Parece que la muerte de este gran escritor marca un antes y un después, en la cultura italiana y mundial. Su semiología, su erudición filosófica, lingüística, histórica, etc., así lo confirma. La extensa biblioteca personal de Umberto Eco está formada por más de 30.000 libros. Un placer inmenso para cualquier bibiófilo, y también para cualquier investigador, escritor y filósofo.
Ciertamente, el saber enciclopédico de Eco iba unido a una gran pasión por interpretar la realidad, y el lenguaje que la nombra, describe y entiende. Uno de los libros que más me gusta de este sabio universal es Cómo se hace una tesis, por su precisión, claridad y rigor. La tesis doctoral del propio Eco de 1954 trató sobre la estética de Tomás de Aquino. Aunque en vez de ayudarle a encontrar la fe, tuvo el efecto contrario, según se deduce de lo que dijo: «Se puede decir que él, Tomas de Aquino, me haya curado milagrosamente de la fe». Aunque su obra más leída es El nombre de la rosa. Incuestionablemente, la cantidad de lectores de Eco es impresionante, ya que lo han leído más de 30 millones de personas.
Su interés por las diversas manifestaciones y expresiones de la cultura me parece algo, muy positivo y apropiado, especialmente, en los tiempos que vivimos. Analizó cómics y otras formas culturales, a través de unas técnicas interpretativas y valorativas, que buscan profundizar en las significaciones de las obras artísticas. Es coherente y razonable que Eco escriba, por ejemplo, que: «No se puede escribir un ensayo sobre las máquinas flipper sin haber jugado con ellas».
Su Tratado de semiótica general, publicado en 1975 representa un hito. Si bien sus numerosos ensayos sobre estética medieval, lingüística y filosofía, así como su producción novelística, le han hecho merecedor de numerosos premios y distinciones en todo el mundo. Ha recibido en el año 2000 el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.
Su curiosidad infinita, y su deseo de abarcar la mayor cantidad de saber y conocimiento, se ponían de relieve en detalles de su propia actividad vital. En las entrevistas que le hacían podía tomar notas, durante el desarrollo del intercambio verbal con su interlocutor.
La última novela que ha escrito titulada Número cero es una crítica profunda a la manipulación en el periodismo, a las mentiras presentes en Internet, a la corrupción que ha alcanzado proporciones y dimensiones inimaginables y gigantescas, etc.
Umberto escribe, desde sus inmensos conocimientos, para entretenerse a sí mismo, y ha conseguido, de paso, entretener a los lectores de sus novelas. Ha sido un humanista total, un investigador y erudito interesado por numerosos aspectos del arte y la cultura. Italia ha perdido su figura intelectual más notable, actualmente.
Aunque todo lo que ha escrito, las miles de páginas de sus obras y artículos periodísticos están para siempre en negro sobre blanco, en papel, o en digital a través del formato PDF, o de otros, en Internet. Al que, por cierto, criticó, porque la calidad de lo que se escribe en la red debe ser el criterio principal, y también la verdad, y en la era digital la masificación de las comunicaciones tiene también consecuencias indeseadas.
Aunque, a mi juicio, las extraordinarias ventajas de Internet para la difusión del conocimiento, la cultura, y las artes creativas son algo prodigioso en sí mismo. Favorece e impulsa la creación de un modo increíble.
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