La labor de escribir es apasionante. Pero también lo es, al menos para mí, poder disfrutar de que sean publicados, mis más de 500 escritos, en países como España, México, Estados Unidos, Uruguay y Guinea Ecuatorial. Es cierto que la mayor parte son microensayos o artículos, pero también he publicado libros y artículos académicos. Si a esto se añade que lo he realizado en los últimos tres años, desde el 2013 al 2016, es indudable que puedo sentirme satisfecho del camino recorrido, y de la confianza que he recibido por parte de diversos medios de comunicación de tres continentes: Europa, América y África.
Evidentemente, el sentir que lo que uno escribe tiene un público lector es un motivo más para seguir escribiendo. La actividad de los que nos dedicamos a juntar palabras, por decirlo de un modo muy expresivo, quizás no está suficientemente reconocida. Pero da igual, porque tiene un mérito objetivo indiscutible. Una parte reducida de los que no escriben y publican pueden pensar que es algo sencillo, pero se equivocan, ya que supone un considerable trabajo y dedicación.
Una de las grandes cosas positivas de escribir es que lo escrito permanece para siempre. Es un arte, en este sentido, parecido a la pintura o a la música, y a otras artes. La libertad que tiene el creador es máxima. He escrito y publicado una tesis doctoral de una extensión de 603 páginas titulada: Esencia y transcendentalidad en el realismo de Zubiri, José Gaos y la filosofía coetánea, etc., reseñas sobre libros, artículos de opinión, artículos académicos, ponencias, etc.
Lo maravilloso de poder escribir y publicar es que abre al autor un mundo inmenso de posibilidades creativas. Y también hace posible que el escritor pueda probar en distintos géneros, y desde muy diversas perspectivas de análisis de la realidad. Considero que la capacidad de escribir contribuye a enriquecer el mundo cultural en el que vivimos, y también ayuda a poner el foco en los problemas de la Humanidad.
Escribiendo también se aprende, lo que no es algo que haya que obviar, sino todo lo contrario. Al escribir aclaramos nuestros pensamientos, o expresamos en negro sobre blanco lo que queremos decir. La capacidad combinatoria de la mente está directamente unida a la del lenguaje. Por tanto, la ilimitada formación de frases nuevas con sentido, es una de las prodigiosas funciones de la capacidad lingüística de los seres humanos.
Todos podemos escribir. La única condición fundamental es ponerse a ello, y dedicar tiempo a la tarea, y en un mundo en el que se vive tan velozmente, parece que no hay tiempo para todo, pero, en realidad, si es posible dedicar tiempo a la gratificante tarea de escribir. Seguiré llenando de palabras el espacio en blanco, describiendo, reflexionando, opinando, argumentando, criticando y pensando.
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