En Asturias el nivel de envejecimiento de la población es similar a la previsión que la Unión Europea ha calculado para el año 2060. Casi un 30% de las personas tienen más de 65 años.
La vejez es una etapa de la vida en la que se puede ser creativo y aportar muchas cosas a la sociedad. La existencia es preciso vivirla hasta el último día, si es posible, con la máxima fuerza y energía y con una calidad de vida digna. Y es evidente que la ley de dependencia tiene muchos agujeros negros, porque hay muchas situaciones tremendas que no son abordadas con la aplicación de la misma.
Y eso sin contar con el retraso tan exagerado a la hora de conceder ayuda domiciliaria que sea realmente efectiva e inmediata. Ya que las necesidades de personas mayores y familias no esperan. Hay retrasos de más de un año. Y una vez que dan las ayudas son insuficientes en muchos casos, porque los asistentes van una o dos horas y cobran más de diez euros la hora.
Cuando el número de personas mayores es elevadísimo llama poderosamente la atención que nadie las atienda ni de día ni de noche. Muchas están en la más absoluta indefensión.
Debería de crearse una entidad, oficina u organismo de voluntariado para estar al tanto y proteger y dar asistencia a todas esas personas mayores desamparadas, sin familia o que la propia familia no se hace cargo de ellas. Incluso, sin llegar a ser personas de la tercera edad hay ciudadanos con enfermedades crónicas que también se ven totalmente solas y sin poder valerse por sí mismas. Y sin ninguna atención personalizada por parte de ninguna entidad pública del Estado y con una mísera pensión.
Se deberían tomar apuntes o notas de lo que hacen al respecto los países nórdicos, puesto que estamos a años luz en los servicios sociales y en la atención efectiva y real a la dependencia.
Lo que se está haciendo hasta el momento son parches que apuntan a sectores de unos pocos cientos o miles de mayores, pero son decenas o cientos de miles los afectados en Asturias.
Es preciso, a mi juicio, que ante las predemencias o demencias, las situaciones de aislamiento social o marginación que sufren una parte de las personas de la tercera edad, el Estado reaccione y tome medidas concretas y medibles.
Que se creara un cierto número de voluntarios o profesionales pagados por el Gobierno central o por el autonómico asturiano que investigara de modo minucioso las situaciones de cada uno de los mayores de oficio y sistemáticamente para garantizar su bienestar y dignidad es algo indispensable. No hacer algo parecido a esto que propongo es dejar a los mayores abandonados a su suerte. Y esto es trágico e inmerecido. Todos llegaremos a mayores y nos gustará que nos traten bien y nos ayuden, si es necesario, por una cuestión de justicia bien entendida.
Que hasta Margarita Salas, una científica e investigadora muy reconocida y de mucho prestigio, haya dicho en una entrevista para un programa televisivo que los mayores no son queridos en el trabajo, por ejemplo, da una idea de por dónde van las cosas en nuestra sociedad. Esta investigadora sigue trabajando gratis en sus investigaciones, aunque ya está jubilada, porque le apasiona su actividad y no puede vivir sin realizarla. Y es perfectamente entendible, porque cada persona mayor puede seguir activa, en la medida de sus posibilidades y fuerzas hasta el momento final de su existencia.
Nuestros mayores con su trabajo y esfuerzo a lo largo de más de treinta o cuarenta años han creado riqueza que serviría, sin duda, para pagar pensiones de jubilación que se extendieran más de cien años. No es bueno olvidarlo. Todos construimos el presente y somos igual de importantes y tenemos los mismos derechos. Pero esto hay que plasmarlo en la realidad y no debe quedarse en mera retórica política.
La sociedad civil y los partidos políticos deberán tomar cartas en el asunto de la protección a la tercera edad y habilitar procedimientos efectivos de ayuda a la población que está en situación de vulnerabilidad. No se puede dejar morir sola a gente mayor, porque no tiene familia y vive de modo precario sufriendo en sus carnes la más horrible soledad y desamparo. Porque todos fuimos jóvenes y no aceptamos que existan mayores abandonados ni ahora ni en el futuro.
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