Por Gustavo Vega Mansilla, España
En este libro Jeton Kelmendi nos ilustra sobre su pasión por la vida, sobre su afición a re-crear, perpetuar o difundir sus vivencias. Cuenta en su haber, después su primer volumen de poesía publicado en 1999 con el título de “Shekulli i Premtimeve”-“El Siglo de Promesas”- , con una cantidad y calidad suficiente de obra poética como para ser reconocido como uno de los autores más representativos de la actual poesía escrita en lengua albanesa.
El primer poema de ‘El significado es otro’ dedicado a su padre, nos lleva a Peja, su tierra natal, tierra patria donde nació y a la que el poeta está íntimamente unido por sus paisajes, gentes, costumbres, folklore, gastronomía, acento… y, principalmente, por su vínculo familiar. Kelmendi, que vive y se mueve en un país lejano y con leguas muy diferentes a la suya, siente nostalgia. El poeta siente nostalgia de su tierra aunque ésta esté -y sobre todo por ello- a miles de kilómetros y de días, y a pesar de que permanezca como olvidada por estar guardada a modo de conserva en medio de sus quehaceres cotidianos, entre centenares de expedientes, libros o carpetas. Pero su padre y su tierra siguen ahí siempre: vi a mi padre yéndose / a través del bosque, / aun cuando parecía temprano para ir a las montañas. Su padre que una primavera se fue silencioso como nunca antes, / listo en todos sus sueños, / entró en el sueño sin sueños.
Bienvenido, hermano, a Cameria, Albania. / ¿Qué pasa con las raíces profundas?, se pregunta el poeta. Y se despliegan en su recuerdo un paraíso de frutas frescas, de manzanas, un sueño o ensueño permanente ¿Cómo hacemos para enlazarnos? / Sembremos un futuro de esperanza-enuncia Kelmendi- y esto me lleva inevitablemente a lo que dice uno de los grandes poetas españoles, Gabriel Celaya: La poesía es un arma cargada de futuro. Ello, aunque previamente nuestro autor nos ha advertido de que nada carga un dolor mayor / … / que el sueño perpetuo, en clara referencia a la muerte, a las distintas muertes entre las que convivimos. Sí, porque el poeta se hace consciente de la desaparición física y de la desaparición en la memoria, tanto de él como de sus gentes, sus paisajes del ensueño. Éstas son rutinas diarias, dirá posteriormente en “Amor en tiempo de guerra”.
La obra de Kelmendi supone una explicación de sus propias vivencias, su historia y, al mismo tiempo, las vivencias o historias de su pueblo, lugares y gentes enclavadas en hermosos paisajes pero siempre siendo una zona complicada y crítica durante años e, incluso, siglos; una zona en la que los conflictos bélicos se han ido sucediendo, siendo el último una experiencia vital de nuestro poeta. La definición de Celaya diciendo que la poesía es un arma cargada de futuro resultó en su día no sólo sorprendente, si no, también incomprensible por ser opuesta a muchas vagas concepciones meramente esteticistas de lo poético. Y sin embargo, es una definición exacta, clavada. La poesía no es un lujo o mero recreo de iniciados ni de tópicas adolescentes melancólicas. La poesía, por encima de todo, incluso de los valores estéticos, es transmisora de unos valores morales que nos ponen en la órbita del humanismo más que de la mera evasión lúdica -aunque también en muchos casos lo sea-.
En su poema “Amor en tiempo de guerra”, Kelmendi, que vivió una guerra y sus desgarros – fue miembro de las Fuerzas de Liberación de Kosova en 1998 y 1989-, alude a su experiencia de que. aunque alguien piense en que eres estúpido, incluso en los combates más feroces un soldado jamás dejará de pensar en el amor. Es, por ello, y en ese sentido, que podemos decir que el amor y, con él, la poesía es un instrumento, un medio, o -parafraseando a Gabriel Celaya- un arma cargada de futuro.
La poesía proyectada a la conciencia y a la sensibilidad del lector u oyente puede contribuir a modificar, a transmutar, éticamente la vida. Por lo que, entendida la poesía de tal forma, es un fermento revolucionario: A veces quiero que sucedan / estas cosas / de un modo distinto. / Por ejemplo, desearía que una espesa niebla me rodeara / hasta cruzar la frontera /…/ donde unos pocos meses atrás / vi a una muchacha / de cabello rizado. / De solo verla / y más tarde soñar con ella, / me enamoré. Pero está claro que el poeta no puede ser nunca un obseso monopolar, siempre se siente impelido al poema, a construir y reconstruir su realidad poética, desde múltiples perspectivas, desde las múltiples esquinas -espacios y tiempos- de las vivencias. Siendo como suele ser el pensamiento poético sumamente complejo, el poeta, al tiempo que canta al amor, es consciente de la dura realidad: Pero al final, / se trata de la guerra y nada / se sabe del futuro / cuando todos los días se lucha con la muerte. A Kelmendile tocó vivir en tiempos de guerra y, sabido es, las guerras convierten a los poetas en soldados y, a veces, a los soldados en poetas.
En este libro nos encontramos con un poeta claro, pero no un poeta de locas espontaneidades y arrebatos, si no, un poeta reflexivo que le gusta ahondar en las profundidades del subconsciente, lo que puede coincidir con un cierto sentimiento o talante existencialista y cierta aceptación de lo absurdo como dimensión vital del ser humano: Quiero escapar de mí mismo / hasta que venga conmigo, dice en su poema “El poder de lo imposible”.
En dicho poema de gran calado, Kelmendi me trae a la mente reflexiones de algunos de los más destacados pensadores que iluminaros todo el siglo XX como, por ejemplo, las del antropólogo y pensador francésGeorges Bataille para quien la experiencia interior puede ser como un ir hasta el límite de sí mismo, un ir camino de lo imposible. Lo que, a su vez, puede relacionarse con el concepto de experiencia que describe Maurice Blanchot en “El diálogo inconcluso” cuando afirma que es la imposibilidad la característica misma de lo que llamamos experiencia.
Y, acto seguido, en el siguiente poema de este libro, con el título de Anhelo, Jeton Kelmendi dice: Creo que me sigues / con largos viajes de pensamiento / en cada mañana, / en cada tarde tranquila. El anhelo, el pensamiento obsesivo, tan presente a lo largo de esta obra, nos pone sobre la pista de reflexiones, ya no sólo de Maurice Blanchot y sus teorías del deseo en “El anhelo de lo infinito”, sino también, de las teorizaciones del deseo de Freud y de Lacan.
Freud en sus influyentes escritos sobre el psicoanálisis, da al deseo una especial relevancia. El ser humano según él se construye como tal precisamente mediante su deseo. Pero el deseo y, con él, el anhelo, no se produce por el mero cúmulo de necesidades e instintos primarios -que los tiene-, sino que más bien está en relación con una forma de deseo del otroy de satisfacer una serie de leyes que participan en la experiencia deseante. Tales teorías del deseo se matizan y adquieren algunas peculiaridades en la obra de Maurice Blanchot, para quien el deseo establecería una suerte de movimiento infinito que va más allá de la carencia freudiana o lacaniana. Él nos lleva a una particular visión del desear como deseo de deseo, una forma de vaciamiento del deseo incapaz de cumplirse o de conformar objeto alguno, lo que nos pone en la pista de un más allá indefinido donde el devenir nos espera. Precisamente el citado poema de Kelmendi termina diciendo: Quiero / que el sol se asome más allá / de mi nacimiento, / que emerja entre nosotros / y descienda más allá de ti. / Tú y yo avanzamos juntos / por el sendero / y vamos hacia otra esfera / donde el devenir nos espera. Así, pues, la experiencia vital, vivida o pensada, o re-pensadas e muestra en este libro “sublimada” y proyectada sobre escritura, el poema.
Es, en definitiva este libro ‘El significado es otro’, una obra en la que el sentimiento hecho amor, deseo, anhelo y… las distancias, el recuerdo… son pensamientos constantes, objetos que, independientemente de su correspondencia con algún datos histórico, son elaboraciones o, mejor, re-elaboracionesmentales. Corresponden con la idea que describiera Shakespeare en su “Sueño de una noche de verano”, en referencia al ojo de la mente, cuando dijo que “el amor no mira con los ojos, sino con la mente”, con el pensamiento, con la añoranza. Son, en palabras del propio Kelmendi en su poema “Un pensamiento consentido”, un exaltado / grato pensamiento / que arriba / y ocupa mis noches / antes de acostarme. Y, como en todo gran poeta, se deja ver -se “des-vela”diría Heidegger- una conciencia mágica, aunque sometida a las fuerzas naturales, y una conciencia personal, al tiempo que colectiva o social, que no puede olvidarse de los condicionantes de vivir dentro de las circunstancias y estructuras, limitaciones, imposibilidades… que le impone la realidad. Oh, Dios mío, / qué inhumana es la humanidad en / nuestro tiempo, nos dice a la vista de Sarajevo, cuando los agujeros de bala / en las paredes de las casas / conviven con los sobrevivientes.
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