La explotación infantil es una lacra social

La explotación infantil es una lacra social

Se ha divulgado un estudio preparado por el comisario de la Infancia acerca de los elementos que llevan al peligro de exterminio y descalabro, por el ataque, que padecen chiquillos menores de cinco años en Nueva Zelanda, país que tiene uno de los roles más altos de maltrato infantil entre los países opulentos.

Por otra parte, en Guatemala hay cerca de un millón de niños que trabajan en una situación precaria. Ante esta explotación las autoridades del país han lanzado una campaña publicitaria en contra del trabajo infantil bajo el eslogan “No te laves las manos. El trabajo no es cosa de niños”. Este spot ha sido galardonado en el Festival Publicitario de Cannes.

Kenneth Opwonya, un muchado de 18 años, que se evadió del Ejército de Resistencia (LRA), en el septentrión de Uganda. Escuálido y bajito, como la mayoría de los ugandeses, razona con un tono exiguo y con una mirada lúgubre y profunda, acerca de su experiencia como cautivo del LRA. Diserta de cómo fue forzado a asesinar y ejecutar crueldades contra su voluntad. “Cuando los rebeldes te decían que tenías que matar a alguien, si te oponías, te mataban ellos o le decían a otra persona que te matara, con sus propias manos”.

Así mismo, Anesvad viene lanzando una campaña para recuperar las niñas esclavas para formarlas y que accedan a un trabajo digno, bajo el eslogan: “El tráfico sexual es un destino marcado por la miseria para muchas niñas del Sudeste Asiático”.

Esa esclavitud de los niños es la que han denunciado dos organizaciones norteamericanas; Human Rights Watch y Domestic Child, en sendos informes hechos públicos. Para estas criaturas su paga se limita a la vianda y algo para vestir.

Según las Obras Misionales Pontificias, las cifras de los niños esclavos son espeluznantes; 14 millones de huérfanos a causa del sida; la mitad de los 600 millones de niños pobres del mundo; 130 millones no acuden a la escuela; 180 millones padecen desnutrición; 250 millones sufren explotación laboral, y un millón de menores caen en las redes del comercio sexual.

“Cuando hacéis con la violencia derramar las primeras lágrimas a un niño, ya habéis puesto en su espíritu la ira, la tristeza, la envidia, la venganza y la hipocresía”, escribió Azorín.

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