Es indudable que vivimos en una nueva etapa de la Humanidad. Estamos inmersos en una realidad diferente a la de hace unas cuantas décadas. La Inteligencia artificial está presente por todas partes.
Siempre que usamos los ordenadores la estamos usando y también al utilizar cualquier dispositivo digital. El avance de la robótica es increíble. Se invierten cantidades fabulosas de dinero en la investigación y construcción de asistentes domésticos inteligentes y de otros artilugios electrónicos en el ámbito militar y también en el civil.
El desarrollo de superordenadores que imitan el cerebro humano es algo que es esencial en muchos sentidos. Japón como indica Susan Schneider ya ha puesto en marcha una iniciativa para que los androides cuiden a los ancianos de la nación, pues creen que faltará mano de obra.
El transhumanismo y los investigadores y pensadores que siguen esta corriente de pensamiento están convencidos de que nos estamos acercando a la singularidad tecnológica y que se logrará en el año 2045 aproximadamente.
En este momento la IA sobrepasará con creces a la inteligencia humana. Considero que pasarán más años, pero al final sucederá. Los superordenadores más potentes actualmente son prodigiosos por su poder de procesamiento y de cálculo.
El más rápido en la actualidad es el Summit que posee una velocidad de doscientos petaflots o, lo que es lo mismo, de doscientos mil billones de cálculos por segundo. Los humanos en unos decenios se podrán transformar en cíborgs.
De hecho, en parte ya lo somos con los implantes y accesorios que muchas personas llevan en su cuerpo. Con prótesis o implantes en el futuro cercano o cuando pasen varias décadas, es posible que se alivien o curen enfermedades mentales, apoplejías, demencias, autismo, etcétera.
Esto significa que se está cambiando al ser humano de una forma nunca vista ni experimentada. La especie humana se transformará de una manera notable y lo que resulte se podrá pensar que sigue siendo la misma especie pero con características nuevas.
El problema de la conciencia de la IA es complejo. Sobre todo porque es pensable que las máquinas inteligentes, los androides y los robots pueden ser cada vez más capaces.
Lo que es más difícil es que los expertos consigan que lleguen a tener vida o conciencia interna, lo que se podría denominar autoconciencia. El optimismo tecnológico, en esta cuestión, parece que todavía no es realista.
Algunos transhumanistas piensan que para el año 2060 podría haber técnicas de rejuvenecimiento cerebral preventivo. Con determinadas tecnologías muy avanzadas algunas empresas especializadas podrían en una hora ir sustituyendo poco a poco todas las partes del cerebro por microchips y, al final, las personas tendrían un cerebro totalmente artificial.
Esto puede parecer que es el fin de la identidad personal tal como la entendemos ahora mismo. Ya no seríamos seres naturales o biológicos en su totalidad, sino seres mixtos. Habría una mezcla de lo biológico y lo artificial o tecnológico. Seríamos como avatares artificiales, porque el cerebro es lo que nos da la identidad a través de sus operaciones.
La Bioética tiene mucho que decir en los próximos años, ya que existen numerosas cuestiones que tienen que ser objeto de análisis éticos que afirmen la dignidad y la libertad humanas.
Los trasplantes de órganos clonados pueden ser muy útiles en los casos que sea preciso, por la escasez de donantes. Habrá técnicas que sean muy útiles y que éticamente sean correctas y válidas para todos. En este sentido, el avance tecnológico es tremendamente beneficioso para salvar vidas y extender la duración de las mismas y la calidad de la existencia de los seres humanos.
El avance de la Inteligencia artificial es útil en muchos aspectos, porque aumenta la calidad de vida y el bienestar de la gente, pero también es necesario que existan comités bioéticos en los países que se reúnan periódicamente para analizar los riesgos y los peligros de usos negativos o que puedan dañar a las personas. Por tanto, se debería legislar y elaborar normas para la protección de la integridad física y psíquica de todos los individuos.
En el campo de la medicina los avances serán espectaculares antes de que termine el siglo XXI. Ya podemos ver lo que supone la telemedicina, los robots quirúrgicos y otros muchos aparatos que se están creando o mejorando. Y esto es el principio.
Los avances que se producirán con nuevas medicinas contra las demencias y otras dolencias serán también numerosos y la esperanza de vida aumentará considerablemente. Las próximas generaciones vivirán en otro mundo que será tecnocientífico de una manera nunca antes experimentada.
Los comentarios están cerrados.