Sufrir un asalto en Puebla no es sólo librar los posibles daños físicos o psicológicos, es también enfrentarse a la revictimización de gobiernos, justicia y el voraz abuso de bancos y tiendas departamentales. Hace unos días el Presidente Municipal, Eduardo Rivera Pérez desdeñó los índices de inseguridad en Puebla. Se nota que el edil no tiene idea de lo que se vive en el corazón del Centro Histórico de su ciudad, pues la violencia azota en varias de sus modalidades, principalmente asaltos a mano armada.
Resulta que zonas como la de El Carmen hoy son blanco no sólo del narcomenudeo, sino también de las bandas de asaltantes y carteristas que con toda impunidad operan incluso en el interior de la tienda Soriana Centro en la 19 poniente y 5 sur.
Con la mayor arbitrariedad los hampones roban a los clientes en los pasillos de esta tienda departamental, que asegura contar sólo con 4 vigilantes y cámaras rotativas que no garantizan la seguridad de su propia clientela. Como si esto no bastara, a pesar que el personal de Soriana tiene identificados a los hampones, siguen permitiendo su acceso para asaltar a sus anchas. Hay versiones que incluso aseguran que personal de esta tienda está coludido con la banda de ladrones, quienes son avisados para asaltar a determinado cliente.
Fui la protagonista de este bizarro episodio donde se me despojó no sólo de dinero en efectivo, sino de todas mis tarjetas de crédito, departamentales y de identificación personal. La aventura apenas empezaba, primero al tener la suerte de librar cualquier agresión física y en segundo lugar, tener la fortuna de contar con mi celular. Después de un asalto, la carrera con el tiempo es una lucha entre la vida y la muerte para evitar ser víctima por segunda vez. Suerte con la que no corrí.
A los 10 minutos de estar intentando cancelar tarjetas, la burocracia de las grabadoras departamentales y bancarias, es el peor enemigo para saber que ya en ese momento retiraron dinero en cajeros e hicieron compras en diferentes tiendas departamentales.
La instantaneidad de los cargos y retiros de dinero reflejó que se trató de una banda muy bien coordinada, quienes después de perpetrar mi asalto, se dividieron para retirar y comprar todo lo que les fuera posible.
El infierno para mí como víctima de robo se trasladó al Ministerio Público de la 9 oriente donde un poco antes de las 7 de la noche, se negaron a tomar mi denuncia, pues el policía con toda desfachatez y cenando sus tamales con atole con gran molestia me dijo que ya no había nadie que tomara mi declaración.
Al trasladarme a la Fiscalía General del Estado me topé con el paquidermo que alimenta Gilberto Higuera Bernal. Llegar un poco antes de las 8 de la noche para intentar denunciar un delito es ser víctima de un agente del ministerio público que a la menor provocación niega la atención a los denunciantes con el “argumento” de que su delito deben denunciarlo en otra oficina y no ahí, en la fiscalía. Es decir, su reto es deshacerse del trabajo para evitarse la engorrosa toma de la declaración de las víctimas.
Después de esta estampa de la realidad de la denuncia en nuestro país y advirtiendo la arbitrariedad que se estaba cometiendo, mi declaración fue tomada después de 3 horas, con intervalos de tiempo, donde el agente del ministerio público se puso a hacer un informe laboral que no tenía que ver con mi denuncia. Esta imagen fue verdaderamente increíble al comprobar cómo se imparte la justicia y cómo se atiende a las víctimas del delito en Puebla.
Después de horas y ya en una franca confrontación con el agente del ministerio público, mi declaración terminó con un intento de intimidación al insinuarme que podría estar falseando datos en mi declaración. Un capítulo perfecto para una serie de la burocracia justiciera en México.
El siguiente round vino en los días posteriores, donde ahora por tercera vez fui revictimizada pero por BBV, Liverpool y Sears. La institución bancaria cerró en menos de 48 horas mi caso argumentando que todos los retiros en cajeros se hicieron con mi NIP, lo que resulta poco creíble, pues los ladrones sólo robaron la tarjeta, pero no mi clave.
En el caso de las tiendas departamentales la investigación está en marcha pues como víctima de asalto estoy en mi derecho de exigirle a ambas cadenas, los videos y una explicación del manejo de datos personales de sus clientes, para admitir operaciones de grandes montos con un aparente NIP que los ladrones no pudieron tener, o bien admitir una identificación que no corresponde a la persona que hizo la compra.
El daño económico es otra forma de agresión, sobre todo cuando nos topamos con la dura realidad que refleja la mediocridad de gobiernos estatales y municipales que, en su ineptitud nos convierten en blancos de la delincuencia que hoy azota a Puebla.
Hay quienes me han insinuado muchos análisis a partir de mi asalto. Elijo creer que todo esto fue circunstancial. Sería arriesgado aventurarme a pensar que fue un acto totalmente dirigido
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