Espectáculo

Espectáculo

Vivimos en la sociedad del espectáculo desde hace décadas. Desde hace unos años con Internet, las redes sociales y los móviles el parecer está intentando superar o sustituir a la verdad y a la realidad. Pero nunca lo conseguirá.

Un gran crítico de la sociedad actual es el filósofo Guy Debord que en su libro Comentarios sobre la sociedad del espectáculo realiza una crítica profunda y extensa de la expansión de la mentira, la exageración y de las falsedades en el mundo real. Debord nació 1931 y falleció a los 62 años en 1994.

Francia lo considera como uno de los grandes pensadores del siglo XX  y también de su historia y no es para menos. Era brillante escribiendo y pensando y también era muy profundo en los análisis que realizó a lo largo de su trayectoria intelectual.

Escribe Debord que «la severa lógica del espectáculo domina por todas partes  la creciente diversidad de la extravagancias mediáticas». Y esto lo decía  a finales de los años 80 del siglo XX. ¿Qué diría ahora en 2.021? Está claro que vería una situación social mucho peor de la que él llegó a observar.

Al señalar que vivimos en la etapa de lo espectacular integrado es necesario tener en cuenta varias cuestiones como son el presente perpetuo, las falsedades sin respuesta que inundan los medios y,  en bastantes casos, la manipulación de la información. Se echa de menos una mayor formación de una parte de la opinión pública según Debord, de forma general.

No extraña que escriba «lo verdadero ha dejado de existir en casi todas partes o, en el mejor de los casos, se ha visto reducido a la condición de una hipótesis que no puede demostrarse jamás».  Especialmente por la falta de respuestas o contestaciones adecuadas en los medios, que afirmen lo cierto frente  a lo falso de una manera constante.

En la sociedad de hoy en día parece que lo instantáneo es lo único válido, valioso y que merece la pena y esto es algo absolutamente falso. Las argumentaciones son esenciales en la interacción interpersonal y en los procesos de comunicación, pero en la sociedad líquida o del espectáculo todo es apariencia y simulación. Lo insignificante no es valioso. En la cultura del espectáculo lo superficial no debe ser lo mejor.

También está el problema de la censura mediática a los creadores que limita la libertad de los mismos, ya que son reemplazables. La importancia de la lógica es infravalorada en una parte de la sociedad  frente a lo espectacular de la apariencia. Se comprende que Debord escriba «Pues la conversación está muerta, y pronto estarán muertos muchos de los que sabían hablar».

Lo ilógico y la autoridad no deben ser la base de la realidad social y humana. Es imprescindible que la gente sepa distinguir al instante lo que es importante y lo que no. Esto parece que se está perdiendo.

La enfermedad de la irrelevancia o falta de lógica según Debord «ha sido inoculada a la población y deliberadamente  y en grades dosis por los anestesistas-reanimadores del espectáculo». Los peligros de la manipulación de la información son evidentes. En relación con la contaminación por residuos radiactivos y por causa de las centrales nucleares  Debord pone el ejemplo de Francia. Y  es que la radiactividad aunque sea baja puede ser dañina  sea del orden del uno por mil o del uno por cien en unos kilómetros a la redonda de las centrales que operan con energía atómica.

Se escucha sobre todo el discurso de la mercancía y del consumo masivo. Actualmente, parece que no hace falta pensar y siempre es muy necesario para poder vivir mejor y de la forma que se quiere, sin condicionantes que pretenden limitar la libertad individual y la privacidad.

Por ejemplo, la estrategia de producción tiene que estar en sintonía con la protección del medio ambiente. Como dice Guy Debord no es racional una llamada al realismo como la siguiente: «Sería muy peligroso basar una estrategia industrial en imperativos ambientales».

Como conclusión cabe decir que es esencial el desarrollo de una capacidad crítica y de argumentación que evite las falsedades, los prejuicios y las exageraciones que deforman la auténtica realidad de las cosas y de las situaciones.

Analizar todos los matices fundamentales de las cuestiones que se pueden problematizar  en la vida cotidiana es un ejercicio útil y beneficioso. No es necesaria ninguna clase de censura. Ya es suficiente con el ordenamiento legal existente que es interpretado por los juristas y los tribunales correspondientes. El uso del entendimiento y de la lógica parece que es una de las la tareas pendientes, en una parte de la sociedad de la imagen en la que vivimos.

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