Ante la cumbre de París sobre el cambio climático lo deseable es que se cierre un protocolo global para evitar que siga aumentando el calentamiento del planeta. Ya que el ritmo del mismo es demasiado rápido. Si se logra un acuerdo que sirva de compromiso ineludible, de cara a la reducción de las emisiones contaminantes, por parte de, al menos, 195 estados, parece que las consecuencias positivas serían claras y medibles.
La situación de Pekín es un ejemplo de la forma en que los excesivos niveles de contaminación de la atmósfera perjudican, gravemente, a los ciudadanos. El aumento de la mortalidad, y el empeoramiento de determinadas enfermedades respiratorias y de otros tipos es un efecto directo de los humos generados por las industrias, los automóviles, etc. Es muy lamentable que no se tomen medidas mucho más drásticas para garantizar el derecho a un ambiente respirable y sano para toda la población.
En Madrid, si la comparamos con la capital de China, el nivel de contaminación está mucho más controlado, aunque pueda ser reducido con diferentes medidas. Entre otras razones, porque no se tolera que la concentración de dióxido de carbono sea tan elevada como en determinadas zonas urbanas del país asiático.
La temperatura del planeta está aumentando, y debe ser controlada para que no suba varios grados más. El conocido e histórico protocolo de Kyoto de 1997, aunque fijó los niveles de reducción de emisión de gases, y fue vinculante para 37 estados, no fue suficiente para el logro de resultados significativos en la lucha contra la excesiva contaminación ambiental. Entre 2000 y 2010 las emisiones globales se han incrementado en un 24%. Es una cifra tremenda que expresa, claramente, la magnitud del problema.
El cambio climático está determinado, en considerable medida, por la concentración de CO2 en la atmósfera que alcanzó en 2014 las 397,3 partes por millón. Supone un aumento de casi el doble respecto al nivel alcanzado antes de la Revolución Industrial.
Si para el 2100 la temperatura media global sube 4,8 grados, respecto al nivel preindustrial, aumentará el nivel del mar, habrá más inundaciones, sequías y ciclones, etc.
El planeta puede permitirse que suba la temperatura media dos grados en 2100, pero no más. Y para lograrlo hace falta un compromiso serio y firme de tal modo que se reduzcan de facto las emisiones contaminantes en todos los países, especialmente, en los que más contaminan.
Ya en 2015 estamos asistiendo, sin querer, a la progresiva desaparición de la selva amazónica por intereses económicos. También las ingentes masas de hielo del Ártico están disminuyendo, de modo acelerado, por los efectos del calentamiento del globo. Ya se perciben cambios en las estaciones que antes no se producían, etc. La Antártida también está siendo afectada y perjudicada por estos fenómenos provocados por la industria humana.
Si queremos conservar en buenas condiciones el único planeta en el que podemos vivir, debemos cuidarlo y mantener la naturaleza en las mejores condiciones posibles. Están en riesgo de desaparición especies animales y vegetales por la invasión de sus hábitats naturales, y por la destrucción de ciertos ecosistemas. No es necesario reflexionar mucho para darse cuenta de que se puede poner freno a todo esto con una política, auténticamente, ecológica.
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