No hay forma de contener por más tiempo la olla de presión que para el Gobierno de México representa la inminente crisis humanitaria que hoy se vive con los miles de migrantes en el país.
La muerte de 55 migrantes centroamericanos en un accidente carretero en Chiapas, evidencia los fallos irrefutables que son muy difíciles de revertir desde un gobierno de brazos caídos frente a esta problemática.
Las cifras de migrantes centroamericanos que cada hora ingresan a México son abismales. No hay un lugar en todo el país donde no veamos esos rostros de hombres, mujeres, niños, cargando mochilas y pidiendo ayuda para comer y seguir avanzando en su recorrido.
Los números del ingreso de migrantes haitianos y centroamericanos a México, opera como una gran caja registradora que cambia y se modifica en instantes.
Los 200 migrantes hacinados en la caja de tráiler volcada en la carretera de Chiapas, es apenas una breve imagen del flujo diario que se mueve en la frontera sur, hasta donde la Guardia Nacional ha llegado sólo para servir de enorme elefante blanco sin articular una correcta vigilancia que no atente contra los derechos humanos de aquellos que ingresan a territorio nacional.
Sobre el Instituto Nacional de Migración hay mucho que decir.
Ahí es donde se escudan los que desde hace años y actualmente, ejercen la más baja forma de tráfico humano, al coludirse con las redes de “polleros” quienes acuerdan el paso franco a los camiones repletos de personas que son trasladas en situaciones indignas.
Vergonzosa resulta también la reacción del Gobierno de México liderado por el Presidente AMLO quien por un lado presume las millonarias remesas enviadas desde Estados Unidos por los migrantes mexicanos, acata las instrucciones del gobierno norteamericano para aceptar el programa “Quédate en México” y por otro lado, invisibiliza la terrible realidad de quienes apuestan sus vidas para intentar cruzar el territorio nacional.
Es verdad que la violencia se ha hecho presente no sólo de parte de los agentes migratorios, sino también del lado migrante. Sin embargo, ¿acaso entendemos la desesperación de muchos de ellos para dejar atrás pobreza, violencia, acoso, persecución en varios de sus países de origen?
Las estampas del ingreso multitudinario de migrantes a México, desnuda al gobierno de López Obrador, al manifestar un doble discurso que ha sido rebasado por la realidad que diariamente observamos en calles y carreteras.
México se ha convertido en el hormiguero de la desesperanza, donde millones de migrantes están “encajuelados” en la ignominia de un Estado Mexicano incapaz de articular ejes para una nueva política migratoria que combata la corrupción desde las instancias oficiales y organizaciones criminales, que han hecho del tráfico humano, otro de los grandes negocios que hoy de manera indigna se ignoran en el país.
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