8.000 musulmanes, hombres y niños, fueron ejecutados por las fuerzas serbio-bosnias durante cinco días del mes de julio…
Decenas de miles de personas se reunieron el sábado en un cementerio cercano a Srebrenica, en Bosnia, para conmemorar el XX aniversario de la peor masacre de Europa desde la Segunda Guerra Mundial, aún torturada por las voces de negación y por la interminable búsqueda de víctimas.
Abandonados por sus protectores de la ONU hacia el final de la guerra de 1992-1995, unos 8.000 musulmanes, hombres y niños, fueron ejecutados por las fuerzas serbio-bosnias durante cinco días del mes de julio, sus cadáveres arrojados a fosas para después ser desenterrados y esparcidos en pequeñas tumbas, en un sistemático esfuerzo por intentar esconder el crimen.
Más de 1.000 víctimas siguen sin ser halladas.
Los huesos de 136 nuevas víctimas identificadas serán enterradas bajo lápidas de mármol en el cementerio y memorial de Potocari, en el este de Bosnia, en lo que se ha convertido ya en un ritual anual.
Un tribunal de la ONU decretó la masacre como genocidio. Muchos serbios aún se disputan el término, así como la cifra de muertos y la versión oficial de lo que sucedió, reflejando relatos contradictorios sobre las guerras yugoslavas que aún avivan las divisiones políticas y asfixian el progreso hacia una integración con Europa occidental.
El líder serbio-bosnio Milorad Dodik describió el mes pasado a Srebrenica como “la mayor decepción del siglo XX”.
Serbia, que respaldó a las fuerzas serbio-bosnias con personal y financiación, envió al primer ministro, Aleksandar Vucic, recién llegado de recurrir a su aliada Rusia para vetar la resolución de la ONU de la semana pasada que habría definido la masacre de Srebrenica como genocidio.
Ex discípulo de la idelogía de una Gran Serbia, que impulsó gran parte del derramamiento de sangre de la disolución de Yugoslavia, Vucic se ha definido a sí mismo como prooccidental, abrazando las ambiciones de Serbia de unirse a la Unión Europea, decisión que depende parcialmente de la búsqueda de la reconciliación nacional.
“No se puede construir la reconciliación sobre la negación del genocidio”, dijo Samantha Power, embajadora de Washington en la ONU y quien era una periodista de 24 años en Bosnia cuando tuvo lugar la masacre.
“Es importante que (Vucic) vaya allí y que vea con sus propios ojos los resultados y la destrucción que causó el genocidio en Srebrenica”, aseguró Power, en citas recogidas por el diario bosnio Dnevni Avaz.
Vucic llegó al aniversario y fue la titular de la Asociación de Madres de Srebrenica, Munira Subasic, cuyo marido e hijo murieron en la masacre, la que le dio la bienvenida.
Subasic le colocó un alfiler de flores blancas y verdes en la solapa de su chaqueta, y Vucic firmó el libro de condolencias, pero su visita no fue bien recibida en la zona.
Hamida Dzanovic, que fue a enterrar los dos únicos huesos hallados de su marido, dijo: “Mírenlo, y miren estas miles de tumbas. ¿No le da vergüenza decir que esto no es un genocidio? ¿No le da vergüenza estar aquí?”.
Dzanovic recordó la última vez que vio a su marido. “Recuerdo que volvió dos veces para besar a nuestros hijos, como si supiera que nunca más los volvería a ver”.
Tras su llegada, el primer ministro serbio fue perseguido por una muchedumbre que le lanzaba piedras.
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