“Nadie sino el pueblo me llama Evita. Cuando elegí ser Evita sé que elegí el camino de mi pueblo“ – Eva Duarte-
Hace exactamente 100 años atrás, nacía en Los Toldos (Buenos Aires, Argentina), Eva Duarte de Perón, “Evita” como la conocemos “todes”. Una revolucionaria, una mujer que quiso cambiar el orden establecido con el fin de beneficiar a las mayorías. Una mujer que dejó una huella imborrable en el corazón de los más necesitados. La lucha que Eva arenga –aún hoy, en ausencia- no tiene antecedentes en América Latina.
En un nuevo aniversario de su natalicio, el pueblo argentino la recuerda y, más que nunca, reafirma la necesidad de que sus dirigentes políticos propongan plataformas en pos de los más desprotegidos. Sobre todo en estos días tan duros para los más humildes y para la clase trabajadora.
Evita está en mis recuerdos de infancia porque tanto mi mamá como mi papá hablaban de ella como miembro de la familia. En la tapa del álbum familiar de fotos estaba ella con su pelo recogido, su vestido rojo y la sonrisa que contagiaba optimismo y felicidad, como si tuviera siempre un regalo para darte. La imagen de Evita estaba en todos los hogares. Esa era Evita, la que para mí fue una tía lejana hasta que comprendí que era más que eso. Es la mujer que se atrevió cuestionar el statu quo, que se preguntó sobre cómo y por qué se distribuye la riqueza y el poder y, por ende, el modo en el que las clases se organizan. Una mujer que se construyó a sí misma y dejó el legado de organización a las demás mujeres.
La presencia de esa imagen femenina inoculó en mis hermanos y en mí una manera especial de ver a las mujeres luchadoras.
Nadie que haya escuchado sus discursos puede negar su excepcional oratoria, su presencia en los actos públicos demostraba que poseía un liderazgo carismático, convencida de que aun siendo mujer proveniente de la clase trabajadora, tenía derecho al poder y a ejercerlo libremente ante multitudes que la aplaudían, ¡y que aún lo hacen!
Su figura rompió con los precedentes históricos. Fue la primera mujer argentina que participó activamente en política al impulsar la campaña electoral del general Perón y fundar el Partido Peronista Femenino. Recordemos que la situación política de la mujer cambió ciento ochenta grados durante el primer gobierno peronista (1946-1952) ya que fue durante ese gobierno que las mujeres lograron participar activamente.
La aprobación de la Ley de Sufragio Femenino en 1947 permitió que las mujeres votaran y fuesen votadas. Fue Evita quien alzó la voz de la igualdad de derechos de las mujeres al insistir, promover y lograr que las argentinas asumieran el derecho al voto después de haber luchado por él desde casi medio siglo; fue Evita quien, además, consiguió la igualdad jurídica de los cónyuges y la patria potestad compartida con el artículo 39 de la Constitución de 1949.
Sí, Evita, la luchadora incansable por los derechos sociales. Claro que no todos la amaron antes ni la aman ahora. Pero ya sabemos quiénes son: aquellos a quienes disgusta que la clase trabajadora obtenga ayuda para viviendas, becas y educación igual a las de las elites. Una de las premisas de Evita era igualar las clases, construir hospitales, escuelas, asilos y, como si fuera poco, deseaba que los niños y adolescentes cultivaran también su salud física a través del deporte.
Su motivación es clara e indiscutible: “El sentimiento de indignación ante la injusticia social se ha transformado en una pasión que me domina incontrolablemente, porque conozco las almas destrozadas por el dolor y la injusticia, he visto de cerca las víctimas que han hecho los ricos y los poderosos explotadores del pueblo”, escribió en su libro “La Razón de mi Vida”. Y a todes les argentines nos consta.
Los comentarios están cerrados.