Suecia fue uno de los países pioneros en incentivar la escolarización de los más pequeños. Los primeros programas se implementaron a mediados de los 70, de la mano de diversos gobiernos que promocionaban los cuidados extrafamiliares con argumentos económicos y también ideológicos (la liberación de la mujer). Sin embargo, 40 años después, y tras sucesivas ampliaciones de los subsidios que han hecho que el 90% de los niños entre los 18 meses y los 5 años asistan a una guardería, la salud psicológica de los jóvenes suecos ha empeorado.
Como explica Jonas Himmelstrand en un artículo para el Institute of Marriage and Family Canada, los niveles de ansiedad y poca satisfacción con la vida no dejan de aumentar entre los jóvenes, tanto de clases altas como bajas. También han empeorado los resultados académicos, y la disciplina en las aulas. Los sucesivos gobiernos han atribuido todos estos problemas a factores culturales, económicos o laborales, pero no han prestado mucha atención al hecho de que la gran mayoría de los niños suecos pasen poco tiempo con sus padres.
Para Himmelstrand, la extensión de los cuidados fuera de la familia ha hecho que los padres pierdan la confianza en su capacidad para criar a los hijos: “Han sido formados por médicos, agencias del gobierno y medios de comunicación en la creencia de que un niño necesita una guardería desde que tiene un año para poder desarrollarse. Esto les hace olvidar su responsabilidad. Creen que los expertos en sus hijos no son ellos mismos, sino los cuidadores. Piensan que no pueden ofrecerles lo que les proporciona una institución.
Sin embargo, comenta Himmelstrand, la psicología del desarrollo explica que en los primeros años de vida el niño necesita una conexión muy cercana con un adulto. Por eso, el gobierno sueco debería incentivar que más padres puedan quedarse en casa para cuidar de sus hijos. Por ejemplo, mediante ayudas económicas como las que se ofrecen en Finlandia o en el Reino Unido.
El mejor negocio que tienen los padres son sus propios hijos.
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