La estrategia negociadora de Pedro Sánchez, en mi opinión, no ha sido coherente ni racional. Y lo digo por varias razones. Una de ellas es que vistos los resultados electorales, y las posibilidades reales de formar gobierno, sus planteamientos no han sido los adecuados para evitar unas nuevas elecciones. El número de escaños de cada partido es determinante, y es lo decisivo. Y pretender formar coaliciones o pactos extravagantes no es el procedimiento político correcto. Y a las pruebas me remito. Ha sido, un error, creer que con el pacto con Ciudadanos sería posible superar la investidura, y formar un nuevo ejecutivo. Los números mandan, y no las simples intenciones, y las suposiciones más optimistas. El realismo se impone en política.
Que Sánchez haya reiterado que defiende hasta el último minuto una alianza transversal con Podemos y Ciudadanos es, a mi juicio, suponer que lo imposible es posible. Sobre todo, sabiendo que el Secretario General de Podemos está diciendo, insistentemente, que: “O permite que gobierne el PP o elige un gobierno con nosotros y si no, habrá elecciones”. Y da la impresión de que no va a cambiar en sus planteamientos, en las dos semanas que restan para que la cuestión se decida.
Además, considero que no está justificado, que Sánchez pretenda superar la aritmética para constituir un nuevo gobierno, con apelaciones a poner fin al gobierno de la vergüenza, que, para él, es el del PP. Es cierto lo que dice Iglesias hay dos posibilidades para Sánchez: o gobierno con Rajoy, o con Podemos. No existen más opciones. Y pensar que sí, es buscar formas de alargar las cosas, hasta llegar a las nuevas elecciones. Creer que negociar en política es como jugar a las cartas, es algo equivocado, porque los faroles se notan demasiado, y no sirven para desbloquear la situación política.
Si a esto se añade, que la celebración de elecciones el 26 de junio supondría un gasto económico parecido al de las pasados comicios, que fue de 130 millones de euros, no parece que sea algo que agrade a los ciudadanos. Sobre todo, si se piensa, que, sí se podría haber formado un gobierno de cambio por la izquierda, sin las excesivas condiciones impuestas por el partido socialista, o por sus barones.
Sánchez tendría que haber tenido mayor margen de libertad para poder negociar, sin líneas rojas impuestas por el Comité Ejecutivo de su propio partido. Quizás, se hubiera formado un auténtico nuevo gobierno del cambio político, económico y social. Parece que la suerte está echada. La intransigencia ha imposibilitado un pacto. Si se tienen que celebrar nuevas elecciones, esperemos que los nuevos procesos negociadores no sigan la misma dinámica, por el bien de la ciudadanía española.
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