Por Yusif Babanly
La noche del 19 al 20 de enero, a menudo nombrada como Enero Negro, es la amarga experiencia de cada ciudadano azerbaiyano. Esa noche congelada, cuando muchos se despertaron por los sonidos de las orugas de los tanques y los continuos disparos, la nación entera se despertaría ante los llamados de liberación.
La masacre de Enero Negro, considerada como el hecho que le abrió paso a la independencia de Azerbaiyán, remonta sus raíces al conflicto de Nagorno-Karabaj. Si echamos la vista atrás para recordar como Azerbaiyán fue brutalmente integrado al imperio soviético, nos vamos a dar cuenta de que la historia, a menudo olvidada por los azerbaiyanos, se repite a sí misma.
Luego de la disolución de la República de Transcaucasia y el subsecuente nacimiento el 28 de mayo de 1918 de la República Democrática Azerbaiyana (RDA), el país se vio enredado en disputas territoriales con la Federación Revolucionaria Armenia y experimentó un brote de presión externa por parte de los bolcheviques rusos, que eventualmente se abrieron paso hacia dentro de Azerbaiyán.
La amarga verdad acerca del Undécimo Ejército Rojo marchando a través de las regiones norteñas de la RDA y perpetrando atrocidades en Bakú, la capital, luego de la ocupación de la península de Absherón en abril de 1920, fue pronto olvidada. ¿O no lo fue? Durante las siguientes dos décadas, los azerbaiyanos que se animaron a criticar abiertamente al régimen soviético fueron sistemáticamente silenciados y casi por completo eliminados de Azerbaiyán durante la Gran Purga de 1937. Una vez que la amenaza inmediata al gobierno soviético fue reprimida, los abusos a los turcos azerbaiyanos fueron reeditados en una escala más masiva. Aunque en 1921 la parte montañosa de Karabaj ya había sido arrancada para formar la Región Autónoma de Nagorno-Karabaj, dentro de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán, y aunque el distrito de Zangezur fue previamente, en 1920, otorgado a la República Socialista Soviética de Armenia, a exigencia de los nacionalistas armenios, no cesaron los reclamos territoriales de suelo azerbaiyano.
Poco después de la segunda guerra mundial, Stalin firmó dos decretos ejecutivos del Consejo de Ministros de la Unión Soviética, No. 4083 y No. 754 del 23 de diciembre de 1947 y del 10 de marzo de 1948, respectivamente, iniciando la forzada reubicación de hasta cien mil azerbaiyanos, desde Armenia al sureste de Azerbaiyán, con el objetivo de crear un espacio vital para los armenios, que subsiguientemente fueron mudados desde Líbano, Irán y Siria. A fines de la década del 60, varias aldeas de Nakhchivan y Gazakh de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán fueron transferidas a la República Socialista Soviética de Armenia. Bastante silencioso, el liderazgo azerbaiyano sucumbió a las injustas políticas territoriales de Moscú. Aunque los armenios instigaron protestas en Armenia, exigiendo la transferencia del mismísimo Nagorno-Karabaj a la Republica Socialista Soviética de Armenia, sus esfuerzos fueron en vano.
Un plan más organizado, fue presentado luego de una serie de ataques terroristas armenios contra misiones diplomáticas turcas y blancos civiles en Europa y los Estados Unidos, desde 1975 a 1982, lo cual despertó un agresivo sentimiento ultra-nacionalista entre los armenios. Muchos de aquellos terroristas serían luego glorificados por la República de Armenia, cuando ésta alcanzó su independencia en 1991.
Avancemos ahora hasta febrero de 1988, cuando se llevó a cabo la brutal expulsión de miles de azerbaiyanos de Armenia, que se produjo a lo largo de tres meses y que tuvo comienzo en noviembre de 1987 en sus distritos de Masis y Gugark, en forma paralela con incidentes significativos en las partes centrales de Ereván y Khankendi, y dio lugar a los eventos de Sumgait – irónicamente encabezados por tres armenios étnicos. En el transcurso de los siguientes veinte meses, Azerbaiyán se vio forzado a abandonar la falsa ideología de la “amistad de los pueblos” al tiempo que el país estaba siendo aterrorizado por un éxodo masivo de azerbaiyanos de sus casas, ataques contra autobuses, trenes y otros blancos civiles. Fueron en vano los repetidos llamamientos para prevenir las atrocidades y la quema de aldeas azerbaiyanas en Karabaj. Avanzaba en forma acelerada el movimiento del despertar nacional, haciendo referencia literalmente al despertar del pueblo azerbaiyano de la pesadilla de setenta años de injustas transferencias territoriales, migraciones forzadas de poblaciones y mal manejo del tema de Nagorno-Karabaj por el régimen soviético.
El meticuloso plan de invasión de Bakú había previsto infundir terror en la república, con la intención de romper el impulso del movimiento popular. Para el tiempo en que el bloqueo informativo fue impuesto en Azerbaiyán, al hacer volar la manzana de donde se hacían las transmisiones televisivas y la principal red telefónica de Bakú, desde las 19:00 horas del 19 de enero y hasta la madrugada del 20 de enero, 137 civiles yacían muertos, muchos a causa de disparos esporádicos contra la multitud, otros por fuego desde edificios mientras que los tanques rodaban a través de las calles de la ciudad, y algunos por apaleamientos individuales y ejecuciones a quemarropa en varias ubicaciones de la ciudad. Los tiroteos selectivos que ocasionaban más muertes, continuaron a lo largo del 22 de enero. Las autopsias identificaron el armamento de las fuerzas especiales como la tristemente célebre bala de calibre 5.45 mm, con el centro de gravedad desviado, la cual, al entrar en el cuerpo – a diferencia de las balas convencionales – viaja en movimientos esporádicos, en espiral a través de los órganos, causando terrible dolor y hemorragia interna, aumentando así las posibilidades de muerte.
Cuando se filtraron informes de la masacre a la prensa internacional y el mundo se preguntó cómo y porqué se usaron balas con el centro de gravedad desviado, los azerbaiyanos tenían otras preguntas propias: ¿Qué hizo que se desviara el centro de gravedad del liderazgo soviético, para cometer la masacre de civiles inocentes? Súbitamente se esfumaron las fábulas sobre el glorioso ejército soviético peleando por el bien supremo del hombre soviético, y fue revelada la verdadera naturaleza del Ejército Rojo. El régimen bolchevique fue establecido en Azerbaiyán luego de la brutal invasión de Bakú por el Undécimo Ejército Rojo, el 28 de abril de 1920. Irónicamente, desde la noche del 19 al 20 de enero de 1990, mientras el monumento a los invasores bolcheviques representando a tres soldados del Ejército Rojo miraba desde arriba la Plaza del Undécimo Ejército Rojo, el ejército soviético abrió fuego contra civiles azerbaiyanos en la misma entrada a Bakú y con la misma brutalidad de setenta años atrás. El régimen soviético ha forzado a Azerbaiyán a celebrar ese pasado evento por espacio de 70 años, en tanto que el último suceso aseguró la eventual partida del régimen.
Como un signo de protesta, al amanecer del 20 de enero las plantas y fábricas de Sumgait y los barcos y veleros de la Bahía de Bakú hicieron sonar simultáneamente sus bocinas por espacio de horas – tan fuerte que los sonidos podían ser escuchados más allá de la península de Absherón, donde esta ubicada Bakú. Pero su ruido no podía ser mayor que los gritos de madres, padres, hermanas y hermanos, cuyo duelo se podía escuchar mucho más lejos. Enero Negro brindaría la tácita comprensión de que la república no pertenecía a la Unión Soviética y que serviría como un trampolín para la independencia de todas las quince repúblicas. Fue el acontecimiento que hizo tambalear al régimen soviético y el hecho que eventualmente causaría su colapso.
Yusif Babanly es co-fundador de U.S.Azeris Network
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