Vivimos en una cultura de la muerte, que nos rodea por todas partes, aunque esté oculta tras los ropajes del consumo y bienestar. Basta profundizar un poco para que esta indigencia mortal se presente tal como es, con un egoísmo feroz, una violencia agresiva y el poco respeto por la vida que es un don divino.
Desde el corredor de la muerte, Kelly Gissendaner, caminaba hacia su destino fatal. Ha sido la primera mujer en ser ejecutada en el estado de Georgia. Fue condenada a muerte en 1998 por convencer a su novio de que asesinase a su esposo.
Randall Savage, de la estación local de televisión WMAZ, describió sus últimos momentos. “Ella se disculpó por lo que hizo. Dijo que lamentaba que ese hombre increíble perdiera la vida a causa de ella, y una vez iniciada su ejecución comenzó a cantar ‘Amazing Grace’ y la siguió cantando durante la agonía”.
La inyección letal con la que se eliminan a muchos condenados a la pena capital puede provocar un gran sufrimiento en los momentos finales, contrariamente a lo que aseveran los protectores de la pena de muerte, según el estudio difundido por Human Rights Watch.
Estados Unidos y China encabezan el ranking de los países con mas condenas a muerte. Han sido ejecutados mas de 2.000 condenados en 22 países y juzgadas mas de 5.000 personas, según comunica Amnistía Internacional. Se mantiene la pena de muerte en casi todos los nuevos estados del continente africano, en los países árabes, en algunos países orientales y en Rusia.
Por otra parte, en Japón se ha reavivado la pena capital en los últimos años con la modalidad de los ahorcamientos, una práctica cruel y medieval para una nación avanzada y tecnológica como es el Imperio del Sol Naciente. Por último, la Comisión de Derechos Humanos de la ONU ratificó una resolución en la que se pedía, a todos los países del mundo, prohibir la pena de muerte, proteger la dignidad y los derechos inalienables de la persona humana, en todos los momentos de su existencia, desde la concepción hasta la muerte natural.
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