En el proceso de comunicación es precisa la emisión y la recepción.
El sujeto emisor es el transmisor de la comunicación y el receptor es el traductor de la información recibida a sus esquemas mentales. El lenguaje es un código al que referimos los pensamientos. Se puede decir que pensamos con el lenguaje.
Existe también comunicación por gestos y con otros procedimientos. Si bien la comunicación hablada y escrita se puede afirmar que es la fundamental en la transmisión de conocimientos e información. Consecuentemente el buen dominio del uso de las palabras es crucial en cualquier tipo de aprendizaje.
Parece indiscutible que la utilización por parte de las personas de diferentes códigos comunicativos puede generar incomprensión e incomunicación. A esto se añade que el lenguaje puede ser ambiguo y, en muchas ocasiones, los matices de significación de cada término o frase no son considerados porque no se entienden.
El lenguaje hace posible la abstracción indispensable en la filosofía y en cualquier clase de disciplina o conocimiento. El pensar y el lenguaje son simbólicos y esto lo que proporciona la infinita capacidad expresiva que poseen los seres comunicadores que somos los hombres y las mujeres. La creatividad conceptual no tiene límites. Podemos producir infinidad de nuevas formas de lenguaje. Es muy apropiada la división de Morris ente entre sintaxis, semántica y pragmática. El estudio del lenguaje en relación con los usuarios que lo utilizan y sus circunstancias pone sobre la mesa numerosos aspectos pragmáticos del lenguaje que son fundamentales para entender los procesos de comunicación. Se puede pensar que la actividad descriptiva del lenguaje es esencial. Aunque, a mi juicio, el ejercicio de la capacidad abstractiva con el uso de los términos y las diferenciaciones de significaciones son lo realmente decisivo para el progreso humano en el campo del conocimiento. Las invenciones, los avances científicos están impulsados por la abstracción y las especulaciones realizadas con los vocablos.
Con la riqueza comunicativa que causa el uso del lenguaje se pone de relieve que las facultades intelectuales se potencian con el buen uso de los vocablos y la creación o elaboración de proposiciones. Es evidente que existe una relación de correspondencia entre la riqueza del lenguaje y nuestras facultades intelectuales.
Ricoeur indica que el lenguaje eleva la experiencia del mundo a la articulación del discurso. Indudablemente, está claro que es necesario un contraste de conceptos para que el sentido de los conceptos sea algo definido y expresable con precisión. Ya lo señala también Emilio Lledó al decir que dónde hay escrito debe haber el arte de entenderlo. Es lo que se puede denominar hermenéutica.
La hermenéutica crítica que se cultiva en la actualidad sigue la senda filosófica iniciada por Gadamer y otros filósofos que trataron en sus obras las funciones de la interpretación en el pensamiento contemporáneo. No cabe duda que las intencionalidades dadas por los filósofos a sus obras escritas son más o menos complejas, en función del sistema filosófico elaborado o de la doctrina afirmada. También conviene reiterar que la búsqueda del sentido y de la intencionalidad es algo dado por cada autor a sus escritos y que se puede entender e interpretar desde una perspectiva hermenéutica.
El lenguaje natural o cotidiano es el usado todos los días por la totalidad de las personas. En cambio, los lenguajes formales o especializados son los propios de cada ciencia o conocimiento. El lenguaje formal sirve para hallar una mucha mayor precisión y esto es algo indispensable en el campo de las ciencias duras y también en el campo de la lógica simbólica. La semántica se ocupa de la interpretación de los signos y las expresiones del lenguaje. Y aunque la lógica matemática posee aspectos semánticos se puede decir que prima el aspecto sintáctico y combinatorio con unas reglas lógicas rigurosas.
Lo que no quiere decir que el lenguaje ordinario o natural no posea una gran amplitud comunicativa y expresiva. Pero también es indiscutible que el lenguaje cotidiano no es el instrumento científico de precisión que la ciencia necesita y busca.
Las paradojas en filosofía parece que incitan a redoblar los esfuerzos por el logro de lenguajes artificiales exactos que simbolizan con un área de expresión reducida. El mismo Russell afirma con rotundidad que las ciencias deben auxiliarse con un lenguaje formal. Y Wittgenstein pone como ejemplo el simbolismo químico o la misma notación del cálculo infinitesimal.
En la lógica formal un cálculo está compuesto por un conjunto de símbolos elementales, un conjunto de operadores o conectivas y un conjunto de reglas de formación de expresiones bien formadas del cálculo. Además, en el lenguaje formal de la lógica las proposiciones o frases bien construidas se denominan fórmulas. Y es preciso también considerar la necesidad de un conjunto de reglas de transformación de expresiones en otras nuevas. Incuestionablemente la esencia del cálculo lógico es de naturaleza puramente sintáctica.
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