Son lo posibilitado por una ética discursiva con un contenido fundamentado en una investigación racional y en principios fundamentados en una ética que también debe ser dialógica y estar inspirada en algunos aspectos de la deontología formalista de la ética kantiana.
El realismo directo de Putnam establece que la experimentación del mundo es lo realmente efectivo. Si bien también ha afirmado en su última etapa de pensamiento un realismo interno influido por Kant que destaca el valor de las categorías del pensamiento en el conocimiento del mundo o de la realidad empírica. Putnam, en su último periodo de vida, se interesó especialmente por la justicia social y por las cuestiones políticas y económicas, con un positivo neopragmatismo.
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