América Latina y el Caribe constituyen áreas del mundo cuya emisión de contaminantes alcanza apenas un 9% de acuerdo a datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Sin embargo, América Central y el Caribe son considerablemente vulnerables al impacto del cambio climático. Es una zona que ya empieza a sentir los efectos del cambio climático de manera directa y que es amenazada por el resurgimiento de enfermedades que ya se consideraban erradicadas, así como la persistencia de otros padecimientos tropicales como el dengue y la malaria.
Mientras el mundo sigue luchando por lograr la erradicación de la pobreza, debemos asegurarnos que la producción agrícola de los países no se vea afectada de forma contundente por los fenómenos naturales. En ocasión de la celebración del día de la eliminación de la pobreza, le pregunté a la ex Primera Ministra de Nueva Zelanda, Helen Clark, sobre la fórmula para acabar con este problema. Clark, a través de su cuenta oficial de Twitter @HelenClarkNZ senaló: “Uso de transferencias de efectivo, creación de empleos y educación gratuita”. A esa ecuación de tres, yo agregaría invertir en la seguridad alimentaria. Precisamente eso es lo que representa América Latina, la garantía alimentaria del mundo debido a la vasta extensión de terrenos cultivables que tiene, contando con una cuarta parte del terreno agrícola del planeta y un tercio del agua dulce.
Para algunos, el cambio climático dejó de ser un cuento de fábula ya que se acabaron los argumentos en contra. Los organismos internacionales han planteado hace tiempo la necesidad de actuar inmediatamente. Este efecto generado por las emisiones ya está provocando aumento de temperaturas, inviernos más fríos y veranos más calientes, inundaciones, sequias, huracanes de trayectoria impredecible y más feroces, así como la desaparición de algunas playas.
De acuerdo a datos de la CEPAL de 2014, si la temperatura aumenta en 2,5 grados Celsius respecto del promedio histórico, la carga económica del cambio climático podría representar entre el 1,5% y el 5% del PIB de la región. Sin embargo, los costos generados por las medidas de adaptación al cambio climático podrían representar cifras menores al 0,5% del PIB de la región. Aquí está muy claro que la prevención tiene un costo muy bajo en comparación con el ocasionado por el fenómeno. Con el conocimiento de estos datos urge una mayor inversión en energías renovables e infraestructuras sustentables, unido al cumplimiento del compromiso asumido en el Acuerdo de Paris para un modelo de desarrollo sostenible.
El gran desafío es que el cambio climático es un factor transversal a todos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), por lo cual nuestra inacción ante este flagelo pone en riesgo el logro de las metas propuestas de cara a la Agenda 2030. El ODS #13 llama a la acción por el clima, mientras que el #6 exige agua limpia y saneamiento, pero el #7 nos pide invertir en energía asequible y no contaminante. Por otro lado, el #9 aboga por innovación e infraestructura y el #12 por producción y consumo responsable. El Acuerdo de Paris nos enseña lo que dice el último objetivo de la lista, el #17, sin la alianza estratégica de todos es imposible lograr los 16 objetivos anteriores.
En Fiji, en el marco de la COP23, nombre con que se conoce la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático 2017 ((UNFCCC), se hizo el lanzamiento de una iniciativa que proveerá recursos y asistencia técnica a las pequeñas islas que son estados en desarrollo. Es una alianza entre la Organización Mundial de la Salud (OMS), la COP23 y UNFCCC. El Director General de la OMS, Dr. Tedros Adhanom, indicó que “están lanzando la iniciativa para estas pequeñas islas en desarrollo porque ellas son las que de manera desproporcionada soportarán la carga del cambio climático”. El objetivo es que estas islas aprendan a entender y manejar los efectos negativos en la salud. Islas como Puerto Rico y Dominica son ejemplos de la vulnerabilidad de la región ante fenómenos naturales como los huracanes.
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