La Fundación de la Santa Sede “Ayuda a la Iglesia Necesitada” está emitiendo anuncios con los siguientes eslóganes: “No cierres los ojos a la persecución religiosa”. “La Iglesia se vuelca con los refugiados” “La Iglesia de Líbano y Jordania acoge con todos los medios a su alcance a los millones de desplazados por causa de la violencia y la persecución del terrorismo islámico en Siria e Irak” “¡Ayudemos a los que ayudan!”. Se pueden ingresar los donativos en las siguientes cuentas bancarias: Popular, Es1299750080170601667548 y La Caixa, ES2121002415420200140293.
Siria, Irak, Egipto, Arabia Saudí, República Centroafricana, Corea del Norte o China, entre otros, son algunos de los 82 países donde el derecho a la libertad religiosa se ve vulnerado de forma significativa, un derecho que les es privado, en su mayoría, a los cristianos. Según se desprende del Informe Libertad Religiosa en el Mundo 2014, elaborado por Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), tres de cada cuatro personas que sufren persecución por su fe son cristianas. En cifras absolutas, 200 millones, a los que hay que sumar otros 50 millones que padecen discriminación. Y aunque los cristianos son la minoría más perseguida, sobre todo por su número y dispersión.
Siria e Irak son dos de los lugares donde la persecución religiosa es más intensa y que ha empeorado en los últimos dos años. Pero no son los únicos, pues Libia, Nigeria, Pakistán, y Sudán también sufren la persecución. Afganistán, Arabia Saudí, Egipto, Irán, República Centroafricana, Somalia, Yemen, Maldivas, Eritrea, China, Corea del Norte, Myammar y Uzbekistan completan la lista de los 20 países donde se produce una alta persecución religiosa. Cabe destacar que el motivo de la persecución es, fundamentalmente, el extremismo islámico, muy por delante de los regímenes autoritarios.
De los 196 países analizados, la AIN llega a la conclusión de que la libertad religiosa en el mundo vive una «época de grave deterioro». En Occidente, esta organización eclesial ve una disminución de la libertad religiosa por dos factores: el desacuerdo sobre el papel que la religión debe tener en la vida pública y la preocupación social por el extremismo.
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