Los españoles han votado y el panorama político sigue siendo complejo. El desbloqueo político no creo que esté garantizado. Pedro Sánchez ha dicho que sí va a gobernar de modo pleno en la noche electoral. Lo de seguir con una presidencia en funciones parece que va ser cosa del pasado. No estoy seguro de que esto vaya a suceder. Ábalos ya ha afirmado que no quieren un gobierno de gran coalición.
Los socialistas ponen dos líneas rojas y no van a pactar con el PP y con Vox. La propuesta para el desbloqueo del ganador de las elecciones parece que pone la mayor responsabilidad en Podemos y Esquerra Republicana de Cataluña.
El gran perdedor de la votación ha sido Albert Rivera. Javier Nart que desde hace meses no está en Ciudadanos ya preveía lo que iba a suceder de modo aproximado. Y es entendible. Considero comprensible la dimisión y la salida de la política de Rivera, que se dedicará a su actividad como abogado. También podría haber seguido, pero el varapalo que ha sufrido su formación política ha sido descomunal. Ha quedado reducida, de momento, a una función residual y no de bisagra decisiva. También es cierto que Ciudadanos, tal vez, pueda volver a ser un partido con más escaños en el futuro.
La mayoría de los votantes se ha decantado por los partidos clásicos y con más historia como son el PSOE y el PP. El avance espectacular de Vox está causado por el problema del independentismo en Cataluña y porque el clima de malestar social ha crecido en los últimos meses, por la mala marcha de la economía y también por el paro, entre otras razones.
Considero que se ha vuelto a una especie de concentración de los votos en los partidos más fuertes. Más País ha logrado tres escaños muy por debajo de sus expectativas. Lo más útil sería, quizás, que hubiera dos grandes bloques, la izquierda y la derecha, de un modo similar a Estados Unidos o Reino Unido con laboristas y conservadores. Porque la división y fragmentación de los votos hace necesaria una negociación que puede llegar a ser muy ardua. Y lo peor es que, si los partidos implicados en la misma no ceden suficientemente, podemos volver a nuevas elecciones con Sánchez en funciones. No es descartable, en absoluto. La propuesta en el debate a cinco del presidente Pedro Sánchez de que, si no se llega a pacto o coalición de gobierno, debe ser investido el candidato con más votos no fue aceptado por el resto de partidos de forma explícita. Y, esto mismo, da una idea de lo difícil que va a ser desbloquear la situación política actual.
Pablo Casado ya muestra su intención de estar a la espera de lo que ocurre. En el hipotético caso de que fracase en el diálogo Sánchez y su equipo negociador, el líder del PP ha dado a entender que quiere ponerse a negociar para su posible investidura. Los números dan para una coalición de izquierda pero depende de lo que cedan los dirigentes de las formaciones políticas. No soy muy optimista al respecto. Ahora bien, desde mi análisis el máximo responsable de lo que suceda es el señor Sánchez, ya que tiene la obligación política de llegar a un pacto de gobierno cediendo lo que sea necesario. El bien general es más importante que los intereses partidistas y que el mismo poder. La resistencia es una cualidad valiosa, pero el interés de España y de los españoles está por encima de las luchas de poder entre partidos.
Podemos ya se ha ofrecido a dialogar con los socialistas. Debería haber moderación y responsabilidad en el diálogo porque, de lo contrario, seguiremos como estábamos estos últimos meses. Y no sirve de nada que los mismos partidos se echen la culpa de no llegar a una coalición de gobierno. Los ciudadanos ya no lo entenderán.
Si no se forma un pacto de gobierno la situación social llegará a niveles de malestar y crispación nada deseables en un país democrático. Existen problemas sociales de gran calado que no pueden esperar. Más de un millón de familias tienen a todos sus miembros en el desempleo, con lo que esto supone. La precariedad en el campo laboral está a la orden del día, por desgracia. El trabajo basura no ha desaparecido sino que es abundante. En definitiva, desigualdad creciente.
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