Po rJosé Luis Giménez
Por Ayer, 24 de mayo del 2015, se abría una puerta a la libertad. Es cierto que apenas estuvo 12 horas abierta, pero fue tiempo suficiente para que se quedara abierta de par en par. En lugar de ello, corrieron a cerrarla de nuevo todos aquellos que perdieron la memoria, que prefieren vivir de acuerdo a los caprichos de sus amos, que carecen de dignidad, que tienen miedo de vivir, que prefieren vivir en la oscuridad, o que simplemente son afines a la corrupción.
Y es que, para votar repetitivamente a un partido plagado de corrupción, tienen que coincidir al menos dos cosas:
- Que el votante sea afín a la corrupción, y por lo tanto sea su hábitat ideal.
- Que padezca una grave enfermedad derivada de un trastorno mental.
Porque sólo así se entiende que alguien prefiera vivir gobernado por la Inquisición, por los corruptos políticos que incluso ya han sido imputados por la justicia; por aquellos mentirosos que apenas saben hablar, pero que son los maestros de la mentira y la manipulación; por quienes les han robado el futuro a sus propios hijos.
Cuando un hecho así se produce en un país supuestamente democrático, es que algo muy grave les está sucediendo a sus ciudadanos. Cuando alguien prefiere pasar toda su vida encerrado en una mazmorra virtual, a cambio de una supuesta libertad virtual, disfrazada de leyes ciegas, de obligaciones injustas, de normas absurdas, de creencias basadas en falacias… es que las gentes de dicho país están enfermas.
Dice el estribillo de una popular canción española: “Dame pan y dime tonta, pero dame pan, corazón, dame pan…”
Y de nuevo, volvemos a observar cómo, el estribillo de esta canción, parece explicar muy claramente lo que piensan la mayoría de esos ciudadanos que no tienen remilgos en dar su voto y confianza a quienes les han engañado, mentido, manipulado y robado por enésima vez. ¿Son tontos dichos ciudadanos…? No. Resulta evidente de que no pueden ser tontos. De hecho, habría que ser muy, pero que muy tonto para volver a votar a quien sabes que te ha mentido, robado, estafado… No, seguramente encaja mejor el estribillo de la canción.
Y ayer, ya casi entrando en la media noche, escuché un discurso de la candidata a la alcaldía de Madrid, D.ª Manuela Carmena, en el que, a pesar de haber conseguido un gran éxito electoral, se lamentaba de que no hubiese sido lo suficientemente amplio como para poder cambiar la situación actual. Y efectivamente, por sí sola, D.ª Manuela no podrá ser alcaldesa, a menos que se lleven a cabo los consiguientes pactos. Pero lo que sí dijo de manera totalmente “esperanzadora”, es que ahora tocaba “seducir” a todos aquellos que no han querido cambiar la situación…
Quizás la Sra. Carmena tenga razón, y aún sea posible “seducir” a esos “dormidos” o despistados que creen que porque ellos no participen en las votaciones, no les va a afectar las decisiones de los gobernantes, ¡craso error!
Pero a pesar de que no le quito razón a D.ª Manuela, en mi opinión, existe un problema mayor, y es que, quienes votan y dan confianza a los corruptos, tienen un problema en sus genes, y eso no se arregla con una seducción.
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