Entrevista al Profesor Pablo Valle, el 27 de julio del 2014, Buenos Aires, Argentina
Peter Tase – ¿Cuáles son algunos de los problemas y desafíos de la literatura contemporánea en Latinoamérica?
Pablo Valle: Supongo que algunos de esos problemas y desafíos son los de siempre y los de todas, resumibles en “ser buena literatura”, signifique lo que esto signifique. Fuera de broma, es cierto que la literatura latinoamericana, como la región de la que surge, está en permanente redefinición de su propio estatuto. ¿Existe Latinoamérica? Es decir: ¿existe más allá de una permanente afirmación (o, paradójicamente, negación) auto y heterocentrada? No lo sabemos. Justamente, la literatura latinoamericana (ese atributo conflictivo que puede ser tan desafiante como conservador) se define y redefine en el marco de esos cuestionamientos. Ya pasaron (y hace mucho) el boom, el posboom, la generación MacOndo… ¿Qué queda? ¿Algunos clásicos, en el sentido de obras indiscutibles, que cada generación hace suyas gozosamente, sin cuestionarlas? Ni eso, por suerte. La historia del mundo no se terminó, la novela tampoco. Pero el mundo y la novela son distintos. La literatura latinoamericana, como las otras, tiene que hacerse cargo de eso, y además pensarse en relación con esas otras. Por lo demás, hoy por hoy, cualquier canon envejece al día siguiente, así que los consejos, las fórmulas están de más o son imposibles.
PT- ¿En qué género tienen más propensión a escribir los estudiantes de la Universidad de Buenos Aires? Como profesor de dicha universidad, ¿cuáles son los presentes retos con que se enfrenta la literatura argentina de hoy?
PV: Creo que predomina la poesía. No quiero ser malicioso, pero es un género engañosamente fácil. A veces son sólo “renglones que terminan antes”, como dice Umberto Eco. Ya sé que no es eso, pero se puede creer que sí, y proceder en consecuencia. La narrativa exige un mayor rigor, de arranque no más. Y ni hablar del ensayo, donde ya se juegan cuestiones argumentativas y lógicas de otro nivel.
Respecto de los desafíos de la literatura argentina de hoy… Alguna vez hubo que “superar” a Borges. Ahora parece que hay que “superar” a César Aira. No sé. Para mi idea de la literatura, el desafío del escritor siempre es conciliar un lenguaje propio e innovador con una visión crítica de la historia y de la sociedad. Esto es difícil, claro, diría que casi imposible. Volviendo a la cuestión genérica: parece que la poesía fuera el terreno privilegiado de la innovación lingüística, mientras que la narrativa y el ensayo servirían para pensar la historia. Y no es así. La lección, por ejemplo, de Juan José Saer, un escritor que admiro especialmente, es que no hay barreras “naturales” entre los géneros. Poesía, narración y pensamiento pueden y deben imbricarse. Pero no siempre uno está a la altura de esa exigencia.
PT – Usted es autor de varios libros, como los siguientes: Simulacros (cuentos, 1985), Ángeles torpes (novela, 1995), Yo, el templario (novela, seud. Paul Mason, 2006), Los crímenes de la calle Barthes (2013) y La carta de Rozas (2013). ¿Nos puede hablar un poco más sobre las últimas dos novelas?
PV: Los crímenes… surgió de una pulsión doble. Por un lado, quería dejar por escrito algunos recuerdos de mi época de estudiante universitario, que fue de 1982 a 1988, en la facultad de Filosofía y Letras; es decir que abarca la transición democrática, de la dictadura al gobierno de Alfonsín. No había leído nada ficcional sobre ese período. En realidad, luego, la novela se desplegó entre 1983, el último año de dictadura, y fines de 1986, cuando hubo una feroz represión policial a los estudiantes y docentes universitarios, que yo viví y que nadie recuerda. Para mí, ahí se terminó la “primavera democrática”, un poco antes de la fatídica Semana Santa del 87. Por otro lado, tenía la intención de escribir una novela policial ligera, en la cual el “detective” utilizara teoría literaria y lingüística para descubrir al criminal. La novela termina ligando ambas cosas, lo autobiográfico y lo policial; y lo político, también. De manera muy insatisfactoria, desde ya. Lo único que me sigue gustando mucho es el título.
La carta de Rozas es, en la superficie, una novela de aventuras. De hecho, se plantea como “Una nueva aventura de Daniel Bello”, o sea, una continuación de Amalia, de José Mármol, la novela más famosa de nuestro siglo XIX, situada en la época de Rosas. Esta supuesta continuación, en el género de “capa y espada”, digamos, me sirve para reflexionar sobre los orígenes de la literatura argentina, incorporando muchos años de crítica y reflexión ajena al respecto. De hecho, la novela es como un pastiche de textos de otros, Sarmiento, Mansilla, Hernández, Paz, Viñas, Perlongher, transformados hasta ser apenas reconocibles, pero jugando como un entramado de enunciaciones y enunciados paradójicos. ¿Quién dice qué? ¿Quién narra, para qué, a quién? La idea era que fuera una novela “entretenida” para el público común, con un sustrato complejo para otro tipo de lector. Muy ambiciosa y, según parece, también muy fallida. (No lo digo por modestia, me parece que la reflexión crítica sobre el propio trabajo es imprescindible, y debe ser implacable).
PT – ¿Cuáles son los temas preponderantes en la literatura de Argentina?
PV: Si hablamos de temas, supongo que habrá muchos, es un concepto muy general. Pero hay uno que, me atrevería a afirmar, es predominante: la memoria; la reconstrucción del pasado. Pero un pasado y una memoria que modulan la forma del presente. En ese sentido, es ejemplar una novela reciente de Leopoldo Brizuela, Una misma noche, en la que el protagonista rastrea los paralelismos entre una noche de la dictadura y una noche del presente, rebuscando dolorosamente en un recuerdo borroso, reprimido, que es también una clave interpretativa para su vida. Algunos autores se enfrentan a esto de manera más irónica, claro: hay que dejar atrás el pasado, basta de hablar de la dictadura y los desaparecidos, etc. Pero esa formulación prescriptiva indica que es algo muy difícil, que no se hace solo… Lo que sucede es que ya hay autores jóvenes cuyo pasado vital no está situado durante la dictadura, sino durante los distintos períodos democráticos. Entonces, el enfoque temporal es otro. (Para entender muchas cosas de todo esto, es imprescindible consultar el libro de Elsa Drucaroff Los prisioneros de la torre. Política, relatos y jóvenes en la postdictadura).
Algo que siempre debe comentarse, según parece, tiene que ver con las “nuevas tecnologías”, aliadas o no con los “nuevos lenguajes”. Muchos escritores actuales incorporan en sus novelas elementos que tienen que ver con la tecnología, desde los mensajes de contestador automático en Los años 90, de Daniel Link, hasta el hackeo de Google Earth en Las teorías salvajes, de Pola Olaixarac. Una combinación de ambas cosas se ve en la novela Keres cojer? = Guan tu fak, de Maximiliano López, con su uso del lenguaje “corrompido” del chat o los mensajes de texto, etcétera.
PT – ¿Puede compartir algunos proyectos que usted ha desarrollado enseñando en la Universidad de Buenos Aires, que tengan como enfoque el fomento de la literatura moderna de la Argentina?
PV: En realidad, yo enseño literatura latinoamericana, así que no puedo ceñirme a la literatura argentina, que por supuesto está incluida en aquélla. Pero los alumnos tienen ya varias materias dedicadas a la Argentina, así que tratamos de no ser redundantes. En la materia donde trabajo, alternamos autores más canónicos (Onetti, García Márquez, Carpentier, etc.) con otros menos conocidos, como Gabriel Casaccia, Jaime Sáenz, Juan José Morosoli, etc. También autores contemporáneos que siguen produciendo, no sólo jóvenes, como Fernando Vallejo, Luis Rivano, Pedro Lemebel, José Alejandro Castaño. En realidad, no nos enfocamos tanto en autores, sino en ejes, temáticas y enfoques. Pero supongo que todo contribuye a fomentar el conocimiento de las literaturas latinoamericanas actuales. Mi ambición, sí, ahora que lo pienso, es dar un programa sólo con autores y obras del siglo XXI: Paz Soldán, Zambra, Roncagliolo, Gamboa, Vásquez. Veremos si es posible.
PT – ¿Cuáles serían algunos elementos similares y diferentes entre la literatura de Argentina y las literaturas del Paraguay y Chile?
PV: Una pregunta muy exigente. En algún momento, lo más similar fue también lo más diferente: cómo enfrentar literariamente las últimas dictaduras y las dificultosas transiciones democráticas. Cada país, además, recurriendo a su propia tradición literaria, o luchando contra ella. La experiencia socialista de Allende y la densa noche pinochetista en Chile; la interminable degradación stroessneriana en Paraguay. No por casualidad Chile fue uno de los epicentros de la literatura “macOndiana”, con Alberto Fuguet, que retrató eficazmente la anomia de las clases altas chilenas, cómplices del genocidio; pero creo que quizás cayó en su propia trampa, excesiva cercanía narrativa y demasiada lejanía crítica. Algo que quizás Alejandro Zambra haya podido remediar hasta cierto punto. En Paraguay, hubo que superar la herencia, pesada por cierto, de Roa Bastos. Veo una generación muy activa y transgresora, que sabe utilizar los nuevos medios de comunicación. Me refiero sobre todo a Cristino Bogado, Javier Viveros, etc. En ellos, por ejemplo, lo bilingüe –gran problemática paraguaya– se transforma en multilingüe, lo cual es una fórmula extraordinaria, muy liberadora, como salir de un laberinto por arriba.
Breve Biografía
Pablo Valle (Argentina, 1961)
Es profesor en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Enseña Semiología en el Ciclo Básico Común y Problemas de Literatura Latinoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras, de esa Universidad, y Guion en la Licenciatura en Artes Audiovisuales de la Universidad Nacional de Avellaneda. Es editor independiente, corrector, traductor, redactor, ghost writer. También fue crítico de cine (en la revista La Vereda de Enfrente) y jefe de redacción de la revista de cultura y psicoanálisis El Gran Otro. Entre otras cosas, ha publicado los relatos de “Simulacros” (1985), “Samuráis” (2012), y “Cuentos para misóginos” y otros cuentos (2012), y las novelas “Ángeles torpes” (1995, 2013), “Yo, el templario” (como Paul Mason, 2006), “Los crímenes de la calle Barthes” (2013) y “La carta de Rozas” (2013). También escribió los libros didácticos “Cómo corregir sin ofender” (1998, 2001), “Guía para preparar monografías” (1997, 2008) y “Cómo elaborar monografías y otros textos expositivos” (2013), estos dos últimos junto con Ezequiel Ander-Egg. En la actualidad trabaja adaptando al cine su novela “Ángeles torpes” y preparando una serie de guiones llamadas Killers.
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