Desde hace cinco meses enfrentamos en México un manejo caótico y errático frente a la pandemia sanitaria que nos ha colocado entre los cinco países con más muertes por Covid-19 en el mundo.
Con más de 47 mil muertes en cifras oficiales, protocolos sanitarios improvisados y la figura de un vocero que pasó de científico médico a fungir como político mediático, el país está con un respirador artificial que nos impide estabilizar la ola de contagios que se replica con un efecto dominó.
Es un hecho que las cifras de la pandemia abren un severo cuestionamiento para el Presidente Andrés Manuel López Obrador y su gobierno sobre lo que ha comunicado y sus acciones que han reflejado la intransigencia de funcionarios y del propio mandatario, quienes desde el primer momento minimizaron el uso de cubre bocas como medida de protección sanitaria.
Al último corte del 2 de agosto México reporta 439 mil 46 casos confirmados y 47 mil 746 muertes. Cifras que siguen al alza y tiran los discursos y la palabrería que hasta ahora ha sido la estrategia equivocada.
Pasan los meses, y el Presidente de México mantiene la rebeldía hacia el uso de cubre bocas quizá como un capricho personal o riesgo de vulnerabilidad al culto de su personalidad que antepone a las medidas de extrema prevención sanitaria.
Lo que se vive en México es una situación caótica no sólo en los altos mandos sanitarios donde el manejo de cifras ha dejado de ser creíble cuando el vocero sanitario Hugo López Gatell reconoció que las cifras “oficiales” son aproximadas, pues la realidad podría ser cinco veces mayor.
Los gobernadores de las 32 entidades que conforman el país, improvisan y encaran la pandemia en sus territorios sin respaldo de un Gobierno Federal que decidió sacar las manos para trasladarles la responsabilidad de enfrentar el costo político de las muertes por covid-19.
La inconformidad de una decena de gobernadores se hizo presente a través de una carta solicitando la renuncia de López Gatell, argumentando que no se trata de un ataque político, sino relevar a un personaje que ha dejado vacíos y no ha dado contención en momentos claves para el control y manejo de la pandemia.
En México las muertes por Covid-19 están a la orden del día donde el Gobierno de la República ha dejado de comunicar de manera adecuada sus acciones ante el manejo de la pandemia donde las cifras son mucho más altas de lo se dice en los reportes oficiales.
La realidad de la cobertura hospitalaria es un infierno para quienes desafortunadamente tienen que ser internados y buscan con desesperación ser aceptados por algún hospital.
Del llamado semáforo sanitario se puede decir que es una mala ocurrencia que se interpreta como un capricho de la Secretaría de Salud que ni siquiera tiene la certeza de estar manejando cifras reales y que con esta errática logística pretende encender o apagar la actividad económica y social de las entidades del país.
Como si todo lo anterior no bastara, el desplome de 20 por ciento de la economía, más el desempleo, la parálisis económica y el cierre de empresas, el Presidente Andrés Manuel López Obrador mantiene un discurso fuera de la realidad que de ninguna manera coincide con lo que estamos viviendo en el país.
La idea de realizar la ceremonia del 15 de septiembre y el desfile del 16 nos invita a preguntarnos por qué se le sigue el juego a un mandatario que está viviendo en una burbuja irreal.
Inmersos en escándalos políticos, con distractores como el regreso del avión presidencial y las declaraciones que rayan en la ridiculez, el Presidente mira hacia otro lado cuando se trata ver de manera cruda el número de muertos que hoy acumula México frente a una pandemia que desde la información tardía y las acciones sin rumbo, se articularon con resultados pésimos, que nos hacen advertir que la voracidad de la Covid seguirá golpeando en todos los sectores y niveles.
En el recuento de los daños podemos concluir que esta pandemia hoy nos hace ver lamentablemente a un México “intubado”.
Los comentarios están cerrados.