Los partidos políticos son generadores de democracia pues intermedian para garantizar la voluntad política de la ciudadanía en su relación con el gobierno y los poderes del Estado, por lo tanto, la planificación estratégica es más necesaria que nunca cuando se trata de articular el trabajo que realizan estas organizaciones. A través de su herramienta práctica, Caspar F. Van den Bergnos brinda una mirada que nos permite tener una idea de cómo la planificación estratégica de los partidos crea e instala capacidades en estas instituciones.
La capacidad institucional de los partidos se ve mejorada a través de la planificación, en el sentido de que estas instituciones aumentan su capacidad de respuesta a los cambios, conociendo sus fortalezas y sus áreas de mejora. Por otro lado, la adopción de la planificación conlleva a un ejercicio de autoevaluación para poder medir lo aprendido y tener una panorámica de los principales retos pendientes. Es decir, lo que no se mide no se mejora, solo con una buena planificación estos procesos potencializan la calidad de los mismos y preparan el camino para el fin ulterior de los partidos, ganar el poder.
Van den Berg indica las funciones democráticas y civiles de los partidos políticos destacando las relaciones de los proveedores de asistencia como facilitadores, teniendo a los partidos políticos como ejecutores o usuarios y con otros agentes interesados como benefactores u observadores indirectos.
Es importante señalar que hay diferentes acciones institucionales que se generan en un contexto cambiante. Entre estas formas diversas que adopta este ambiente tenemos las actuaciones proactivas, como aquellas que de forma activa anticipan cambios/escenarios y analizan el entorno. Por su parte, las actuaciones adaptativas tienen la capacidad de reconocer los cambios y realizar los ajustes necesarios para adaptarse al nuevo ambiente. Por otro lado, las reactivas son aquellas que pueden cambiar o sufrir a raíz de un imprevisto. Finalmente, tenemos el cambio determinado por el entorno que se da de manera natural sin influir en los resultados.
Es necesario que tengamos una idea clara sobre la importancia de la estrategia ya que “la estrategia está estrechamente relacionada con las campañas, es decir, sirve para llegar al electorado y convencer al mayor número de votantes posible de que voten por un partido determinado”.
En la práctica, la estrategia electoral y la estrategia organizativa se solapan, pero es necesario recordar que una planificación estratégica permite tener un abordaje más integral, no uno enfocado solamente en las cuestiones cotidianas del partido político. Sin embargo, hay que reiterar que una buena estrategia organizativa repercute en la estrategia electoral del partido pues lo coloca en una mejor posición de competición.
Para ejecutar esas actuaciones organizacionales tenemos varios niveles de actuación institucional que van desde el aspecto estratégico en cuanto a nuestro posicionamiento, visión y programas, para luego pasar a la gestión donde haremos la asignación de recursos y vigilaremos su desempeño, para terminar con la parte operativa donde vienen las actividades de apoyo organizativo.
Por último, hay que recordar que los países industrializados surgió la planificación estratégica como una práctica organizativa común en la décadas de 1950 y 1960. En los 70s, Henry Mintzberg establece que la panificación estratégica tiene un componente racional y anticipado que es la planificación deliberada, así como otro componente de acontecimientos impredecibles (planificación emergente). En los años 70s y 80s se reconoce la importancia de la cultura organizativa y con el paso de los años hemos sido testigo del rol de esta cultura de organización institucional.
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