Por Maija Susarina
Comunidad indígena amazónica no ha participado en toma de decisión sobre traslado debido a megaproyecto.
La comunidad y asentamiento Cantagallo fue fundado en el 2000 por inmigrantes indígenas shipibo del departamento amazónico de Ucayali y actualmente tiene unas 200 familias. Sus habitantes viven en una zona precaria vecina al distrito del Rímac, uno de los más peligrosos de Lima, la capital. Las viviendas son en su mayoría sencillas construcciones de madera que dejan pasar el frío y la humedad que pueden llevar a graves problemas de salud. Debido a la falta de instalaciones sanitarias, el agua corre libremente por las colinas de tierra, atrayendo a las ratas y provocando accidentes. La violencia doméstica en Cantagallo es común. Las mujeres y los niños, que constituyen la mayoría de los habitantes, son los más afectados y, de acuerdo con numerosas mujeres de la comunidad, la policía no aparece cuando un delito es reportado en este lugar.
La situación suena bastante mal pero hay un punto crucial que pronto cambiará las vidas de los indígenas shipibo de Cantagallo para bien. O para mal.
Hace algunos años fueron concluidos los planes para la obra Vía Parque Rímac y en el 2009 se iniciaron los trabajos de construcción de un parque para turistas y uso recreacional que incluiría la zona de Cantagallo.
Actualmente, los alrededores de Cantagallo son una gran área de construcción y cada día las excavadoras se acercan más a las viviendas. Sin embargo, recién el 22 de setiembre pasado quedó claro que la comunidad será trasladada. Durante su visita a Cantagallo ese día, la alcaldesa Susana Villarán anunció que la reubicación será a Campoy, en el distrito de San Juan de Lurigancho, que está ubicado lejos del centro de la ciudad, podría ser importante para las mujeres shipibo en lo que se refiere a la venta de sus artesanías.
Peligros y oportunidades de la reubicación
El traslado de una comunidad conformada principalmente por mujeres y niños a un distrito más seguro podría llevar a un cambio positivo en la calidad de vida de los migrantes. En Cantagallo, con frecuencia los delincuentes llegan por las noches para violar a las mujeres y robar las pertenencias de los habitantes sin temor a que la policía llegue a esta parte de la ciudad. Esto constituye un riesgo importante en las vidas de las mujeres. En San Juan de Lurigancho, los shipibo no tendrán que temer por la inseguridad, pero vivir allí significará horas de viaje al centro de la ciudad y gastar más en transporte.
Con un manejo inteligente e innovador, el nuevo asentamiento puede incluso ser convertido en una atracción turística que muestre la cultura y las artesanías amazónicas, enclavado en un estilo de vida urbano y moderno. Para convertir un pequeño asentamiento en un punto de interés para turistas y locales, el lugar debe ser seguro. Los planes y talleres para promover la popularidad de Cantagallo a la larga fracasaron debido al peligro existente en los distritos que rodean el asentamiento.
Viviendas limpias y un sistema sanitario que funcione mejorarían adicionalmente las condiciones de vida, lo cual permitirá luchar contra la propagación de enfermedades y fortalecer la salud de las personas, al igual que sus puestos de trabajo, ya que no se enfermarían tan a menudo. El tema no debe ser subestimado ya que es muy difícil que personas que vienen de la Amazonia se adapten al clima específico de Lima. Muchos shipibo apenas soportan el frío y la humedad en el invierno y se enferman con frecuencia.
A pesar de las ventajas del reasentamiento, no deben ser dejados de lado los posibles peligros. Por ejemplo, una reubicación asimétrica podría perturbar el orden social que existe en Cantagallo. Esto podría derivar en tensiones entre los habitantes y una ruptura de relaciones específicas, aunque esto podría tener también una influencia positiva en la estructura social del asentamiento.
Se puede esperar que debido a la corrupción y favoritismos, unos pocos habitantes podrían tener una ubicación más favorable dejando atrás a los más marginados de la comunidad. Los más afectados serían aquellos que tienen menos influencia dentro de la comunidad, que por lo general son madres solas, los jóvenes y los ancianos.
La ruta a Cantagallo
Los shipibo están acostumbrados a vivir en pequeñas comunidades a lo largo del río Ucayali en medio del bosque amazónico. Sus principales actividades han sido la pesca, agricultura y elaboración de artesanías. Sin embargo, desde el auge de la extracción de caucho entre 1880 y 1940, la agricultura de subsistencia se volvió mucho más complicada. No sólo los pueblos indígenas tenían que enfrentar la contaminación de sus ríos y deforestación extrema, también la economía de mercado había ingresado a la remota región de Ucayali y los bosques tuvieron que ceder ante el café, la palma aceitera y otros cultivos rentables.
Conforme los habitantes indígenas de la Amazonia se involucraban cada vez más en el mercado laboral, nuevas necesidades aparecieron. La creciente pobreza y discriminación fortalecieron el deseo de muchos indígenas por educación para sus hijos. En consecuencia, muchos hombres y mujeres shipibo (pero también de otros grupos indígenas) migraron a las grandes ciudades en Ucayali para encontrar trabajo que les permitiera mantener a sus familias y pagar la educación de sus hijos.
Las mujeres que por lo general aprenden a temprana edad a coser kené, el típico patrón geométrico shipibo, y elaborar pendientes y otras artesanías tradicionales, viajaron a las grandes ciudades como Pucallpa para vender sus productos, pero esas grandes ciudades ya estaban invadidas por los mercados de productos indígenas, mientras que los turistas preferían viajar a otras partes del Perú.
Ante la necesidad de mantener a sus familias, algunos hombres y mujeres shipibo decidieron probar suerte en la capital y en el 2000 fundaron la comunidad y asentamiento al que llamaron Cantagallo. Y desde entonces ha crecido.
A su arribo a Lima no había muchos lugares libres para instalarse cerca del centro de la ciudad y por eso los shipibo ocuparon una colina que había sido un basurero. Se construyeron sencillas casas de madera y la comunidad creció desarrollando sus propias estructuras sociales y destacando sus orígenes amazónicos. En el 2008, Cantagallo abrió su primera institución educativa intercultural y bilingüe en shipibo y castellano.
El megaproyecto y la minoría
La reubicación ha sido tema de muchas negociaciones y reuniones en los últimos años, aunque sólo ha circulado información incompleta y difusa sobre el futuro distrito donde se trasladarían y las viviendas. El único hecho era que no había hechos. No había contratos, ni información clara sobre la reinstalación del asentamiento. Los habitantes sabían que tenían que mudarse pero no dónde, cuándo ni cómo. No podían ejercer ninguna influencia sobre la situación.
El megaproyecto Vía Parque Rímac es una inversión de US$703 millones firmada en el 2009. A los shipibo de Cantagallo les dijeron que podrían diseñar sus propias viviendas y con ayuda de un arquitecto se elaboró un plano preliminar del nuevo asentamiento con pequeñas casas para las familias. Las viviendas estarían ubicadas a lo largo de una línea representando el cuerpo de una serpiente anaconda, con una plaza principal en la parte que corresponde a la cabeza. La anaconda es un animal sagrado de la cultura shipiba y construir un asentamiento de acuerdo con el cuerpo de esta serpiente sólo expresaría su cosmovisión. El proyecto fue desarrollado hace varios años y desde entonces nadie ha llegado a consultar a los habitantes de Cantagallo sobre sus futuras viviendas, únicamente para anunciar algunas novedades sobre la reubicación. La información con frecuencia era comunicada por personas no identificadas, sin documentos o pruebas.
El anunciado traslado a San Juan de Lurigancho debe realizarse de inmediato ya que no solamente el suelo debajo de Cantagallo está siendo extraído por las excavadoras, sino que a partir del 1 de enero del 2015 una nueva gestión ingresará a la municipalidad. La alcaldesa Villarán perdió las elecciones del 5 de octubre frente a Luis Castañeda Lossio, quien gobernó Lima entre el 2003 y el 2010.
Los shipibo tienen poco control sobre la situación, pero las cosas podrían cambiar. Los indígenas aseguran que sólo cuando las casas en Campoy estén terminadas podrán abandonar Cantagallo. Y hasta ahora no hay ninguna vivienda construida.
Sin embargo, algunos integrantes de la comunidad están muy optimistas: “Lo único que falta ahora es el título de propiedad y entonces tendremos nuevas casas, nos mudaremos allí y todo será mejor”, exclamó Olga Mori Díaz, residente de Cantagallo.
El nuevo asentamiento podría llevar a una mayor marginalización y vulnerabilidad social, o a una mejora, dependiendo de cómo los funcionarios resuelvan este asunto e involucren a la propia comunidad en decisiones, por ejemplo, relacionadas con las viviendas. Entonces los shipibo una vez más empacarán sus pertenencias para trasladarse lejos del lugar que eligieron, desplazados por personas que están sobre ellos económicamente, simbólicamente o por la fuerza, tal como ha sido con frecuencia en su historia reciente. No obstante, luego de 14 años en la gris Lima, el optimismo que han traído de Ucayali todavía prevalece. — Noticias Aliadas.
*Maija Susarina es graduada en Antropología Social y Cultural por la Universidad Libre de Berlín y actualmente se encuentra llevando estudios de maestría en la misma universidad. Hizo su pasantía en Comunicaciones Aliadas durante el segundo semestre del 2013.
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