He visionado la película ´El Secreto´ en la que un grupo de adolescentes se reúnen los fines de semana, en una casa deshabitada, para pasar una velada con música estridente, consumo de alcohol, fornicación sin control y, finalmente, esnifar drogas. Esta patética escena finaliza con todos los cuerpos dispersos por el suelo, los ojos abiertos sin parpadear y una mirada hueca viajando por un paraíso infernal, sin retorno.
Los adolescentes deben tener en cuenta que la droga llega directamente al cerebro. El estudio de la Oficina Nacional de Control de la Drogadicción de Washington, asevera que las drogas pueden producir daños, como zozobra, melancolía, brotes psicóticos y tendencias al suicidio. ¿Será esto lo que algunos buscan, en clara línea con la cultura de la muerte?
La drogadicción ha enganchado en una considerable parte de los adolescentes de todo el mundo. Se está investigando como terminar con esta lacra social, que sólo conduce a la muerte. Se debe luchar por la vida que es sagrada. La droga es el final, la inmolación de millones de seres ingenuos, en aras de uno de los más sucios negocios que ha conocido la humanidad.
Es necesario combatir la droga con una educación adecuada, con una menor permisividad, con un mayor respeto a la persona y con el ofrecimiento a la juventud de una perspectiva vital. El consumo de estupefacientes produce un deterioro físico y psíquico que transforma el paraíso de unos instantes en un prolongado e insoportable infierno. La droga es un camino de ida, sin retorno.
Es urgente una batalla contra el comercio y el consumo de las drogas para frenar esta dañina espada de Damócles para el tejido social, que origina el delito, la crueldad y favorece la devastación física y psíquica de muchos adolescentes.
El vacío de Dios, ¿no lleva a la desesperanza? La desesperanza conduce a la deshumanización. El hombre sin Dios se deshumaniza y se hace enemigo hasta de sí mismo. A esto conduce el derroche de los narcóticos. “Desde el fondo de la angustia, del miedo y de los fenómenos de evasión, como la droga, típicos del mundo contemporáneo. Emerge la idea de que el bien y la felicidad no se obtienen sin el esfuerzo y el empeño de todos” afirmó San Juan Pablo II .
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