Veinticuatro horas en el Palacio Presidencial le tomó al nuevo presidente de El Salvador, Nayib Bukele, tomar una decisión que no solo marcaría el inicio de su Gobierno sino que también curaría unas heridas que no terminan de cicatrizar para el pueblo salvadoreño, pero que ahora duelen menos cuando se mira hacia atrás y se siente que, al menos simbólicamente, alguien recibió su merecido por sus acciones contra la humanidad. En su primer día como presidente, Bukele dio la orden de retirar de un cuartel el nombre de Domingo Monterrosa, el militar detrás de la Masacre del Mozote.
Este pequeño gesto, que en nada resuelve la situación económica o de seguridad de los salvadoreños, tiene un simbolismo inmenso pues marca el rompimiento con un estilo de gobernanza que dio la espalda al pueblo y recibe el nacimiento de un paradigma de gobernanza basado en poner el oído en las necesidades de la población y dejar que sus voces lleguen a lo más alto de la cadena de mando. Este pequeño gesto puede ser visto como populismo por algunos o como justicia restaurativa por otros, pero en el peor de los casos la realidad es que los gobiernos anteriores tuvieron la oportunidad de reivindicar a las víctimas del Mozote y no lo hicieron. Sean cuales fuesen los motivos de la decisión, la decisión al fin fue tomada. Ese pequeño gesto de escuchar el reclamo de las víctimas de la Guerra Civil fue la premonición de la voluntad política que tendría este nuevo Gobierno.
En estos tiempos en que lo único permanente es el cambio, la reinvención y la innovación, la dialéctica de los liderazgos adquiere otra dimensión con un impulso más acelerado que propicia el espacio para figuras ‘outsiders’ o para el advenimiento de aquellos que aunque no son ‘outsiders’, son ‘antisistema’ y entran en conflicto con el ‘establishment’ como si se tratara de polos opuestos. En Estados Unidos, Donald Trump ganó contra todo pronóstico y en Brasil se desarrolla una situación muy parecida con Jair Bolsonaro.
En el caso de El Salvador, Nayib Bukele rompió con todos los esquemas, empezando por supuesto con el bipartidismo y demostrando que al final del túnel siempre hay otra vía que recorrer. Tres décadas de hegemonía política quedaron atrás en el país centroamericano. Pero no fue fácil porque, para lograrlo, Bukele llegó a inscribirse en tres partidos políticos en tan solo un año, pues las fuerzas tradicionales se las arreglaban para bloquear a quien se había convertido en un fenómeno como alcalde de San Salvador.
En 2017, Nayib es expulsado del partido oficialista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Bukele trató de establecer su partido Nuevas Ideas, terminando uniéndose al Cambio Democrático que pronto sería clausurado, hasta culminar en Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA) con la que efectivamente gana. Todo esto en un año, demostrando que tuvo que superar muchas piedras que el status quo político había puesto en su camino.
La siguiente barrera que Bukele logró derribar fue la de la juventud, el viejo modelo que apuesta todo a la experiencia. Bukele sigue demostrando que la experiencia no siempre es sabia y que la juventud no todas las veces viene con una garantía de inmadurez. Con tan solo 38 años Bukele se convirtió en el presidente más joven y ‘cool’ de Latinoamérica dejando claro que corbata no es sinónimo de seriedad y que la jovialidad no es antónimo de responsabilidad. Por su estilo muy propio, muy respetuosamente no sabes si es una estrella de rock que está gobernando el país o si es un miembro del club Harley Davison que dirige el destino de su caravana, pero lo que si sabes es que a la hora de cumplir sus funciones constitucionales no se anda con juegos.
Bukele aplica muy bien una técnica conocida en los procesos de mediación y negociación: “ser suave con las personas y duro con el problema”. Este presidente, quien en su perfil de Twitter llegó a definirse como el “presidente más guapo y cool del mundo” —en alusión a su hija, ahora solo dice Papá de Layla— dejó ver su firmeza cuando en su primeras semanas de gobierno lanzó un ambicioso plan conocido como el Plan de Control Territorial de cara a atacar el crimen organizado, reducir las muertes por homicidio y lograr lo que él llamó el rescate de las calles para la ciudadanía.
Para poner en marcha este plan solo se requirió una orden presidencial, solo se requirió la voluntad política de las autoridades que asumieron un compromiso con su nación el 1 de junio de 2019. En cuanto a teorías criminológicas de combate al crimen, Bukele no descubrió ‘el agua en polvo’, solo hizo lo que otros no hicieron, pudiendo hacerlo. Su estrategia consistió en atacar directamente a los financistas de las pandillas para dejarlas sin recursos para operar mientras advertía sobre cero contemplaciones y aconsejaba a los jóvenes dejar las pandillas. Con frecuencia, a través de su cuenta de Twitter, con mucha satisfacción comparte a modo de boletín diario la cifra de homicidios: “Podemos confirmar que hemos cerrado el día con 0 homicidios en todo el territorio nacional”.
Para las elecciones del 3 de febrero de 2019, me tocó ir por una semana a El Salvador, como observador electoral internacional de un organismo multilateral. Soyapango, un municipio a media hora de la capital, fue mi centro de operaciones. Allí no tuve un solo percance, pero en la atmósfera podría notarse el ambiente tenso con que vivía la gente al salir a las calles, y recuerdo muy bien cómo me aconsejaban sobre las calles que yo no debía penetrar. Soyapango es parte del Plan de Control Territorial y espero que ya todas sus calles estén libres para la circulación sana de la ciudadanía.
El Salvador no es un país rico. De hecho, una parte importante del Producto Interno Bruto viene de las remesas puesto que muchos emigran huyendo de la violencia, problema que el nuevo gobierno ataca desde la raíz. En 2017, en el hemisferio solo Haití (32.4%) superó a El Salvador (20%) en remesas, de acuerdo al Banco Mundial. Nayib Bukele no está haciendo más que sus antecesores porque de repente descubrió una barita mágica que todo lo resuelve. Simplemente está haciendo más con lo mismo y distribuyendo mejor. Esta es una cualidad gerencial que ya había mostrado cuando le tocó ser alcalde de Nuevo Cuscatlán, un municipio pequeño del departamento la Libertad.
Desde mi opinión, la clave para hacer más con menos está en reducir la corrupción y los recursos empiezan a fluir. Una de las frases que Nayib Bukele popularizó durante su campaña fue “devuelvan lo robado” y jocosamente recuerdo que el día de las elecciones llegué a ver boletas en las cuales los votantes escribían esta frase, una muestra del fenómeno Nayib Bukele. Me alegra saber que la voluntad por solucionar los problemas sigue manifestándose con el anuncio de la creación de la Comisión Internacional que combata la Corrupción y la Impunidad en El Salvador (CICIES).
En Nuevo Cuscatlán, Bukele se convirtió en un fenómeno nacional con los resultados de sus programas y becas para jóvenes de escasos recursos siendo esta coyuntura su incubadora como experto en el manejo de las redes sociales y su mejor escuela como político. Municipio pequeño, gobernado con visión grande, plataforma que lo catapultó hasta la alcaldía de San Salvador.
En la gobernanza y en democracia en general, la mayoría debe estar consciente que algún día será minoría y esto pasó con el rompimiento del bipartidismo en El Salvador. No debemos confundir la gobernabilidad con la gobernanza, pues esta primera constituye la facultad que tiene un gobierno legítimo para dar respuesta a las demandas de su ciudadanía, mientras que la gobernanza reconoce que el Gobierno carece de los recursos para dar respuesta a todas las demandas y por tanto, es necesario establecer alianzas con diferentes sectores, como el privado por supuesto.
Un elemento importante que es transversal tanto con la gobernabilidad como la gobernanza es la voluntad, siendo esta la capacidad humana para decidir lo que se desea y lo que no. Nayib ha demostrado voluntad política en sus primeros 100 días de gobierno, no podemos saber cómo terminarán sus cinco años pero sí sabemos que está trabajando su legado. Mientras tanto, es el Gobierno latinoamericano más cercano a la gente en cuanto a comunicación política. No necesitas una gran cantidad de seguidores o una cuenta verificada para que Nayib te responda un tuit y por esa misma vía ordena la solución a la inquietud manifestada, comprometiendo a sus ministros a actuar inmediatamente.
En marzo pasado, en México, durante la conferencia Proyecto Democracia Durango 2019, me tocó compartir escenario con mi amigo el vicepresidente salvadoreño Félix Ulloa (entonces electo), y recuerdo como ahora la manera magistral en que él definía —anunciaba— un modelo de Gobierno humano y cercano a la gente. Hasta hoy sus palabras siguen resonando en mi memoria, no sé cómo esto pueda cambiar mañana.
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