Por Sadia Ali Aden
Como dictan los temas del día, la norma para los activistas es involucrarse en tópicos sustanciales tales como el llamado a la paz, a la justicia y a la libertad. Para lograr el éxito en la defensa de estos valores imperecederos, los activistas deben luchar para seguir enfocados y mantener el ímpetu, a pesar de las dificultades y tribulaciones, así como los consecuentes desafíos de los poderosos sistemas establecidos.
El activismo es una causa noble que, a veces, choca con los poderes existentes, que tienen poca o ninguna gana de involucrarse críticamente en un cierto nivel de escrutinio y transparencia. Algunas veces, esa falta de ganas es expresada en una forma más hostil – el culpable de eso a menudo es la intoxicación con el poder.
Damos por sentado, que los activistas, como todos los demás, pueden en ocasiones caer presa del influjo de la intoxicación del poder. Sin embargo, la mayoría tiene la capacidad de resistir y emplea un modo disciplinado de sobrevivir, haciendo foco en el objetivo moral que los inspiró en primer lugar. La mayoría de estos objetivos, de una manera u otra, tiene que ver con la supervivencia de la humanidad.
En términos generales, como activista musulmana de raza negra y ciudadana de Occidente, yo siento que el activismo en el mundo musulmán está siendo sofocado internamente, las elevadas esperanzas de los activistas con respecto a la justicia social y las reformas son presa de la desilusión y su ímpetu para galvanizar la promoción de los ideales de libertad, justicia y democracia ha retrocedido una década, si no más.
Más aún, estos activistas han sido desilusionados por las contradicciones de la retórica y las acciones de Occidente. Un buen ejemplo de ello, los militares de Egipto derrocaron al primer presidente democráticamente electo del país y subsecuentemente masacraron a los manifestantes pacíficos, encarcelaron a miles de miembros más de la comunidad anti-golpista y aplicaron sentencias de muerte al por mayor a inocentes egipcios. Y sin embargo, no han sufrido ninguna pérdida en materia de ayuda monetaria o sanción económica alguna. Pasó lo mismo con Israel en sus indiscriminados homicidios de civiles palestinos.
Estos incidentes han subrayado cuan artificiales son las aseveraciones de Occidente sobre la promoción de la libertad, la democracia y los derechos humanos. Muchos de estos activistas arribaron a la conclusión de que, en los círculos de aquellos que afirman ser los guardianes de la democracia, tanto la historia como la justicia son escritas en forma selectiva y justificada subjetivamente. El más grande desafío de hoy en el mundo musulmán, es convencerlos a ellos que Occidente está genuinamente interesado en la paz, la democracia y la justicia.
Hoy, más que nunca, las voces de los activistas deberán oírse aún más altas. Sus voces deberán reverberar a lo largo del mundo, donde hay gente sin voz. Aquí yo debería recordarme a mí misma y a mis compañeros activistas, que nosotros no nos involucramos de forma maliciosa y hablamos impulsados por la enemistad o el deseo de beneficiarnos de las insensatas decisiones políticas o de las violaciones de derechos humanos, que son rampantes en el mundo de hoy. Más bien, nuestro foco debería estar en la búsqueda final de los valores imperecederos de la humanidad, que son la libertad, la justicia y la paz. Y esto nos lleva a Somalia.
Trayéndolo a casa
En la política hay muchas fuerzas (abiertas y encubiertas) que influyen en las condiciones del proceso de toma de decisiones, y en este punto crucial de la historia de Somalia, influenciar las políticas presentes de Somalia y sus emprendimientos futuros, se ha convertido en el fin último de las fuerzas presentes (locales y externas). Así, el problema que enfrentan los activistas es, si hay que hablar o no hay que hablar. Las más de las veces, el/la disidente o activista somalí tiene su lealtad alineada con el interés de corto plazo de la familia o el clan.
Inmediatamente después de que fuera nombrado el actual primer ministro de Somalia, nuestra hermana mayor—Abdia Sheikh Ahmed—le ha recordado públicamente al nuevo primer ministro, y en esta materia a todos nosotros, las palabras de sabiduría que nuestro padre solía pronunciar cada vez que reflexionaba y aconsejaba sobre el tópico del liderazgo y el legado que el quería dejarle a su familia. El incansablemente solía aconsejar “siempre cuida a dadka, dalka iyo diinta (el pueblo, la nación y la religión) y el éxito podría ser tuyo”. Coincidentemente, sobre estos mismos términos, ambos liderazgos ejecutivos, todos los ministros, así como también los miembros del parlamento, los jueces, y otros funcionarios electos o nombrados, han prestado juramento de que cumplirán con estos tres principios.
Por más contra intuitivo que pueda ser culturalmente, tanto mi hermana (que es una activista por derecho propio) y yo, estamos comprometidas a prestar atención a lo que aprendimos como un valor familiar – defender a la gente cuando es atropellada; y aconsejarla en privado para que se detengan, cuando están atropellando a otros; y si eso no funciona, condenarlos en público. Nuestro padre era un juez principista que obtuvo una reputación, esforzadamente ganada, de ser justo, y su marco de referencia era el Islam.
Implicancia política en el Ejecutivo
Como ha sido el caso de las administraciones previas, el actual liderazgo puede no tener la independencia o carecer de un equipo competente para tamizar la pila de liderazgos anteriormente fracasados y de sus fallidas políticas, o de la falta de las mismas. El actual liderazgo debe comprender que sus poderes individuales y colectivos proceden del público, que ha sido confiado a ellos, para que lo sirvan.
Para ganarse genuinamente los corazones y mentes de los ciudadanos comunes, el liderato no debe apurar la toma de decisiones en su favor o por interés personal, firmando algún tratado en una situación de desventaja, con países que tienen un historial más negativo, que positivo. El liderato debe encontrar y reclutar individuos nacionalistas y decentes, que puedan convertirse en pilares de sus respectivas funciones, que sean leales a la causa de la salvación de Somalia, y quienes, en la misma línea, sean dinámicos y eficaces.
De otra manera, el liderazgo de Somalia estará por siempre aprisionado y paralizado por el dilema del prisionero – el bien conocido juego de la teoría de la estrategia, que gobierna entre la colaboración y la competencia.
Esta teoría demuestra como dos individuos fuera de sospecha pueden fracasar en colaborar, aun en una colaboración tal, que los beneficiaría a ambos. En su presentación del dilema de preso político, John Bunzl explica como, aunque estos políticos tienen acceso el uno al otro, se ha convertido en un desafío para ellos trabajar juntos, porque están atrapados en un oculto dilema de sospecha. Por lo tanto, el presente liderato debe cambiar el paradigma del sistema de gobierno de Somalia, encontrando una solución duradera al actual callejón sin salida. Consecuentemente, se debe tomar una cantidad de pasos.
Primero, debe haber un diálogo genuino en bien de la persistente crisis humanitaria y el más de un millón de personas desplazadas internamente, actualmente desplazadas dentro de Somalia, así como los Refugiados en el campo de refugiados de Dadaab (Kenya). Si eso no los va a llevar a comprometerse, entonces que reflexionen y hagan empatía con las mujeres y niñas que han sido sexualmente explotadas y abusadas por las mismas tropas AMISOM que los protegen a ustedes y a sus oficinas.
En segundo lugar, nunca es tarde para hacer valer el buen liderazgo para ayudar a la supervivencia del pueblo y el estado somalí, reevaluando los fracasos del pasado y la actual constitución provisional, que sigue siendo una plataforma para polarizar aún más a la sociedad somalí y agravar las heridas existentes, que pueden permitir que crezca un nuevo conflicto y continúe el callejón político sin salida, mientras se ve comprometida la integridad territorial de Somalia, por la intervención en sus aguas territoriales de miembros de las mismas naciones, a quienes se les ha confiado protegerlas.
En tercer lugar, ustedes deben recalibrar su brújula de navegación para timonear la embarcación del gobierno, junto con el pueblo y la nación, hacia el rumbo correcto, empleando un equipo competente y calificado, y formando una comisión de tregua y reconciliación, ya que nunca hubo una reconciliación nacional genuina y holística, es decir formada por somalíes, conducida por somalíes y fundada por somalíes. Este comité debe estar encargado de encontrar una duradera solución a la prolongada inestabilidad, la crisis humanitaria y las violaciones a los derechos humanos.
En conclusión, la historia de los desaciertos, disparates y traiciones de los lideratos anteriores debe ser evitada, y si no, la historia no será amable con el actual liderazgo.
La Dra. Sadia Ali Aden es activista humanitaria y escritora independiente
Artículo original de Foreign Policy News
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