Una de las formas que dan profundidad, densidad e intensidad a la vida es la lectura de obras y textos filosóficos. Los diálogos platónicos aunque son ágiles están llenos de sabias reflexiones e indagaciones. Y, de modo general, los escritos de los filósofos desde hace aproximadamente 2.500 años nos hacen pensar, y hablan con nosotros.
Se puede decir que un libro es un cerebro que habla. Aunque haya que dejar constancia de que la forma de leer ha cambiado con el paso de los siglos. En la Antigüedad se leía en voz alta. Y en la época de Agustín de Hipona, que murió en el año 430, causaba sorpresa ver a una persona leyendo para sí, dialogando de modo privado con el texto.
Evidentemente, la lectura de libros de filosofía requiere atención, reposo y meditación para entender la profundidad de las teorías y de los sistemas filosóficos. Y también es necesaria una gran capacidad de análisis.
Ponerse a leer la Crítica de la razón pura no está al alcance de cualquiera, si no está dispuesto a subir su nivel de concentración, y a prestar una especial atención a las líneas de las 660 páginas de esta gran obra de Kant.
Y existen otros muchos libros filosóficos que precisan de una atención profunda para los que no conocen la jerga filosófica. Y esto no es algo negativo, sino todo lo contrario. Ya que es un modo de aumentar la capacidad de abstracción y, en definitiva, de aumentar la fuerza del entendimiento o de la inteligencia. Además de poder aprehender las teorías e ideas elaboradas por los filósofos, y discutirlas o proponer otras.
En el año 2010 el americano Nicholas Carr escribió el libro titulado Superficiales. ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? que pone de manifiesto los grandes cambios que está causando el uso intenso de internet en las personas.
Según las investigaciones que han sido realizadas para analizar este fenómeno, la mayoría de los usuarios esperan de 19 a 27 segundos en una página antes de pasar a la siguiente en su buscador. Esto supone que, generalmente, puede no asimilarse, completamente, lo que se lee. Podemos, según Carr transformarnos en pensadores superficiales. Estoy convencido de que esto puede evitarse leyendo filosofía. Ya que para leer una página de la Fenomenología del Espíritu, o de la Ciencia de la Lógica de Hegel se necesitan más de 25 segundos, y con un aprovechamiento mucho mayor para nuestra inteligencia. Porque los numerosos tesoros del conocimiento nunca flotan en la superficie, y se debe bucear o profundizar para alcanzarlos. Podemos ser pensadores profundos leyendo de modo más atento, y analizando de forma más minuciosa y precisa los significados de los contenidos leídos, realizando comentarios críticos e interactuando, más intensamente, con los autores a través de la lectura.
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