Varias imágenes de este fin de semana reflejaron la vulnerabilidad del Estado Mexicano frente a las organizaciones del narcotráfico que estuvieron a centímetros de cumplir su cometido y terminar con la vida del Secretario de Seguridad de la Ciudad de México, Omar García Harfuch.
Algo no está funcionando en la política y estrategia de seguridad López-obradorista que está siendo retada de manera frontal y abierta en la capital del país.
La detención de más de una decena de sicarios como presuntos responsables del atentado, nos remite de manera obligada a las cabezas; es decir, quienes giraron la orden para ejecutar al hombre fuerte de la jefa del gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.
Con algunas heridas y luego de ser sometido a una operación, el jefe policiaco señaló de manera abierta y puntual al Cártel Jalisco Nueva Generación como el responsable de su atentado, lo que nos lleva directamente a la figura de Nemesio Oseguera Cervantes, alias El Mencho.
Algunas versiones de las cúpulas de seguridad, empezaron a difundir que hay un cisma en los liderazgos del Cártel de Jalisco Nueva Generación y que El Mencho, quien se encontraría delicado de salud, no fue quien giró la orden para realizar el operativo en el que el objetivo era García Harfuch.
En México llama mucho la atención la estrategia de un gobierno que se ha enfocado en el eje de la corrupción sin ir a fondo para desmantelar organizaciones del crimen organizado.
La retórica del Presidente resulta ridícula al referir: “Abrazos, no balazos”.
Lo que hemos visto en los primeros meses del gobierno de cuarta transformación, ha sido una mano frágil para el Cártel de Sinaloa, donde la familia de El Chapo ha tenido un blindaje para moverse de manera permisible y hasta con situaciones anecdóticas que han levantado polémica sobre las declaraciones y cercanía del Presidente.
En tanto, con el CJNG se ha tenido mano de hierro, contra quienes se han articulado operativos y el congelamiento de varias cuentas bancarias.
El Presidente Andrés Manuel López Obrador tiene una bomba en la mano que pone a prueba su gobernabilidad y exige una definición real en su estrategia de seguridad contra el desmantelamiento de organizaciones criminales.
Lo que sucedió el pasado fin de semana en pleno corazón político y empresarial de la Ciudad de México es un aviso de lo que puede venir si el Gobierno de México no aplica una política de seguridad eficaz y de contención.
Políticamente este atentado también tendrá damnificados no sólo en la figura del Presidente, sino también en la imagen de la jefa del Gobierno de la Ciudad de México y por supuesto en los ciudadanos, quienes ahora saben que la capital del país dejó de ser territorio “neutro” para ser una plaza más que puede ser uno de los peores escenario para el futuro.
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