El profesor Mario Riorda quien hace énfasis sobre el enfoque institucionalista vs personalización y nos brinda un modelo de las acciones de comunicación política donde estas pasan de la teoría a la práctica, viene destacando las conocidas rutinas de la comunicación gubernamental desde una explicación construccionista de la realidad. Estas rutinas, divididas en dos tipos de acciones, son las acciones del gobierno como entidad y, por otra parte, las acciones comunicacionales de las políticas de un gobierno. Es necesario destacar el mito de gobierno como la construcción de la realidad del gobierno, el norte que quiere seguir, su legado. En ese sentido, Girardet nos señala que es un sistema completo de creencias.
El gobierno de Trump es el que nos ocupa para poder reflejar la aplicación de las rutinas comunicacionales y porque es un buen ejemplo de cuando un gobierno no encuentra su norte para formular un mito de gobierno. Esta administración ha fallado en lograr que su comunicación sea percibida como una realidad puesto que su estrategia ha carecido de la diplomacia necesaria en materia de lenguaje. Uno de sus pasados directores de comunicaciones, Anthony Scaramucci, es una persona que se caracteriza más bien por un lenguaje frontal y soez, sobre todo. Este tipo de frontalidad no es a la que nos referimos cuando hablamos de la necesidad de que el mensaje sea directo, el humor tampoco tiene espacio aquí. Trump, en su comunicación basada en el humor, muchas veces ha sido tachado de machista, mientras que la comunicación de Scaramucci a veces se le consideró vulgar.
El gobierno de Trump, aunque republicano, comunicacionalmente se mantiene separado de todas las administraciones anteriores y trata de imponer su propio sello a través de destacar de forma anticipada las proezas que aún no ha realizado, no logrando impulsar sus proyectos legislativos los cuales han fracaso por fallas en la comunicación de los mismos, tal es el caso del tema migratorio y de su reforma sanitaria que ha fracasado dos veces en el congreso. Todos estos fracasos se deben a un solo problema, han sido comunicados erróneamente, quizás con la arrogancia característica que le tachan al presidente y a su equipo más intimo que ha intentado someter estos proyectos a través de la destrucción del legado de Barack Obama. El discurso de Trump da la impresión que, en vez de construir su propio legado, está muy ocupado queriendo destruir el de su predecesor.
Desde el inicio de la pasada campaña presidencial, la estrategia comunicacional del equipo de Trump ha sido construir un mito de gobierno basado en los éxitos que el presidente tuvo como empresario. Esta política comunicacional tuvo y tiene su sustento en convencer a la población de que el presidente puede trasladar a la Casa Blanca su fórmula de hacer negocios, olvidando que la política es otra cosa. Entre los valores que se suman a esta estrategia encontramos la idea de impulsar la economía con sus habilidades de “job creator”.
En cuanto a la comunicación por valores, otro valor que la comunicación gubernamental de Trump proyecta es el nacionalismo o proteccionismo político que ha logrado tocar las fibras sensibles de algunos americanos cuando escucharon la frase de “compra americano, contrata americano”. Todo esto acompañado de un slogan que caló en la población como fue el “hacer América grande nuevamente”, le ha dado un sello a la identidad de este gobierno. El hacer América grande nuevamente fue una manera de decir que el país pasaba por su peor momento, añadiendo dramatismo a la expresión.
En resumen, en cuanto a las acciones del gobierno como entidad, la administración de Trump ha fallado en la forma en que comunica sus grandes proyectos de construcción (el muro) y sus proyectos legislativos no han sido la excepción, por lo cual su agenda está paralizada en cierto modo.
Continuando con las rutinas comunicacionales del gobierno como entidad, su comunicación informativa y pedagógica no ha podido abordar temas cruciales de la sociedad norteamericana, como las grietas raciales existentes en el núcleo de la sociedad. En ocasión de la tragedia ocurrida hace unos meses en Charlottesville, el presidente al comunicar su solidaridad con las víctimas del atentando, falló en señalar responsables y se limitó a repartir la responsabilidad entre los supremacistas blancos y los antirracistas. Por otro lado, el gobierno no ha informado sobre la incorporación de beneficios para la población, todo lo contrario, ha eliminado beneficios y reducido partidas presupuestarias para ciertos temas tales como el medioambiente. De hecho, un valor que se agregó a su identidad gubernamental fue su escepticismo en cuanto al cambio climático y quedó comprobado con el retiro de los Estados Unidos del Acuerdo de Paris.
El nivel de credibilidad de este gobierno debe ser elevado puesto que sus estrategias comunicaciones tienden a tornarse en comunicaciones negativas con gran facilidad, teniendo un efecto contrario al deseado. Ya no basta con decir “soy el mejor presidente que los Estados Unidos haya tenido”, ahora hay que pasar a la comunicación centrada en hechos, mientras se profundiza en la comunicación agradable que trate de mantener o mejorar el estilo de vida de los americanos.
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