En el caso de que haya alrededor algún bosque autóctono, las especies de árbol, helecho y algunas herbáceas típicas de dichos bosques penetran debajo de las plantaciones de pino, sin necesidad de actuación alguna. De esta forma, se puede conseguir en cierta medida la restauración del bosque autóctono, gracias al proceso denominado sucesión ecológica. Es la conclusión a la que ha llegado el grupo de Paisaje, Biodiversidad y Servicios de Ecosistemas de la UPV/EHU en la investigación realizada en las plantaciones de pino de Bizkaia. El trabajo ha sido publicado en la revista Forest Ecology and Management.
En muchos países europeos, los agentes dedicados a la silvicultura han comenzado a tener en cuenta la gestión sostenible de los bosques. Como consecuencia de ello, se ha empezado a dar mayor importancia a la restauración e impulso de los bosques autóctonos. “La silvicultura vive un momento muy especial, como consecuencia del descenso de rendimiento de las plantaciones de especies exóticas de rápido crecimiento”, comenta Ibone Ametzaga, miembro del grupo de Paisaje, Biodiversidad y Servicios de Ecosistemas de la UPV/EHU.
Hoy en día, el bosque mixto autóctono, es decir, el que tiene como especie predominante al roble (Quercus robur), “no ocupa más que el 3% de la superficie que podría ocupar en Bizkaia y Gipuzkoa”, explica Ametzaga. Sin embargo, este grupo de investigación ha concluido que los robledales realizan una aportación mucho mayor que las plantaciones al bienestar de la sociedad. Han llegado a esta conclusión al desarrollar en Bizkaia el Programa Internacional de Evaluación de Ecosistemas del Milenio. Dicho programa consistía en evaluar los servicios ofrecidos por los ecosistemas.
Se denominan servicios a los beneficios que obtiene el ser humano de los ecosistemas. Además de su valor como elementos de ocio, paisajísticos y educativos, los bosques ofrecen alimentos y madera, fijan carbono, y así colaboran en la regulación del sistema climático global; participan en la depuración del agua; forman suelo y ayudan a frenar la erosión, etc. En estos aspectos, los bosques autóctonos “ofrecen mejor servicio, manteniendo la biodiversidad local o acumulando más carbono. Al ser árboles de turno más largo, porque crecen más despacio que las plantaciones de pino, además, su gestión produce menos perturbaciones en el sistema”, explica Ametzaga.
La intervención, obligatoria, para lograr la restauración
Como consecuencia de la crisis que vive la silvicultura, “hay muchas plantaciones de pino al final de su turno. Este hecho nos ha permitido observar cómo se da la sucesión ecológica en estos sistemas”, comenta Ametzaga. La sucesión ecológica es la evolución natural que sucede en un ecosistema, impulsada por la competencia o dinámica de las especies del lugar y de alrededor. “En los últimos años de las plantaciones de pino, al no hacerse ni limpiezas, ni entresacas, ni podas, las semillas que llegan de los bosques aledaños salen adelante en las condiciones ofrecidas por los pinos. Hemos visto que, principalmente, son los árboles y helechos típicos y algunas herbáceas las que mejor se adaptan a ese ambiente”, añade.
A la vista de esos resultados, Ametzaga propone que “en algunas zonas, las plantaciones de pino pueden ser utilizados para llegar al bosque autóctono, aprovechándose de la sucesión ecológica”. Cuanto más viejas o antiguas son las plantaciones, además, más rico es el bosque que se desarrolla de ellos, y más parecido es al bosque mixto autóctono”.
No obstante, Ametzaga indica que, llegado un momento dado, cuando las plantaciones tienen alrededor de 25-30 años, sería necesario tomar otro tipo de medidas, para conseguir unos bosques mixtos diversos. “Para equipara la composición de especies a la de los bosques mixtos autóctonos, habría que realizar una gestión adaptativa: ir eliminando los pinos, introducir las especies que no han podido llegar por sí mismas, etc. Gracias a esto, se conseguiría introducir el bosque autóctono en un periodo de tiempo corto”.
Los comentarios están cerrados.